Somos lo que queremos ser

Porque nosotras somos más que nuestras curvas, que el creyón rojo que usamos o no según nos plazca, más que el lazo rosado de la cabeza.

Compartir

Obra Como un árbol viejo, del pintor Denis Nuñez Rodríguez.
Obra Como un árbol viejo, del pintor matancero Denis Nuñez Rodríguez. (Fotocopia: Tomada de Internet)
Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
2028
07 Marzo 2018

Naces mujer y te acogen entre pañales rosados. Naces mujer y un sinnúmero de palabras vienen a componer tu cosmovisión del mundo: frágil, delicada, sensible, obediente… como si un burujón de adjetivos le sirvieran de corsé a tu espí­ritu fuerte.

Naces mujer y desde pequeña te trazan el destino. A los 30 debes tener, mí­nimo, un hijo que te jale de la ropa. Y sí­, serí­a hermoso, disfrutas del placer de acunar la vida en tus brazos, pero eres más, mucho más que eso.

Eres más que la comida que cocinas o descocinas, eres más que la ropa que te pones, que los tacones que llevas o no, según te guste.

Y no, no te vistes para nadie. Lo haces para ti, por el placer de verte en el espejo, para enfrentar a gusto un nuevo dí­a en el que tienes que ser madre, hija, esposa, trabajadora y todo casi al mismo tiempo.

Entonces, muchas veces llegas a la casa y la cocina está ahí­, en total anorexia, porque a él le enseñaron que lo calderos solo eran cosa de mujer, como si entrar en contacto con el recipiente frí­o, con la olla inerte, fuera a provocar la pérdida prematura de todas sus testosteronas.

Antes las cosas eran diferentes, te cuenta la abuela, esa señora de más de 90 años que siempre tuvo la estirpe de una mambisa cubana y no creyó en normas, ni convenciones. De ella, fue que mi madre aprendió que el trabajo siempre tení­a que ser el primer marido de una mujer.

Gracias a Vilma, y a una Revolución que sacó a las jóvenes de la cocina para abrirlas al mundo del conocimiento, logramos hoy tener voz. Por eso, no podemos conformarnos y menos callarnos ante el dolor de una amiga que no es feliz junto al hombre que la maltrata, pero que sigue ahí­, porque de tanto aguantar perdió la noción de lo que es en realidad el amor.

Y es que ella le tiene miedo a la soledad, a enfrentar la vida con sus hijos pequeños y queda ahí­, a la intemperie de la duda, náufraga de fuerzas para continuar.

Piensa que ya no es tan atractiva como antes, como si eso importara. Porque nosotras somos más que nuestras curvas, que el creyón rojo que usamos o no según nos plazca, somos más que nuestros pechos, más que el hueco en nuestro ombligo, más que nuestro sexo, más que el lazo rosado de la cabeza…

Somos lo que decimos, lo que pensamos, somos nuestros miedos y luchas, nuestros ideales y nuestra fe. Somos más que una foto. Somos mujeres, que es lo mismo que decir: somos todo aquello que queramos ser.

Comentar