Mi vecina, la de abdomen perfecto y coleta impecable, corre seis kilómetros antes de ir al trabajo. A las seis y media de la mañana, puntual cual reloj suizo, regresa sudadísima y se jacta de los kilogramos que ha bajado en las últimas semanas.
Yo, rauda, a punto de una hiperhidrosis, monto el café y preparo la leche de los niños, voy del fregadero al fogón, dejo los chícharos en remojo y me apuro para tender la ropa que desde la noche anterior descansa en la secadora. Un baño, y al «botelleo», hijos en ristre, y ropa que elastice y acoja tantas libritas.
Liviana, voy desde la casa donde me cuidan a los niños hasta la parada; no puedo llegar tarde y me abalanzo hacia la guagua en modo taekwondo. La reunión de coordinación en andas, y esta servidora, pegada al teléfono garantizando «alguito para la comida»; la jefa ordena, yo asiento, y le doy un «me gusta» al aceite en rebaja. Periodista multitarea.
Por fin llega la hora de almuerzo, en la mipyme cercana sacan salchichas y papel sanitario. «¡Eso no me lo pierdo!». Parto, otra vez, vertiginosa siempre, lástima que ande a pie. «No hay límites de velocidad en el camino hacia el éxito», escribió David W. Jonhson y me lo repito hasta el cansancio; mas, el proceso de creación demanda tiempo y pensamiento.
Me permito cinco minutos para un vaso de refresco y una pequeña «chismeada». Vuelvo a la carga lo suficientemente rápido para apoderarme del teléfono fijo y el asiento próximo a la ventana; coordino las entrevistas con elegancia, educación y premura en exceso, adquirida luego de dos embarazos.
Prontitud, dinamismo, soltura y arranque toman forma corpórea. «Hasta la luz y el sonido tienen límite de velocidad», me gritan jocosas mis amigas mientras bajo la escalera a todo tren.
«Tengo vestiditos frescos para el calor, pesqueros y pantalones de mujer, camisetas», me dice la recepcionista. «¿Tallas grandes?», pregunto, y a la celeridad de mi paso no percibo la respuesta.
Corro, como tantas veces en el día, ahora de regreso a la parada. Miro el reloj y el dios Cronos me premia con cinco minutos antes de que pase la guagua. Irrumpo en la panadería cercana y compro tres cañitas de pan, devoro dos de inmediato y escalo el ómnibus, en un nuevo duelo de superpesados.
Si bajé algunos gramos entre tanto sudor y urgencia, la levadura los ha multiplicado. La dieta del «corre» no funciona para mí. A tantos kilómetros por segundo, el abdomen perfecto y la coleta impecable poco desvelan. No soy mujer maravilla, soy mujer cometa.
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Yisel
Viernes, 28 Julio 2023 15:02
Me haz echo reír. A mí se me ha quedado lo de la premura después de dos embarazos igual que a ti, y eso que ya no vivo en Cuba
Susy
Viernes, 21 Julio 2023 09:59
Eres una mujer real , de las que abundan en las calles. La otra, la de abdomen plano, de seguro no hace tantos malabares durante el día.
Viernes, 28 Julio 2023 15:02
Me haz echo reír. A mí se me ha quedado lo de la premura después de dos embarazos igual que a ti, y eso que ya no vivo en Cuba