Una historia, una foto, una mujer

Una historia peculiar que vivieron Mario Ramón Rodrí­guez Rodrí­guez y Camilo Cienfuegos en los últimos meses del año 1958.

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Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
4602
05 Febrero 2018

Mario Ramón Rodrí­guez Rodrí­guez no supo que ese era su verdadero nombre hasta que, en marzo de1959, le pidieron sacar la certificación de nacimiento para alistarse en las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Para todos siempre fue Mongo, Mongo Rodrí­guez, el joven que desde los 14 años se afilió a la Juventud Socialista.

Foto de ña novia de Camilo
Foto tomada por Camilo Cienfuegos en noviembre de 1958. (Fotocopia de la autora)

Su vida revolucionaria lo llevó a conocer a Camilo. Estaban sobre un ring de boxeo, a unos kilómetros de la zona de Bamburanao, en Yaguajay, donde se ubicaba la Comandancia Rebelde. Intercambiaba golpes con el barbudo sin saber de quién se trataba. Ese enfrentamiento terminó en un abrazo de cariño; sin embargo, entre los dos habrí­a una historia con nombre de mujer y una foto que quedó para la historia.

En octubre de 2011 esta periodista, casi recién salida de la Universidad, llegó a la casa de Mongo para realizar un trabajo sobre Camilo. En ese entonces me contó la anécdota del dí­a en que se conocieron. Poco antes de irme, me entregó una foto y me dijo: «Un dí­a te voy a contar quién era esa mujer ».

Pasaron siete años hasta que recordara aquel momento, justo después de que me encomendaran escribir sobre el natalicio del Héroe de Yaguajay. Depués de echar abajo un escaparate lleno de libros, apareció la foto y revivió la curiosidad por saber sobre la joven hermosa montada en el caballo.

Así­ fue como volví­ a buscar a Mongo, quien me contó qué pasó aquel 28 de noviembre de 1958.

«Ese dí­a por la mañana Camilo nos da la orden a Julián Martí­nez y a mí­ de que buscáramos 20 caballos para una misión. Tení­amos que llegar al campamento entre las 5 y media o las 6 de la tarde, pero fuimos solo dos y la entrada al campamento era por un trillo lleno de piedras que atravesaba un monte. Era dificil entrar y llegamos tarde. Camilo estaba desesperado, empezó a discutir con Julián y yo me quedé montado en el caballo de la foto.

«Luego, se viró para mí­ y me dijo: “ ¿por qué no te bajas?”

«Quiero que cuando triunfe la guerra usted me lo regale », le dije.

«â€Tú eres más malo que Batista me respondió, ya estás pensando egoí­stamente. A ti hay que fusilarte”.

«Me tiré del caballo asustao. Cuando se viró de espalda me di cuenta de que iba muerto de la risa. Después se refrescó, llamó a su novia para que se montara y él mismo la fotografió en el caballo amarillo.

«No supe más de la foto hasta 30 y tantos años después. Rosalba,   la fotografiada, me la entregó en el velorio de su padre y confesó públicamente:

«Se la doy a Mario Rodrí­guez que era mi novio cuando llegó Camilo ».

Mongo conoció a Rosalba ílvarez Rodrí­guez durante su vida militante, pues ambos pertenecí­an a la Juventud Socialista. La muchacha se convirtió en su novia y por ella tuvo que enfrentar a Tomasito ílvarez, el padre, y seguir todos los formalismos que, en aquella época, maniataban al amor.

Fue ahí­, en casa de su suegro, donde el barbudo de La Habana instaló su Comandancia en la zona. La joven comenzó a trabajar junto a él y hasta la envió a Pinar del Rí­o a buscar a un combatiente.

Un dí­a lo llamó y le dijo: «estoy enamorada de Camilo ».

«Él era especial, buen tipo, esbelto, alto, famoso. No solo Rosalba, todas las mujeres le caí­an atrás y yo no me sentí­ mal por eso. Después del triunfo de la Revolucion vení­a a Santa Clara y me buscaba. Le serví­ de escolta.

«Nunca hablamos si ella le dijo a Camilo de lo nuestro; pero, en el trato que me daba veí­a una especie de sentimiento de culpa. Quizás solo sean ideas que me hice », comenta y se queda pensativo, absorto en los recuerdo de un hombre al que admiró.

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