Juventud desvinculada: vidas en pausa

Ellos, los ninis cubanos, no aparecen contemplados entre los 20 millones de latinoamericanos económicamente inactivos que ni estudian ni trabajan. 

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Ninis en la sociedad
(Foto: Tomada de Internet)
Yinet Jiménez Hernández
Yinet Jiménez Hernández
2045
18 Junio 2019

                                       La juventud es el descubrimiento de un horizonte inmenso, que es la Vida. José Enrique Rodó (1900)

Ellos, los ninis, ni estudian ni trabajan. Andan de un lado a otro, con la vida en stand by, a la espera de que un milagro los zarandee y les eche en cara que están tirando su juventud por la borda. Con suerte, alguien los sacará del bache antes de que logren esfumarse los mejores años de sus vidas.

Ellos, los ninis cubanos, no aparecen contemplados entre los 20 millones de latinoamericanos económicamente inactivos que preocuparon a los gobiernos regionales en 2018. Y aunque en la isla estos adquieran significaciones propias, aquí­ están: de brazos y piernas cruzadas, esperando a que sus familias les lleven el pan a la boca.

Ninis en la sociedad
Aunque los conflictos de los ninis varí­an considerablemente de una sociedad a otra, resulta muy común que estos jóvenes adolescen de una perspectiva al futuro. (Foto: Tomada de Internet)

No hablamos de una generación de «vagos », sino de grupos poblacionales heterogéneos, vulnerables, proclives a estar inmersos en escenarios futuros de marginalidad y desigualdad. Hablamos de ninis pobres y de ninis «ricos », que tampoco aportan a la sociedad, pero se escudan en la única diferencia que tienen a su ¿favor?: el acceso al dinero.

Las condicionantes económicas de nuestro paí­s han complejizado las realidades sociales vertiginosamente. Por ello, analizar sus fenómenos constituye una responsabilidad enorme. Gracias a la colaboración del Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ), una organización no gubernamental con estatus consultivo en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, Vanguardia se aproxima a las problemáticas de este grupo social.

¿Ninis en Cuba?

El vocablo «nini » (Neet: not in employment, education or training) surgió en 1999, como reacción a la cultura juvenil de fin de siglo que impulsó a una gran cantidad de británicos de entre 16 y 18 años de edad a desvincularse escolar y laboralmente. Su uso ha ido sufriendo transformaciones, crí­ticas y enjuiciamientos a lo largo de los años, pero continúa conceptualizando la población joven inactiva, hasta los 24, 30 o 35 años de edad, en dependencia del estudio.

La máster en Ciencias Marí­a Josefa Luis Luis, jefa de la lí­nea de investigación sobre la Inserción laboral de los jóvenes del CESJ, aclara a Vanguardia que «en Cuba, no es común utilizar el término, aunque en el marco de la academia sí­. Probablemente, exista una visión prejuiciada porque es utilizado en otros contextos, donde los factores condicionantes no son estrictamente iguales.

Ninis en la sociedad
(Foto: Yinet  Jiménez Hernández)

«Del mismo modo, otros investigadores cuestionan su utilización por carecer de suficientes fundamentos teóricos, considerarlo peyorativo o por hacer referencia a una etapa por la que transitan determinados grupos de jóvenes », explica quien también coordina, a nivel nacional, la Red de Investigadores sobre Juventud.

«Desde hace muchos años se ha utilizado el término “desvinculados del estudio y el trabajo” para identificar a los jóvenes sin un ví­nculo formal con instituciones docentes y laborales. Esta caracterización no siempre los sitúa como personas que no trabajan, ya que una parte considerable de ellos ha declarado que lo hace de manera informal ».

Ilustración de Martirena
(Ilustración: Martirena)

Los conflictos de los ninis varí­an considerablemente de una sociedad a otra. Según Luis Luis, algunos elementos que caracterizan a estos jóvenes en Cuba resultan la heterogeneidad de su procedencia social, edad, el sexo, color de la piel, nivel de escolaridad, las expectativas e, incluso, los efectos psicológicos que les genera un determinado estatus social.

Asimismo, las fuentes de ingreso constituyen una variable a tenerse en cuenta, pues llegan a determinar conductas y relaciones con otros grupos sociales. La analista agrega que «muchos reciben remesas familiares y tienen un nivel de vida por encima de la media de la juventud. Otros, que están en una situación de mayor desventaja, son propensos a vincularse con actividades ilegales y delictivas ».

Tú eliges: ¿Ni presente ni futuro?

Sergio (20 años) no aprobó las pruebas de ingreso para optar por una carrera universitaria y cumplió, durante dos años, el servicio militar activo. Después de ese periodo, su vida quedó en un limbo.

«No aguanté el tiempo que debí­a para obtener la orden 18. Querí­a ser “libre”. Me dedicaba a dormir y salir con el dinero que me daba mi familia. A veces, vendí­a alguna pieza de ropa: así­ podí­a pagarme las fiestas y el vicio de fumar ».

Cuando nos referimos a los jóvenes desvinculados, muchas veces pensamos en ambientes familiares disfuncionales, expuestos a la marginalidad. Este no es el ejemplo, pues Sergio creció en un hogar equilibrado, de padres universitarios, aunque con bajos ingresos económicos. ¿Qué falló?

Algunos estudios realizados en el territorio nacional, confirman una profunda influencia ideológica, provocada por la pérdida que los jóvenes les confieren a los valores «estudio » y «trabajo » tal como los define el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello. Es decir, no los vislumbran como los medios a largo y corto plazos para solventar las más básicas necesidades del hogar.

