Pablo Rivalta, el santaclareño que tomó el barrio del Condado

El combatiente santaclareño Pablo Rivalta falleció el 14 de junio de 2005, exactamente el mismo dí­a que nació el Che, su respetado jefe, al que le unieron varios hechos relevantes de nuestra historia.

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Pablo Rivalta junto a Ernesto Che Guevara en Tanzania en febrero de 1965.
El Comandante Ernesto Che Guevara durante una conferencia de prensa ofrecida en Tanzania el 18 de febrero de 1965, junto al embajador de Cuba en ese país, Pablo Rivalta Pérez (a la derecha). (Foto: Tomada de Internet)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
2406
15 Junio 2020

Tres hechos destacados de nuestra historia vincularon de manera estrecha al capitán del Ejército Rebelde Pablo Rivalta Pérez, con el Comandante Ernesto, Che, Guevara. El primero, la campaña invasora; el segundo, la toma de la ciudad de Santa Clara y el tercero, la epopeya guerrillera del Che en el Congo.

Y un cuarto, fortuito, pero también lleno de simbolismo: el santaclareño Pablo Rivalta, criado en el barrio humilde del Condado,  falleció el mismo dí­a del nacimiento de su querido jefe, del año 2005.

Poco se conoce de este santaclareño, quien supo elevarse desde su cuna humilde para convertirse en un destacado revolucionario. En invasor de la columna 8 Ciro Redondo, con el grado de capitán, y en jefe del pelotón de 50 hombres que, por encargo del Comandante Guevara, tomó sin disparar un tiro su querido barrio Condado, en diciembre de 1958, durante la Batalla de Santa Clara.

Pablo Rivalta, capitán del Ejército Rebelde.
Pablo Rivalta, capitán del Ejército Rebelde. (Foto: Tomada de Internet)

Por su condición de brillante maestro, graduado de la Escuela Normal de Santa Clara, y su militancia activa dentro de las filas del Partido Socialista Popular (PSP). Formación marxista,   el PSP lo  habí­a seleccionado en 1957 para subir a la Sierra Maestra, a solicitud del Che, quien necesitaba un maestro para dar clases en la escuela de reclutas de Minas del Frí­o.

Pablo hizo de su puño y letra la relación de la columna invasora, pues, como él mismo aclarara: «Por instrucciones del Che, hice varias relaciones de los futuros miembros de nuestra columna invasora, que empezamos en Las Mercedes y luego terminamos en El Jí­baro, Joel se equivoca al decir que esas relaciones que puso en su libro fueron escrita por el Che, esa letra es la mí­a. Recuerdo que nos trasladamos para ese lugar el 26 de septiembre y ahí­ continué haciendo las relaciones ».

Son méritos, de los cuales el Moisés Pérez de la invasión y el Niño del barrio del Condado, el hijo de Chucha, la santera más famosa, nunca hizo ostentación, pues la modestia y la rectitud del carácter siempre se lo impidieron.

Luego, tras el triunfo revolucionario, ocupó diversas responsabilidades. La más relevante fue que Pablo Rivalta, por encargo de Fidel, en su condición de embajador de Cuba en Tanzania, preparó toda la logí­stica para la llegada del Che al Congo, en 1965.

Formación del carácter

Pablo Rivalta Pérez nació el 26 de septiembre de 1925 en la calle San Pablo No. 61, entre Juan Bruno Zayas y Rí­o, en Santa Clara, de condición humilde y negro, dos estigmas que en aquella sociedad invalidaban cualquier posibilidad de progreso.

Desde pequeño se destacó por sus dotes intelectuales, y con el esfuerzo propio y el de la familia, logró matricular en la Escuela Normal para Maestros de su ciudad natal. Corrí­a el año 1942 y el joven Pablo tení­a 17 años

Allí­ sobresalió como buen estudiante y jugador de voleibol. Quienes lo conocieron recuerdan que gozaba del cariño y afecto de sus compañeros, y de la simpatí­a de las mujeres. Destacaba en las fiestas como excelente bailador.

Fue electo presidente del Comité de Alumnos y formó parte de la dirección de la Federación Nacional de Escuelas Normales. Una vez graduado, inició su vida laboral como maestro sustituto de la Escuela Primaria Superior «D », de la calle Candelaria, en su Santa Clara natal.

Amante de la justicia, quien de niño conociera la pobreza y discriminación racial, a partir de 1945 militó en el Partido Socialista Popular y durante finales de los 40 e inicios de los 50 del pasado siglo, no hubo batalla polí­tica en la que el joven maestro comunista no participara.

Sobresalió, en 1951, en la gran movilización tabacalera contra la máquina torcedora, y su barrio Condado fue, tal vez, uno de los más destacados del paí­s.

Tras el Golpe de Estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, en su condición de dirigente del gremio magisterial,  participó en diversas manifestaciones estudiantiles contra el régimen dictatorial. Junto a los dirigentes estudiantiles Osvaldo Herrera y Ramón Pando Ferrer estuvo en la llamada Jura de la Constitución, respuesta revolucionaria contra de los espurios Estatutos Constitucionales de Batista.

También estuvo presente en el pleno de la Asociación de Estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza que rindió homenaje al centenario de José Martí­.

