
Un movimiento de trabajadores hacia entidades agrícolas se observa por estos días en Santa Clara, tras el abanderamiento de brigadas representativas de todos los sindicatos, a fin de apoyar la producción de alimentos en tiempos de la COVID-19.
El organopónico Las Marianas, perteneciente a la Empresa Agropecuaria Valle del Yabú que ostenta el nombre de las aguerridas mujeres que en 1994 partieron al surco en pleno período especial para hacer producir la tierra, resulta uno de los lugares que acoge a los nuevos refuerzos. A 26 años de constituido, sus 374 cámaras reciben el empuje de gente comprometida.
En reciente visita al lugar, encontré a Zeida Hernández González atareada junto a otros integrantes de la brigada 19 Mario Muñoz Monroy, del Sindicato de Trabajadores de las Comunicaciones, la Informática y la Electrónica, en el acondicionamiento de los canteros para proceder a la siembra de cultivos de ciclo corto.

Con el sudor corriéndole por la frente, la operadora del Centro de Atención Telefónico de Etecsa y secretaria de su sección sindical, detuvo por un instante su labor para hablarme de la importancia de esta contribución.
«La Revolución precisa de nuestros esfuerzos ahora más que nunca, cuando atravesamos una etapa tan difícil, para que los productos del agro lleguen a placitas, mercados y a los centros que atienden a enfermos o personas sospechosas de portar el nuevo coronavirus ».
En plena faena también se encontraba un grupo de informáticos de los Joven Club de Computación y Electrónica, liderados por su director, Carlos López López. Ellos, guataca en mano, acarreaban la materia orgánica para distribuirla en las cámaras.
El administrador de «Las Marianas », Juan Miguel Fonseca Acosta, destacó los aportes de estas brigadas para el rescate de uno de los organopónicos más grandes del país, donde unas 195 cámaras sembradas de ají, acelga, col, ajo porro y berenjena ya dan sus frutos.


Al indagar por el camión que en otro momento acercaba las ofertas del lugar a las barriadas santaclareñas con pregones contagiosos, manifestó que aún conservan esa tradición, ahora con recorridos por los repartos Vigía y José Martí, especialmente los fines de semana, acompañados de artículos elaborados en la minindustria del Valle del Yabú.
Otras fuerzas que mantienen en explotación las tierras están constituidas por jóvenes que cumplen con la etapa del Servicio Militar Activo, incorporados al Ejército Juvenil del Trabajo (EJT).
Alejandro González González lleva 14 meses en «Las Marianas »; allí ha aprendido el manejo de los suelos. Otro de los muchachos empeñados en hacer producir los canteros es Ewei Contreras Soca, vecino de la Vigía. Él, junto a otros 60 soldados, apoya las labores agrícolas en doble sesión, y se encuentran albergados en el campamento que dio vida al sitio insignia visitado por el Comandante en Jefe Fidel Castro el 29 de septiembre de 1996.
También en el organopónico La Riviera, la brigada del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, que lleva el nombre de Raúl Gómez García, eliminaba la hierba de las cámaras.
«Es una labor dura, pero nos comprometimos a aportar nuestro granito de arena y aquí estamos. Nos corresponde adelantar el trabajo para dar paso a la siembra », refiere Maricela Lara Ruiz, la secretaria general del gremio en Villa Clara.
«Contamos con colegas del Fondo Cubano de Bienes Culturales, Artex, artistas y músicos que dejaron a un lado su profesión para dedicarse a este trabajo. No podemos fallar ».

Al indagar por la recuperación de uno de los sitios que en otro momento se convirtió en baluarte de la agricultura urbana en Villa Clara, Rolando Gómez íguila, su administrador, me comentó que parte de las 350 cámaras se encuentran en explotación, con entregas para el consumo social con destino al Hospital Psiquiátrico y la Escuela Especial Regional Marta Abreu, donde permanecen abuelos del Hogar de Ancianos No. 3 de Santa Clara.
No obstante, han tenido que proteger a trabajadores de la plantilla, por su edad y por padecer de enfermedades crónicas no trasmisibles; ellos permanecen en sus viviendas para cumplir con el distanciamiento social y evitar contagiarse con la COVID-19.

Aquí la práctica del cultivo tapado aporta un nivel de ofertas permanente al punto de venta ubicado a la entrada del lugar, con pepinos, ajo porro, lechuga y otros surtidos. Aun cuando las ofertas no satisfacen toda la demanda, resulta una alternativa bienvenida por los vecinos de la Riviera.
Sin duda, las brigadas sindicales creadas para estimular el desarrollo agrícola favorecen el rescate de áreas productivas subutilizada, las cuales demandan un impulso para producir alimentos cuando la provincia y el país más lo necesitan.