Los secretos nativos de Marta

¿A cuánto ascendí­a su riqueza? ¿Cuál fue el destino de sus descendientes? ¿En qué ideas trabajaba cuando murió? Vanguardia responde acerca de los secretos nativos de La Benefactora

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Marta Abreu
(Foto: Tomada de Internet)
Yandrey Lay Fabregat
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02 Julio 2019

En el año 1945, cuando se cumplí­a el centenario del nacimiento de Marta Abreu, su nieto Luis vino a Santa Clara. Mientras paseaba por el parque Vidal, un muchacho se ofreció a limpiarle los zapatos. El visitante aceptó, pero durante todo el tiempo estuvo mirando con admiración la escultura que representa a la benefactora villareña. «Bonita la patrona, ¿no? », exclamó el muchacho como para romper el hielo.

Marta Abreu
Doña Marta Abreu de Estévez.  (Foto: Tomada de Juventud Rebelde)

«Claro, si es mi abuela », respondió Luis. El limpiabotas sonrió: «Si esa es tu abuela, yo soy el presidente de la República ».

Aquel señor con acento francés contó al chico algunos pasajes de la historia familiar. Ambos quedaron complacidos. Uno, por desempolvar los anaqueles de la memoria; el otro, por acceder a un testimonio insólito.
 
Ahora, conmemoramos el centenario de su muerte. De Marta Abreu conocemos la generosidad y el espí­ritu patriótico. Sin embargo, algo pasa desapercibido. Como sucede comúnmente, quizá lo más importante: la persona. ¿A cuánto ascendí­a su riqueza? ¿Cuál fue el destino de sus descendientes? ¿En qué ideas trabajaba cuando murió? Algunas de estas y otras interrogantes fueron planteadas en un diálogo con el licenciado Juan Manuel Fernández Triana, especialista del Centro de Patrimonio Cultural, quien falleció el 9 de marzo de 2018.

¿Por qué Marta Abreu, si el apellido de su padre era González-Abreu?

Su abuelo español fijó el apellido González-Abreu. Una costumbre en esos tiempos, sobre todo en las familias adineradas. El padre de Marta, Pedro Nolasco, eliminó el González. No obstante, en algunos libros de la época ella aparece como Marta de los íngeles González-Abreu y Arencibia de Estévez.

Se habla con frecuencia de la gran fortuna de Marta Abreu. ¿Se podí­a comparar con la riqueza de los grandes potentados de la época?

Juan Manuel Fernández Triana
«La creación de un grupo de estudio sobre la vida y obra de Marta Abreu abrirí­a nuevas perspectivas en la conservación histórica de Santa Clara », afirmó Juan Manuel. (Foto: Archivo)  

Su familia hizo dinero con la importación de trigo y el comercio. Tení­an tierras. También, un ingenio en el ahora municipio de Encrucijada, el Dos Hermanas. Luego compraron otro, el San Francisco, en Cruces.

Si se observa bien, estas propiedades de los Abreu no son tan significativas como las de Aldama, Domingo del Monte, Francisco Vicente Aguilera, los potentados de ese momento. Asimismo, la fortuna tuvo que dividirse en tres partes a la muerte del padre. La genialidad de Marta Abreu reside en que ella no solo dio a Santa Clara muchas instituciones útiles, sino que creó las condiciones necesarias para que ellas pudieran sostenerse por sí­ mismas.

«Existe un reglamento con casi 40 cláusulas que registra la utilización de los fondos provenientes del teatro La Caridad. Una parte para el asilo, otra para la escuela, un porcentaje para el dispensario. Se dividí­an a partes proporcionales entre diferentes fundaciones de Santa Clara ».

Además, donaciones de incuestionable calidad; por ejemplo, el teatro ha vivido en tres siglos...

Se preocupaba por que las obras no solo tuvieran un buen acabado; también, que fueran elegantes. Le gustaba utilizar el dinero con racionalidad. Ella no vio sus obras como una limosna, sino con el objetivo de elevar la dignidad de la ciudad, de los santaclareños. Otro ejemplo, los lavaderos.

Lavadero público en Santa Clara, obra de Marta Abreu
Lavadero público en Santa Clara, obra de Marta Abreu. (Foto: Archivo)

«Una vez Marta viajaba en tren por Suiza en compañí­a de Carlos de la Torre, el gran naturalista y también el preceptor de su hijo Pedro Nolasco. Vieron unas mujeres lavando en el rí­o. Marta le dijo a Carlos: “Se me ha ocurrido una idea, voy a hacer unos lavaderos en Santa Clara”.

