

Chávez tiene la voz rasgada cuando habla debajo de los platanales sobre la pandemia que azota al mundo y los estragos que deja entre los cubanos. A pesar de su avanzada edad, y en contra de las advertencias para que se mantenga alejado del trabajo, no deja de mirar los sembrados de viandas y vegetales, y orienta las faenas diarias.
Justo el jueves pasado, allá en la comunidad Sabino Hernández entre las primeras del país en asumir, tres décadas atrás, el programa de autoabastecimiento local, el hombre de estirpe campesina que tomó la dirección de la finca celebró su aniversario 74 de nacimiento. Con humilde sapiencia logra que la producción, los acopios y ventas contratadas registren impulsos continuos.
Cuando indago por los «resabios » de la edad, José Antonio Chávez Valdés sonríe por debajo del nasobuco que protege la boca y la nariz mientras conversa. De la labranza el hombre apenas se queja, excepto cuando enumera las limitaciones eléctricas y las afectaciones que tienen en los riegos de agua por aniego.
Disponen de dos yuntas de bueyes estables en el laboreo de los suelos, y aunque faltan algunos insumos para la fertilización y protección contra plagas y enfermedades, unas 23 hectáreas están sembradas en la finca y abastecen de manera constante a la población del consejo popular y a una parte de Manacas, en el territorio vecino.
Jesús Rumayor Denis, director de Agricultura Urbana en Santo Domingo, interviene en el diálogo que sostengo con Chávez. Alega que en la finca solo existen cuatro hectáreas sin cultivos, y pronostican estudios para sellar los campos a partir del desbroce de marabuzales y la adecuación de sistemas de irrigación.
Unas 250 toneladas de alimentos recogerán este año en los campos. Precisa que, incluso, la cifra aumentará con la aplicación de cultivos intercalados entre el plátano vianda y frutales en producción. Chávez concuerda con Rumayor Denis, y resalta que en la agricultura el hombre es definitorio para empeños superiores, y que en estos momentos de medidas higiénico-sanitarias para contener la propagación de la COVID-19 nada impedirá que lleguen alimentos sanos y seguros a la población.
Cuatro Palmas
En los límites entre Villa Clara y Matanzas, un punto de control médico y de desinfección de vehículos obliga a detener la marcha. El personal sanitario procede a las notificaciones de rigor en la toma de temperatura individual, el lavado de manos y la limpieza del calzado. Allí preguntamos por la finca de Luis Alcina Aguado, productor agrícola beneficiado con la entrega de tierra en usufructo.

El hombre acaba de regresar del parque central de Cascajal, lugar en el cual, junto a familiares, vendía mazorcas de maíz a precios módicos. Algunas, incluso, las regaló a los concurrentes sin importar pérdidas económicas. Los jueves, después de acopiar viandas y hortalizas, va allí con el ánimo de abastecer de alimentos a la población. «La unidad y la solidaridad de los campesinos no fallan », así lo asegura el campesino.
El punto de venta El Mamey, perteneciente a la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Rubén Martínez Villena, recibe mercancías que entregan los 272 socios. No carece de viandas, granos, hortalizas ni frutales. El centro constituye una fortaleza para la comunidad, y los campesinos dejan sus aportes y se afanan, en medio de la sequía, en la preparación de tierra para siembras de ciclo corto.
Alcina Aguado es miembro de esa CCS, y junto a familiares, entre los que destaca el hijo Disniel, recoge maíz tierno, y prevén siembras tempranas de arroz y otros cultivos varios. Por el acondicionamiento de los suelos no existen preocupaciones, comentó el padre. Ahí está prevista desde la tracción animal hasta el tractor, y agua para el riego de los campos. El cosechero está convencido de que los cubanos «venceremos la grave situación que atravesamos ».
Vista en el horizonte

Luis Yoan Díaz López, primer secretario del PCC y presidente del Consejo de Defensa Municipal, animó el recorrido de periodistas por áreas de la finca La Luisa, perteneciente a la CCS Conrado Benítez, en las cercanías del poblado del ingenio Carlos Baliño, en Santo Domingo.
Resultó una grata sorpresa encontrar la moderna minindustria de tecnología italiana, única de su tipo en el territorio y la provincia, asistida por los hermanos Vázquez Porta, destacados productores que ven en la instalación conservera el futuro de terminados para la comercialización local y la sustitución de importaciones.

La actual contingencia atenúa la puesta en marcha de una instalación que, en estructura fabril e instalación de equipos, rebasa el 92 % de ejecución. Osiris, uno de los hermanos, insiste en que no solo habrá fuente de empleo para pobladores de la comunidad, sino que en los picos de recolección también acopiarán cosechas que aportarán campesinos del municipio.
Unas 40 hectáreas de frutales con intercalamiento de cultivos de ciclo corto entre otros permanentes tienen en producción para abastecer la planta fabril que destinará las conservas, a granel, encurtidos o enlatadas, a la Empresa Agropecuaria dominicana. Por el momento, lo que está en el campo no se pierde: lo dirigen a la población.
Allí abundan la guayaba, la piña y la fruta bomba, y esperan por los despuntes del mamey, el mango, el aguacate y el limón. De sembrados tienen tomate, pepino, pimiento, boniato y también yuca, renglones que envían a mercados y conserveros estatales de la provincia para garantizar la alimentación del pueblo.