
Cuba. 7 de diciembre. Día de los mártires. El pueblo se aglomera para rendir tributo a los caídos en la defensa de la Patria. El pueblo, ofrenda, canta poemas, proclama discursos. Peregrina. Los estudiantes, en el interminable cordón humano, sienten ahora la historia real.
Santa Clara llega hasta su necrópolis como cada diciembre. Santa Clara revive el cabalgar de Maceo por la trocha, la bala que perfora su rostro, la muerte del joven Panchito. Ha pasado 121 años. Ha pasado 28 años de la Operación Tributo. 28 años de que los cubanos y cubanas internacionalistas caídos en Angola encontraran sepultura en su tierra. La tribuna se enardece. Las nuevas generaciones proclaman la decisión de no olvidarle.

Pero es en la necrópolis, justo en las criptas de los caídos, donde la historia se calienta. Un ejército de madres, de padres, de hermanas, deposita sus flores. Ellos lloran sí, porque los héroes, nuestros héroes, no fueron dioses sino hombres de carne y hueso. Por ello, está permitido llorar, extrañar, querer borrar la ausencia, querer tenerlos aquí y ahora. Y eso no resta heroísmo.
Mengana, el padre de Carlos, ha estado impaciente en su sillón de ruedas. Ahora los ayudan a levantarse y a valerse con las muletas. Se apura. Mucho se apura para colocar la flor. Puede leerse en el número 99 el nombre de un joven, y entonces, su padre habla y calla. No dice nada más.
La viuda e hijas del tanquista Dagoberto Ribero Cardoso se reúnen cada diciembre con su padre. Vienen hijos y nietos a dar apoyo. «Cuando apenas yo tenía seis años, él parte para Angola. En ese momento no se podía decir adónde ibas ni lo que ibas a hacer. La familia se enteraba después. Él siempre me dijo que iba a regresar. Y lo esperamos mucho tiempo », comenta la mayor. «En ese momento yo no podía entender nada. Me quedé cuidando a mis hermanitas porque también perdimos en esa contienda a nuestro tío », dice y se enjuga las lágrimas. « ¿Qué cuántos años tenía? Veintisiete, periodista, era muy joven ».

Por su parte, la más pequeña, aunque no recuerda su rostro, quisiera haberle conocido. Dominga Graciela Cardoso, madre de las entonces pequeñas, nonagenaria lúcida y dispuesta, dice sentirse orgullosa de su esposo, pero lo extraña tanto…
Son muchas familias, muchos fueron los caídos, muchos los héroes centenarios o del pasado reciente. Y por esa realidad, la nuestra, es una necesidad imperiosa reanimar la historia. La historia vivida es la verdadera. La historia contada, la que se deifica, esa historia maniquea que convierte a los hombres en dioses y no en mártires, pierde esencia y la aleja de los cubanos. ¡Gloria a los héroes cubanos, hombres y mártires!