Che necesario

Un Che Guevara que sigue «bregando dulce y tenaz por la dicha del hombre»

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Che Guevara
(Foto: Tomada de Internet)
Mercedes Rodríguez García
Mercedes Rodrí­guez Garcí­a
5648
08 Octubre 2019

No, no es como entonces. No es el mismo, ni es otro muy distinto. Ni siquiera es exactamente el de los huesos salvados y memorializados en la emblemática cripta de la Plaza más guerrillera de esta isla.

Pudiera decir que como el buen vino su calidad humana y el tiempo de fermentación nos lo han devuelto irrepetible, inimitable, renovado, irreconciliable con imperialistas, oportunistas, burócratas, timoratos, adulones, mentirosos y chapuceros.

Porque de su marcha transcontinental con botas de siete leguas no regresó personaje, sino hombre perpetuado en ideas. Y porque también los iconos hacen falta para identificarnosavivado en afiches, llaveros, manillas, bolsos, jarras, zapatos deportivos, pulóveres, camisetas, remeras, mochilas, gorras y pasamontañas, y otros productos no tan «adorables » marcados con su firma o su imagen, la de Korda.

Y sí­. Al cabo de 52 años recorre el mundo convertido en leyenda. Pero no en fantasma, ni en dogma ni en credo. Si acaso en basamento de pobres, miserables, explotados, desplazados e indignados de los cuatro puntos cardinales.

Che Guevara
(Foto: Tomada de Internet)

Y muy aparte, ajeno a circunstancias, fechas o asuntos, debo decir que de aquí­ nunca se ha marchado. Está. Reintegrado a la memoria de contemporáneos y extemporáneos, y por derecho y deber, habitándonos a tantí­simos cubanos que lo acogimos comandante, ministro y nacional querido.

Pudiera ser asunto de leer o releer, de estudiar y contextualizar sus artí­culos, que nos dejó bastante. Pero nunca de clonar ni trasplantar al í­dolo, que de carne y huesos fue, sino de ponerle contenido humano y de pensamiento al mito, al que soñó con el hombre nuevo, el Hombre del Siglo XXI; al que ponderó el papel de la conciencia, del trabajo voluntario, de los sindicatos y de la emulación en la construcción del socialismo; al que abrazó los movimientos de liberación en ífrica, Asia y América Latina.

Ya nada es como entonces, pero a escala planetaria es, y la isla sigue única, luminosa, irredenta, aunque en cuestiones materiales siempre perseguida y torpedeada por el desabrido vecino del Norte, y un aluvión de propaganda mediática, cáustica y venenosa, empeñado en quitarnos el sueño y el empeño de ser algún dí­a como él, revolucionario como él: «Sobrio, tranquilo y tajante », que «Ni un solo instante se perdió en flojeras, nimiedades, jactancias, quejas », a decir de Samuel Feijóo.  

Reencarnado. Sí­, «después de tanto tiempo y tanta tempestad ». Aunque algunos se burlen y a algunos les duela, volvió de La Higuera, viva la utopí­a, revolucionario de América, faro, brújula, camino.  

Y volvió sonriente, pero con la mano en la maza, matador de canallas, para seguir pensando, hablando y actuando en consecuencia, para que teorí­a y práctica, decisión y discusión, dirección y orientación, análisis y sí­ntesis, no dejen de ser nunca «contraposiciones dialécticas » que pidió dominar a los administradores revolucionarios.  

Aquí­ lo tenemos. Sigue médico, polí­tico, guerrillero, escritor, periodista, ideólogo, comandante inmanente de la Revolución cubana. Estoico, sacrificado,  combativo, internacionalista, proletario, sin prejuicios, chovinismos ni egoí­smos, «bregando dulce y tenaz por la dicha del hombre » escribió Benedetti. Naturaleza única, paisaje innombrable.  

Recojamos su lluvia, retomemos su sol.

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