
Cuando el viejo combatiente Germán Fernández Estrada escudriña en su memoria los históricos acontecimientos de la toma del poblado de Santo Domingo, de la entonces provincia Las Villas, pareciese que aún sintiera el olor a pólvora y escuchara el ruido de los disparos y gritos de guerra de los rebeldes que avanzaban con firmeza contra la desmoralizada soldadesca de la tiranía.
Con apenas 21 años de edad se incorporó a la lucha con la pequeña tropa del capitán Julio Chaviano (ya fallecido). Luego de un combate librado en la localidad dominicana de Arroyo del Ciego, el 11 de noviembre de 1958, se trasladaron a las montañas del Escambray en agotadora caminata de varios días, siempre en horario nocturno para evitar la aviación y otros peligros.
Germán no sufrió las penurias que laceraban a miles de cubanos en aquella época. Su padre era un pequeño comerciante. El viejo pagó los estudios de sus hijos, tres hembras y tres varones, y a la familia nunca le faltó el plato de comida diario.
No obstante, como casi todo el pueblo, el veterano luchador aborrecía los crímenes y abusos del régimen. Al igual que su hermano Mario el Sordo, y un cuñado, Osvaldo Arce, también se inmiscuyó en la lucha insurreccional.

«En territorio montañoso Chaviano con sus hombres entre ellos habíamos varios dominicanos se subordinó al comandante Víctor Bordón Machado, quien a su vez, se puso a las órdenes del Che. En diciembre ya la ofensiva se hizo más intensa.
«Como yo provenía de Santo Domingo y conocía bien la zona, me dieron la misión de ejercer de práctico para guiar al grupo con el que acudí a combatir en el puente de hierro sobre el río Sagua la Grande. Entramos por Ranchuelo, atravesando monte, a pie », rememora.
En el puente, ubicado a un par de kilómetros del pueblo, se situaron las tropas del régimen, que aprovecharon bien las condiciones del terreno. Allí implantaron parapetos en varios puntos, con diferentes armamentos, entre los que se incluían dos ametralladoras calibre 30, para resistir cualquier intento si eran atacados, pues conocían de la presencia de tropas revolucionarias en los alrededores.
En la madrugada del 27 de diciembre comenzó el enfrentamiento con disparos cruzados de ambos bandos. Las fuerzas del comandante Bordón estaban dirigidas por los capitanes Eladio Machín, auxiliado por Israel Chávez con una ametralladora 30, que atacaba por el oeste; Edelberto González (Cente), que actuaba por el sur, y Julio Chaviano hacia el norte, mientras otros combatientes marchaban hacia Santo Domingo.
«El puente no se pudo tomar en el primer combate. Al parecer no fue bien trazada la estrategia; no obstante, al día siguiente sí se rindieron los soldados de la tiranía. Luego fuimos al pueblo para tomar el cuartel de la Guardia Rural.
«Yo fungí como ayudante de la ametralladora 30, que la maniobraba el combatiente Israel Chávez. Instalamos el arma encima del antiguo cine Villarreal (hoy Granma) apuntando al cuartel, y desde allí operamos. El poder de fuego fue tan fuerte que al poco tiempo se entregaron a nosotros », cuenta Germán.
De manera general, el combate duró una hora y media, aproximadamente. Los 40 soldados del cuartel trataron de resistir, pero ante la imposibilidad de detener la acometida rebelde se rindieron en la tarde del día 27 de diciembre.
Germán recuerda que al otro día apareció un nuevo peligro con la aproximación de un convoy del ejército batistiano por la Carretera Central desde el oeste hacia Santa Clara. Los hombres de Bordón montaron una emboscada en el pueblito de Mordazo para impedir el paso de la caravana enemiga.
Bajo las órdenes del capitán Cente se situaron hombres al lado de la Carretera Central, con una avanzada en Mordazo y otras dos barricadas en Manacas y en la entrada del central George Washington.
Según testimonio recogido en el libro Víctor Bordón: El nombre de mis ideas, del periodista José Antonio Fulgueiras, 2002, el comandante rebelde ordenó que, nada más entrara el convoy a Mordazo, trataran de dividir el ejército de los tanques, y que no les dejaran de disparar. Era muy complejo pues peleaban en terreno llano, sin protección. Pero, la determinación de lucha y victoria de los rebeldes no disminuyó.
«Le abrimos fuego con todo, con la “30â€, los fusiles ametralladoras Garand, y con todo lo que teníamos. La pelea fue dura contra los tanques y la aviación. En varias ocasiones debimos replegarnos, pero no dejamos de pelear hasta vencer », cuenta Germán.
En el referido texto, refiere el periodista: «El 31 de diciembre los soldados que se habían mantenido en la población controlados por algunos grupos de combatientes, conocieron en el cuartel la situación existente en Santa Clara que ya estaba prácticamente en manos de los combatientes revolucionarios.

«Ese día, los representantes de algunas instituciones locales dieron a conocer al mando rebelde la intención de rendirse de los uniformados, siempre que se les perdonara la vida.
«La propuesta de rendición fue aceptada y los guardias depusieron las armas.
«En el amanecer del 1.o de enero de 1959, los dominicanos festejaban la victoria de las armas rebeldes. Santo Domingo había sido liberado y también Manacas, Mordazo, Cascajal, Rodrigo y otros poblados cercanos. »
Cada 27 de diciembre, fecha señalada como día de la liberación de Santo Domingo, el pueblo rememora y festeja aquel histórico episodio. Y el viejo Germán acude siempre, con sus medallas en el pecho, y feliz al ver a las nuevas generaciones a su lado disfrutando de la libertad que él y miles de cubanos, con tanto sacrificio, sangre y coraje, les legaron.