
Pocos podrían imaginar qué sienten ellos. Quizá, la identidad rota, con recuerdos malditos de lo que un día fueron y no lo serán jamás. Cargar una pesadilla oscura, constante. Vivir sueños de una razón sin sentido que produce monstruos.
Son tan pocos los que podrían entender sus mundos y sus miedos, que a veces hasta la familia se queda al margen, como escondida…
Sin embargo, otros «desconocidos » no. Quieren dar el pecho, aunque usualmente no les toquen aplausos. Los pacientes del Hospital Psiquiátrico Provincial Docente Dr.C. Luis San Juan Pérez, de Santa Clara, están preocupados por el retiro del Dr. Eduardo Rivera Venereo.

«Me preguntan qué va a ser de ellos cuando me vaya. Les explico que en la Psiquiatría hay mucha gente buena », dice mientras contonea a una paciente que llora porque extraña a su hijo.
Por sus manos han pasado jóvenes y no tan jóvenes; universitarios, médicos, militares, amas de casa, marginados sociales… Las enfermedades de la mente afectan sin distinción. «Lo que más le choca a uno son los jóvenes que debutan y notas que la evolución va a ser tórpida. La ansiedad de los varones por tener novias; la ansiedad de las muchachas por ser madres…, y saber que no van a poder ».
El Dr. Rivera guarda silencio por algunos segundos. De sobra reconoce que sus afirmaciones pueden escucharse descorazonadoras, duras como la vida misma.
«La Psiquiatría es como un estigma que se queda para siempre. Tú tienes cualquier otra enfermedad y evolucionas con ella; incluso, si te falta un miembro, vives. Pero si te funciona mal el cerebro, todo es diferente.
«Esquizofrenia significa “mente rotaâ€. Estas personas pierden sus motivaciones, necesidades, sus pensamientos: pierden sus vidas. En todo este tiempo de trabajo me han preguntado varias veces que cómo puede gustarme. Yo les explico, aunque este mundo no es muy entendible ».
Entre sus pacientes, el Dr. Rivera ha tenido «sobrinos », «hijos » y par de «esposas ». Lo cuenta y sonríe, porque su mirada comprende el dolor.
Otra alma generosa es la enfermera Disley Pedraza Pérez, quien hace ocho años dirige el tratamiento electroconvulsivo (electroshock). Ella cree que la cotidianidad regala experiencia y motivos para querer al paciente psiquiátrico, pues cada uno de ellos es especial.

«Desde que hice el ejercicio de pregrado me interesé por la Psiquiatría. Estos casosson un tanto difíciles de atender por el comportamiento. Ello da la magnitud de nuestra sensibilidad para poder acompañarlos ».
Pedraza Pérez, quien también ejerce como presidenta de la Asociación Cubana de Enfermería en la provincia, recuerda miles de historias: desde pacientes con desenlaces fatales, hasta personas que han olvidado sus nombres y que al cabo de los 10 o 20 años vuelven a recordarlos.
Impacta su rol en uno de los tratamientos más invasivos de esa especialidad de la Medicina. No obstante, la seguridad de esta profesional y la paz que transmite son tales que generan confianza.
José Pedro Morales Rodríguez, enfermero jefe de la sala 24, Urgencias, también carga con 38 años de trabajo por contar. «Todos los días me llevo una vivencia diferente. Cuando estoy frente a ellos pienso en su recuperación, en cuánto yo pudiera mejorar sus conductas, y en el agradecimiento de todos ».
Son tan pocos los que pueden comprender el universo de muchos incomprendidos que lidiar con la escasez de recursos humanos constituye la mayor batalla que los responsables de la institución deben afrontar.
En el contexto de la COVID-19 en Villa Clara, desde el primero de mayo un grupo de cuadros del sector de la Salud y de las organizaciones políticas y de masas del territorio apoyan la labor asistencial en dicho hospital psiquiátrico, como Regla Veitía Machado, enfermera intensivista.
«Por primera vez en 29 años que llevo en la profesión trabajo con este tipo de pacientes. Estoy muy contenta de prestar servicios y, aunque el primer día fue difícil para mí, estoy en disposición de ayudar en lo que Cuba necesite ».

Las palabras del afamado psiquiatra suizo Thomas Emmenegger constatan cuán decisiva resulta la empatía en una especialidad como esta. «Lo que cura es el afecto: no hay terapia sin simpatía ».
Enmascarados. Con la tensión propia de un contexto sanitario que no admite deslices. En el afán de que sus pacientes recuperen su «yo » verdadero. Nada más justo que la deuda de aplausos se traduzca en el deseo unánime de estos profesionales: tolerancia, más amor para sus pacientes y otra oportunidad para recuperar sus vidas.