«Ahora los rí­os han perdido caudal. Pero en aquella época fueron una idea impresionante. Cada lavadero tení­a una bomba de agua, para que las mujeres no tuvieran que ir al rí­o a abastecerse. Los portales anchos permití­an colgar la ropa debajo de ellos en los dí­as nublados. Allí­ podí­an llevar a sus hijos y dejarlos jugando.

«Durante casi 40 años las mujeres de la ciudad utilizaron estas instalaciones. Después, el hijo de Marta los donó para construir aulas para niños ».

Marta Abreu y sus hermanas contribuyeron al mantenimiento de la escuela San Pedro Nolasco para niños pobres. (Foto: Cortesí­a del Centro Provincial de Patrimonio)

El alumbrado público le trajo problemas con las autoridades españolas...

Santa Clara fue una de las primeras ciudades de Cuba que tuvo alumbrado público. Marta pagó esa obra. Contrató los servicios de una compañí­a francesa. A los 14 meses ya existí­a el servicio, en marzo de 1895.

«Habí­a comenzado la Guerra de Independencia. Entonces el Gobierno entendió que el alumbrado público era una obra impulsada por Luis Estévez, el esposo de Marta, para fomentar la rebeldí­a en el centro del paí­s. Ellos tuvieron que marchar al exilio.

«Marta, al saber que tení­an que dejar el paí­s donó la nueva planta eléctrica al Ayuntamiento. Así­ los obligó a perfeccionar el sistema, además de responsabilizarlos con el buen funcionamiento ».

Planta Eléctrica de Santa Clara
Planta Eléctrica de Santa Clara. (Foto: Cortesí­a del Centro Provincial de Patrimonio)

Marta colaboró de forma decisiva con los fondos para apoyar la Guerra del 95. ¿Existe un estimado de a cuánto ascendió la entrega, según los valores actuales?

Por cheques, Marta ingresó al Partido Revolucionario Cubano 120 000 pesos. Casi otra cantidad igual se fue en ayuda a expediciones, armas y otras actividades.

Obelisco
Obelisco a los padres Conyedo y Hurtado de Mendoza, una obra insigne de Marta Abreu; al fondo, el teatro La Caridad. (Foto: Archivo)

«Serí­a muy difí­cil calcular a cuánto ascenderí­a según los valores actuales. No obstante, te puedo dar un dato fiel: armar un soldado en aquella época costaba cerca de seis pesos. Imagí­nate, se habrí­an armado 20 000 soldados con el dinero que, a través de cheques, entregó Marta Abreu al Partido Revolucionario Cubano.

«Pero además brindaba otra clase de apoyo. Me han contado que Marta iba a las fiestas del cónsul español en Parí­s y se interesaba por la situación en Cuba. Después le enviaba esa información a Estrada Palma ».

Sin embargo, el extranjero fue más duro para ella que para cualquier otra persona.

Sí­, Marta era una mujer muy apegada a sus raí­ces. Durante todo el tiempo que Luis Estévez ocupó el cargo de vicepresidente de la República, ella vivió en la capital. Pero vení­a a pasar los veranos en Santa Clara.

«Durante el exilio estaba más al tanto de la situación cubana que los que permanecí­an aquí­. Afrontó muchas dificultades con los idiomas. En una carta escribió: “Decididamente estoy condenada al español”. Aprendió el francés a trozos y nunca se sintió cómoda con el inglés. Sin embargo, declinó la opción de establecerse en España. Era la metrópoli que tení­a apresada a su patria ».

Al parecer se ha perdido la huella de los descendientes de Marta.

De su matrimonio con Luis Estévez tuvo dos hijos: Pedro Nolasco y una niña que murió al poco tiempo de nacida. Pedro contrajo matrimonio con Catalina Lasa en 1897. A la pareja le nacieron tres vástagos: Luis, Pedro y Marta.

Eusebio Leal, historiador de la ciudad de La Habana, colocó una ofrenda floral en la tumba de Marta Abreu en el Cementerio de Colón.  (Foto: Cortesí­a del Centro Provincial de Patrimonio)

«En el 1905 Luis Estévez renunció al cargo que ocupaba. Casi al mismo tiempo, Catalina Lasa abandonó a Pedro para casarse con el multimillonario Pedro Baró. Los pormenores de este hecho son harto conocidos. El mismo Papa disolvió el matrimonio entre Catalina y Estévez Abreu. Uno de los primeros divorcios en Cuba. Marta nunca se recuperó de ese golpe.

«Ella se construyó una casa donde ahora se encuentra la Galerí­a Provincial y dijo que querí­a morir ahí­. Nunca la habitó. Cuando terminó la construcción trajeron los muebles de La Habana. Se los tuvieron que volver a llevar ya que su esposo habí­a sido elegido presidente de la República. Tení­an que ir a la capital. Luego se marcharon a Francia de nuevo y nunca más volvió. Los niños quedaron bajo la custodia de Pedro Nolasco. Después de la muerte de Marta, su hijo contrajo matrimonio en Francia. Tuvo otra hija, Monique. Después se perdieron en la historia ».

