
Nada como estar en casa estos días donde la COVID-19 ha jugado sucio con nuestra resistencia emocional. Lo saben quienes estuvieron lejos mientras las aerolíneas suspendían los vuelos y una avalancha de compatriotas imploraban, desesperados, un avión que los trajera de vuelta a la patria.

Todavía Félix Santos García está como en shock, y mientras cuenta las peripecias de un viaje con enemigos invisibles, puedo notarle saltos en el estómago. Dice que todo comenzó el 21 de enero cuando partió a República Dominicana con su esposa y un colega de trabajo.
En aquel entonces el coronavirus sonaba como a película apocalíptica.
Tardaron dos meses para que estos profesores de la Facultad de Ingeniería Mecánica e Industrial, de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas, sintieran la presión de la COVID-19 en tierra extranjera.
Primeros casos en República Dominicana
«Las actividades docentes fueron suspendidas y nosotros, los profesores, pasamos a trabajar desde nuestros apartamentos. Con los días comenzó un incremento progresivo de los enfermos y, también, de las medidas del gobierno dominicano. Solo salimos al mercado a acopiar lo que necesitábamos, pues teníamos hasta una plataforma para clases virtuales para interactuar con los alumnos ».
«Desde el primer momento nos mantuvimos prácticamente incomunicados, trabajando por Internet durante una semana. Sí, al principio fue una posibilidad quedarnos. Nos habíamos comunicado con las autoridades universitarias y ellas nos habrían garantizado los exámenes de la COVID-19 ».
Crece el peligro

«Pero, en esos días Copa nos confirmó que nuestros boletos aéreos de regreso, para el 24 de abril, estaban cancelados. Teníamos mucha incertidumbre. En tanto, crecieron exponencialmente los casos y llamamos a la embajada para iniciar el proceso de regresar a Cuba lo antes posible ».
El vuelo a Cuba
«Volamos apresuradamente a Santiago de Cuba en una pequeña aeronave para 19 cubanos. No sabíamos cómo iba a ser todo una vez estando en nuestra isla, si nos pondrían en cuarentena en el propio Santiago.
«Lo importante era salir de República Dominicana y estar en casa. El lunes pasado tomamos el avión y a la 6:00 a.m. ya estábamos pisando suelo cubano ».
El aeropuerto y el traslado
«En el aeropuerto las autoridades sanitarias estaban esperándonos para examinarnos y trasladarnos a nuestras provincias. Vinimos en un ómnibus por todo el país. No podíamos ni bajarnos en las paradas para evitar la transmisión en caso de que existiera algún contagiado.
«Estuvimos muchísimas horas en el camino, cansados, alterados... Horas sin estirar las piernas en una guagua. La incertidumbre de algún positivo a pocos metros. La tensión del viaje.
«Llegamos a Villa Clara y sentimos que los médicos gentilmente estaban para apoyarnos psicológicamente a todos los pasajeros.
«Puedo decir que estoy muy orgulloso de mi provincia ».
Aislamiento en el hotel Riviera. Tercer día*
«Llevo tres días encerrado. ¿Qué quisiera yo? Abrir mis cortinas, conversar con mi compañero de al lado, el profesor Raúl Alberto Pérez Bermúdez, decano de la Facultad. Pero, no. Nos comunicamos por clave de morse: dos golpes en la pared significa abrir Whatsapp para conversar un rato.
«Ha sido una situación que nadie desea, pero muy interesante. Cuando llegué aquí encontré a un amigo de la infancia. Lo primero que quería era darme un abrazo. (Sonríe). Nos sentimos mal si no lo hacemos porque es un problema cultural.
«Lo más importante ahora es tener mucha disciplina. A mis estudiantes, decirles que busquen en estos días una actividad que los ayude: leer, hacer ejercicios, interactuar por las redes sociales… Señores, estos días estén con sus familias… solo quédense en casa ».
*La entrevista al profesor Félix Santos fue realizada al tercer día de su aislamiento, por vía telefónica para evitar cualquier tipo de contacto con los arribados.