Ninis en la sociedad
(Foto: Tomada de Internet)

Por ello, íngel (24 años) nunca consideró que la escuela fuera una opción para él. «Yo sabí­a que estudiar una carrera no me darí­a nada. ¿Para qué querrí­a un tí­tulo si no iba a ganar dinero por él? Mi abuela y mi padre lo sabí­an: ellos insistí­an en la necesidad de que me vinculara, al menos, a un trabajo, no para mi manutención, sino para sacarme del mundo de los videojuegos, al que me habí­a metido durante todo el tiempo que estuve en la casa sin hacer nada ».

La apreciación del «trabajo » adquiere peligrosos matices entre los cubanos, que asumen la desocupación como una «suerte ». «Si tienen quien los mantenga… », «Así­ quiere vivir cualquiera en este paí­s… », fueron criterios de entrevistados a quienes se recurrió para conocer su apreciación sobre el tema.

«Mis amigos nunca me juzgaron por estar de vago, como dicen en mi casa. Ellos tampoco estudian: ganan dinero fácil, en un trabajo informal. Ni las novias que tuve en ese tiempo me hablaron al respecto. Mi papá me obligó a vincularme a un puesto de trabajo », dice Sergio, que hace muy poco tiempo consiguió una plaza como técnico informático.

Sin embargo, ha llegado a cuestionarse si debí­a «colgar los guantes », regresar a la casa, aunque no recibe un solo centavo del exterior y reconoce que ha pasado necesidades. «No me puedo quejar, porque mi puesto es lo más cercano que encontraré a no hacer nada », declara con sinceridad y asegura no saber qué quiere para su futuro.

Ninis en la sociedad
Aunque no es una constante, un gran por ciento de los ninis latinoamericanos provienen de hogares no funcionales, cuyos padres desconocen las preocupaciones de sus hijos. (Foto: Tomada de Internet)

Ana (18 años) vive en un matriarcado que le enseñó el sacrificio para mantener el hogar. No obstante, cuando logra emplearse «resiste » pocos meses y vuelve al punto inicial. «Mi familia, que es toda “hembra”, necesita que la ayude, porque ya soy una mujer. ¿Pero qué puedo hacer cuando no encuentro un trabajo que me convenga? En lo que el palo va y viene, mi marido me mantiene ».

Algunos casos femeninos suman cuestiones de género como el matrimonio precoz, el embarazo adolescente, la presión de las relaciones matrimoniales o el rol de cuidadoras de enfermos en el hogar. Tanto así­ es que las mujeres representan dos tercios del total de este sector poblacional en América Latina, su rostro más visible.

Juventud desvinculada: peligro latente

Las nuevas tecnologí­as y el consumismo posmoderno no fundamentan por sí­ solos la autoexclusión, desigualdad, insatisfacción y desesperanza de los jóvenes, cuyas vidas se mantienen en pausa. Tampoco podemos vernos reflejados en el espejo de la región, pues nuestras condicionantes son otras.

«Este asunto adolece de muchas imprecisiones y requiere una atención diferenciada, pero consideramos que ha permanecido en la agenda polí­tica del paí­s y de la actividad investigativa », señala Marí­a Josefa Luis Luis.

«Las estadí­sticas que produce la ONEI sobre empleo, permiten hacer determinados análisis e inferencias sobre el asunto. El CESJ ha estudiado el tema durante más de quince años ».

Si bien la tasa de ninis en Cuba no puede compararse con la media regional o mundial, no dejan de alarmar los riesgos asociados a la improductividad, el decrecimiento de la economí­a, el aumento de la marginalidad, la delincuencia, la inclinación hacia las adicciones y el peligro de la desintegración social.

Ninis en la sociedad
Los jóvenes desvinculados dependen económicamente de sus familiares, a pesar de que muchos de ellos superan el mí­nimo de edad laboral. (Foto: Tomada de Internet)

Amparados por uno de los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la Organización de Naciones Unidas (ONU) traza estrategias que erradiquen este mal social. Cuba no se queda rezagada.

Yoendry Machado Cubelos, especialista de Prevención, Asistencia y Trabajo Social de la Dirección Provincial de Trabajo en Villa Clara, asegura que el sistema interdisciplinario para insertar socialmente a los jóvenes desvinculados no falla.

«En cada territorio existe una Comisión de Prevención y Atención Social. Desde la comunidad caracterizamos no solo a los jóvenes y a sus familias. Cada trabajador social atiende entre 600 y 700 hogares, de conjunto con otros organismos.

«Si están en edad de estudiar realizamos un programa de acciones conjuntamente con Educación. Por el contrario, si necesitan trabajar, ofertamos oportunidades a través de la bolsa de empleo o las actividades por cuenta propia. Contamos además con los programas de adiestramiento de la FMC, los cuales ofertan cursos muy prácticos que ayudan en el futuro a conseguir un puesto de trabajo de calidad », especifica Machado Cubelos, no sin antes advertir que algunos rechazan las ayudas o no están en la disposición de insertarse socialmente.

Los más jóvenes tienen derecho a experimentar y descubrir tanto como quieran. Nadie puede obligarlos a enrumbarse por caminos en contra de su voluntad. Lo que no puede suceder es que la ociosidad injustificada, dañina, mantenga al margen a parte de una generación que garantiza el futuro. Los peligros acechan. Puede que, mañana, la necesidad de fuerza laboral pase factura a un paí­s demográficamente envejecido.

No se olvide nunca la máxima de Carles Feixa, un cientí­fico que ha logrado captar la esencia del «nuevo » siglo: el estudio de las juventudes es una de las formas más fecundas para seguir el ritmo de la evolución social de una nación.

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