El rí­o Bélico adquiere otra fisonomí­a

El rí­o Bélico, con su menguado caudal, recibe saneamiento en casi un kilómetro de recorrido por el centro de Santa Clara, la capital provincial.

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Equipo extrae tierra del río Bélico.
Durante los primeros diez días del mes equipos mecánicos realizan labores en una de las vías más contaminadas de la ciudad: el río Bélico. (Foto: Luis Machado Ordetx)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
4048
07 Noviembre 2017

Aquel cristalino riachuelo que Plácido (Gabriel de la Concepción Valdés) nombró en 1841 «Bélico », retoma ahora un ambiente higiénico y natural que lo distinguirá a contrapelo de la dimensión de antaño. El infausto poeta lo apreció con deleite y observó que en las orillas existí­a un mineral de imán, según dijo 17 años después Manuel Dionisio González en su Memoria Histórica de la Villa de Santa Clara y su Jurisdicción, un monumental texto de consulta.

Imagen del rí­o Bélico, Santa Clara.
Una imagen pública que comienza a transformarse. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Los cambios desde entonces fueron notorios, incluso los surgidos cuando el denominado malecón de Santa Clara recreó el paso de vehí­culos con la apertura de la Carretera Central, la ví­a que de este-oeste conectó al paí­s.

Ya no crecen, como en sus orí­genes, los laureles, pero algún que otro ocuje legendario recuerda los árboles que prosperaron en la periferia inmediata del centro de la ciudad.

Un tiempo después, las aguas turbias, con derrames lí­quidos y sólidos de diferentes tipos, convirtieron la ruta del rí­o en territorio inhospitalario.

Con el paso del tiempo no importó que lo llamaran de la Sabana del Puente o de las Piedras. Tampoco que constituyera desde su nacimiento en las estribaciones del Escambray un abierto escenario placentero para construir en 1887 lavaderos públicos por iniciativa de Marta Abreu de Estévez, la Benefactora. Todaví­a cuatro de esas edificaciones se mantienen en pie, y algunas aguardan con ansiedad una rehabilitación que las impulse hacia un mayor ámbito social o cultural.

Similar suerte de contaminación acogió, con menor desidia contra el medio ambiente, el amplio trayecto que recorre el rí­o del Monte, del Tejar, de Buenviaje o Cubanicay, remanso de agua que, antes cristalina, hizo peregrinar a muchos por aquellas pocetas de refrescamientos infantiles.  

Dragado del rí­o Bélico, en Santa Clara.
Labores de limpieza y dragado. Al fondo (a la derecha) se aprecia uno de los lavaderos públicos construidos por iniciativa de Marta Abreu de Estévez en las orillas del rí­o. (Foto: Luis Machado Ordetx)

En las riberas de ambos rí­os, y enfrentados a la pestilencia y las inundaciones, surgieron humildes poblaciones. En zonas bajas las viviendas, unas más confortables que otras, soportaron los embates de  lluvias y ciclones. Los moradores hací­an malabares para proteger sus pertenencias. Algunas áreas hasta quedaban incomunicadas, y frondosos árboles desprendieron sus profundas raí­ces por incontinentes vientos y crecidas de aguas.

De la noche a la mañana, sin muchos aspavientos, operarios con camiones, rastras y retroexcavadoras, olvidan horas de trabajo para eliminar material de desecho. Andan ocupados en el dragado de una parte esencial del Bélico, en tramos que, según expresan, son definitorios para apuntalar una cultura medioambiental.

Vista de la caller Rafael Trista hacia San Miguel, Santa Clara.
Vista parcial desde la calle Rafael Tristá hacia San Miguel, áreas de mayores trabajos. (Foto: Luis Machado Ordetx)
Limpieza y dragado del rí­o Bélico.
Operaciones de limpieza y dragado  prosiguen durante largas jornadas de trabajo.  (Foto: Luis Machado Ordetx)
Extracción de desechos del rí­o Bélico.
Los grandes volúmenes de desechos que se extraen implica una ardua labor y  elevado gasto de combustible. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Desde la Carretera Central, a partir de San Miguel y hasta Martí­, en un itinerario de las ví­as de agua sinuosa, próximo al kilómetro, se realizan por estos dí­as vitales labores de saneamiento.

El rí­o Bélico, aquel que bautizó Plácido en reconocimiento a sus amigos de Villa-Clara, según la edición de 1841 de El Veguero, adquiere otra imagen. El lecho fluvial se amplí­a y el panorama contra desbordamientos  disminuirá. Faltará entonces reforestar suelos aledaños, y dar otros encantos naturales al lugar.

En muchos años, recuerdan vecinos, nunca se emprendió una acción de tal magnitud, penetrando con profundidad en el manto turbio y menguado caudal del rí­o, un sitio de historias.

Dragado del rí­o Bélico.
Estas acciones deben estar acompañadas por medidas que frenen el daño medioambiental causado por el vertimiento de desechos contaminantes por parte de la población santaclareña. (Foto: Luis Machado Ordetx).

Las acciones, costosas por el gasto de combustible y hasta paralización del tránsito de vehí­culos, son vitales para preservar la calidad del medioambiente y la salud de todos. Tal vez para frenar a transgresores que después desparramarán desprecios sólidos, habrá que volver la mirada a aquella sanción pecuniaria que desde 1726 se dispuso en la Villa con el ánimo de contener a quienes corrompí­an los rí­os sin importar posibles epidemias.

Alguna medida sancionadora se tomará para que los rí­os, de un modo u otro, vuelvan al abrigo de lo placentero   en la estabilidad social de todos.

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