
Todo comenzó con una bazucazo certero hacia la altura opresiva del cuartel. Grande fue el estruendo y las huestes tiránicas no pudieron con la fuerza redentora que pujaba en las montañas. Gí¼inía de Miranda lo agradeció aquella mañana de octubre.
¡En la unión está la fuerza!; bien lo sabía el Che, que aglomeró a los fieles e hizo del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, el Partido Socialista Popular y el Ejército Rebelde un brazo único presto a la epopeya.
Las navidades de 1958 tenían que ser diferentes, un país grávido de libertad ansiaba lograr un feliz y pronto parto. Desde Oriente las columnas No. 2 Antonio Maceo y No. 8 Ciro Redondo avanzaron para liberar Las Villas.
Doblegar y tomar las instalaciones enemigas y aunar al pueblo devenía objetivo primordial. Varias fueron las batallas, las hazañas heroicas, las muestras de altruismo, los mensajes de convite.
Pues con «fiebre bélica », se empuñan las armas, se aplican las estrategias, se aprietan los cinturones, se teme sin miedo a doblegarse, se «explica, enseña, enardece ».
En Placetas la ofensiva duró unas 13 horas. El 23 de diciembre las ondas de la emisora local notificaron que la Nochebuena sabría a emancipación y soberanía.Ese mismo día tropas del Directorio Revolucionario, a las órdenes del capitán Raúl Nieves y del teniente Víctor Dreke, atacan y toman Manicaragua. Se combate durante horas y ante la inminente derrota, los propios guardias incendiaron el cuartel y huyeron rumbo a Santa Clara. Así, el camino por el sur quedaba expedito para el ataque a la capital provincial.

Al norte, en Camajuaní, Remedios y Caibarién, los movimientos clandestinos locales eran cada vez más intrépidos, pero aún,quedaban a merced de los casquitos; mientras que en Zulueta los símbolos patrios se mostraban como estandartes de victoria desde el 21 de diciembre, gracias a la fiereza del Señor de la Vanguardia y los barbudos bajo su mando.
Tomar estas localidades era vital. Al mediodía del 26 de diciembre de 1958, Remedios es liberado. En lo más alto de la Iglesia Parroquial Mayor, una bandera gigante del M-26-7 atavió a los guerrilleros de la Columna Ciro Redondo.
En la tierra de chivos y sapos, ante el avance indetenible de los invasores, los efectivos de la tiranía se dieron a la fuga, una de ellos con larga lista de crímenes en su haber, el Látigo Negro, quien fue ajusticiado en un encuentro con las tropas de Camilo en el camino de Los Pinos, actual asentamiento rural Tarafa. Por su parte, Roberto Rodríguez, el valeroso Vaquerito, se ocupó de conquistar el Cuartel de la Marina y el Cuartel Caibarién en la Villa Blanca.
Pero tenían ante sí la misión más cruenta: obsequiar al pueblo su Santa Clara, que se encontraba en manos de más de tres mil soldados enemigos con artillería pesada y un tren blindado. El coraje a prueba de balas, el compromiso para con los suyos, la confianza ciega en una rápida explosión popular, el entusiasmo y la fe, descarrilaron a un régimen.
¡Cuánta proeza y sabor autóctono!, ¡cuánta solidaridad y apoyo! No importa credo, raza o género cuando la patria empuja. Sagrados aquellos hombres y mujeres que asistieron el alumbramiento de una Revolución triunfante. Gracias por el futuro y las conquistas, por la virtud y el ejemplo, por invitar a erigirnos a su estatura moral.