  ¿Cómo fueron las relaciones entre Marta y su esposo?

Se conocieron en La Habana. Luis se graduó de Leyes y era bien dotado para los negocios. Una persona muy cuidadosa. El padre de Marta no querí­a que se casaran porque él era pobre. Además, Luis era cuatro años menor que ella.

Marta Abreu y Luis Estévez
Marta Abreu y Luis Estévez. (Fotos: Tomadas del periódico Trabajadores y Ecured)

Uno completaba al otro. Marta Abreu tení­a una mente imaginativa, él poseyó el don de llevar las obras hasta sus últimas consecuencias. Era un hombre honesto, ecuánime. Todo el dinero que ganaba lo utilizó para ayudar a su madre.

Una de las hermanas de Marta se casó en segundas nupcias con Joseph Grancher, un médico francés que colaboró con Pasteur. En la tumba perteneciente a la familia de ese señor depositaron los restos de Marta. Luis Estévez iba todos los dí­as al cementerio y se echaba a llorar sobre la losa funeraria. Aguantó 33 dí­as. El dí­a 4 de febrero se mató de un disparo. Ambos solicitaron, en sus respectivos testamentos, ser enterrados juntos.

Hay quien dice que solo el tiempo otorga el verdadero reconocimiento. Marta Abreu en vida contó con la gratitud de sus contemporáneos.

Marta era una mujer poco expresiva, seria, modesta. Le disgustaba cualquier alabanza a su obra. Pero varias veces la ciudad le mostró su agradecimiento y no pudo negarse.

«Con especial recuerdo se guardan los relatos de la inauguración del sistema de alumbrado público. La tradición popular la calificó como las fiestas más hermosas de que se tení­an memoria. Ella vino a la ciudad. Por dondequiera habí­a carteles que decí­an: “Marta, Santa Clara te quiere”, “Marta, la gran santaclareña”, “Bienvenida, Marta”.
 
  «En la Plaza Mayor levantaron una torre de madera, réplica de la Torre Eiffel. Tení­a 28 metros de altura y estaba cubierta de luces. ¿Te imaginas? Incluso, planificaron una gala en el teatro, donde Pedro Nolasco le recitó un poema compuesto por él mismo. Se titulaba: “A mi madre” ».

Torre Eiffel en Santa Clara
La réplica de la torre Eiffel se construyó en la Plaza Mayor de Santa Clara, en febrero 1895. (Foto: Archivo)

También, el homenaje de artistas.

Sí­, porque también se preocupó por la cultura. Aún hoy existe en La Sorbona una sala dedicada a la cultura cubana que fue creada por Marta Abreu. Hemos visto el monumento en el parque. Se conocen varios textos sobre su vida y obra.

«Los poetas le dedicaron versos. Conozco una poesí­a de Antonio Vidaurreta ílvarez; la de la poetisa puertorriqueña Lola Rodrí­guez, amiga de Marta, en la que se dice que Marta y Villa Clara son una sola cosa. Cuadros de Aurelio Melero y el muy conocido: Marta Abreu y los pobres, que representa la composición étnica de la población villaclareña de la época.

Tarja develada por el pueblo de Santa Clara el 2 de enero de 2009, en ocasión del centenario de su muerte. Ubicada en el teatro La Caridad, su obra insigne. (Foto: Archivo)

«En el Museo Provincial tenemos un retrato suyo pintado por Armando Menocal, quizás el mejor retratista de la pintura cubana. El mismo hombre que pintó a Maceo y Martí­. Era un homenaje que ninguna riqueza podí­a comprar ».

  ¿En qué proyectos trabajaba Marta Abreu cuando la muerte la sorprendió?

Querí­a que se trasladara la capital de Cuba para Santa Clara. Hizo esta sugerencia durante la campaña electoral de José Miguel Gómez. José Miguel fue el primer gobernador de la provincia de Las Villas. Él y Marta se conocí­an de cerca. Ella le explicó que Santa Clara se encontraba en el centro del paí­s, tení­a la infraestructura necesaria. Y que si esta no resultaba suficiente, ella se encargaba de recaudar los fondos necesarios.

  «Todaví­a quedan muchas interrogantes por resolver en la biografí­a de Marta Abreu. Quizás en un tiempo futuro se pudieran dedicar esfuerzos y recursos a trabajar en ello. Serí­a muy buena idea fundar un grupo de estudio dedicado al tema. Nuestra coterránea lo merece ».

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