Elegido miembro de la Dirección Nacional de la Juventud Socialista, participó, en 1955, en el V Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrado en Varsovia, capital polaca. En representación de Cuba, trabajó como secretario de la Unión Internacional de Estudiantes (UIE) y viajó por varios paí­ses de América Latina.  

En México conoció a Fidel Castro, quien por entonces preparaba la futura expedición del yate Granma.

En la Sierra Maestra

En 1957, el Partido Socialista Popular (PSP) le confió una tarea de suma importancia. Se necesitaba   un maestro con determinadas condiciones personales para impartir clases en la Escuela de Reclutas de Minas del Frí­o y se decidió que él fuera ese maestro. Así­ el santaclareño pasó a formar parte del Ejército Rebelde a las órdenes directas del Che.

Como maestro impartió clases de instrucción polí­tica a los bisoños reclutas que llegaban a la Escuela de Minas del Frí­o. Meses después, a mediados de 1958, el Che le encargó la responsabilidad de seleccionar a la tropa que lo acompañarí­a en la invasión hacia Las Villas.

Al salir el 31 de agosto de 1958 la columna invasora 8 Ciro Redondo desde El Jí­baro, en la Sierra Maestra, Pablo Rivalta fue designado jefe de uno de los pelotones de la vanguardia con el grado de primer teniente. En el trayecto, por su comportamiento y valentí­a, fue ascendido al grado de capitán.

De apuntes inéditos del propio Pablo son estas valoraciones: «Hay que destacar el entusiasmo con que salió la columna, la disposición que llevábamos por el cumplimiento de la misión encomendada, la voluntad de vencer todas las adversidades que se encontraban en el camino. No importaba el fango, lo intenso de la marcha, los ciclones, el pase de los rí­os crecidos, el hambre, la sed, lo despoblado de los lugares, los pies descalzos y enfermos (…)

«Lo duro de la situación nos hizo más compañeros, nos hermanó en la lucha. (…) Quien nos inculcó ese espí­ritu de compañerismo, independiente del nivel jerárquico que ocupara el compañero, fue el Che, siempre atento a la situación en que nos encontrábamos, siempre dispuesto a conversar y ayudar a sus viejos compañeros ».

En Las Villas, el jefe invasor lo nombró director de la escuela í‘ico López, en Caballete de Casas, y ante la inminencia de la toma de Santa Clara, a finales de diciembre de 1958, el Che lo mandó buscar para que tuviera el honor de entrar a su ciudad natal; en particular, a su querido barrio Condado, del que siempre se sintió hijo.

Al darle la misión, el jefe invasor le dijo: «Tu gente dice que las condiciones subjetivas no están creadas se referí­a el Che a la valoración que por entonces hací­a el Partido Socialista Popular, del cual Pablo era un activo militante, pero mañana vamos a tomar Santa Clara. Vas a entrar en el Condado y a saludar de mi parte a Chucha, tu mamá ».

Así­, el capitán Rivalta, el Niño, el hijo de Chucha, la santera más famosa del Condado, entró con 50 hombres a las humildes calles que lo vieron crecer y contando con el apoyo del pueblo, de su gente, que daba vivas al conocido e inesperado héroe, rindió al combativo barrio.

Después del triunfo revolucionario

Luego del 1.o  de enero de 1959, el capitán Pablo Rivalta Pérez ocupó diversos cargos dentro del Ejército. Primero, junto al Che en La Cabaña, lugar donde impartió clases a los soldados y oficiales; luego, en el sitio donde fueran más útiles y necesarios sus servicios.

Jorge Risquet, quien llevó a cabo la despedida de duelo del revolucionario villaclareño, afirmó, y cito: «Después del triunfo de la Revolución la vida de Pablo es bien conocida. Decenas de miles de milicianos se entrenaron en la base de San Julián, bajo su jefatura. Desde Oriente, le enviamos dos mil campesinos serranos ».

Ernesto Che Guevara junto a su esposa, Pablo Rivalta y otros combatientes en la fortaleza de La Cabaña.
El Comandante Ernesto Guevara de la Serna junto a su esposa, Aleida March, y otros combatientes, entre ellos, Pablo Rivalta (señalado por una flecha), en la fortaleza militar de La Cabaña, en 1959. (Foto: Tomada de Internet)

En 1965, el Comandante en Jefe lo designó embajador de Cuba en Tanzania, con la sagrada tarea de preparar el arribo del Comandante Ernesto Guevara a ese paí­s africano, en su tránsito hacia el Congo.  

Pablo cumplió con eficacia la altí­sima y secreta misión, les compró uniformes, zapatos, y les acondicionó varias casas clandestinas.

Una anécdota poco conocida narra que al llegar el Che al aeropuerto de Daar-el-Salam, junto a Ví­ctor Dreke, de momento Pablo no se dio cuenta de quién era. Cuál no serí­a entonces su sorpresa cuando escuchó la inconfundible voz de acento argentino que jaranera lo increpaba por no haberlo reconocido, al tiempo que en gesto de amistad y confianza, le pasaba el brazo por los hombros.

De nuevo en Cuba, se reintegró a las Fuerzas Armadas Revolucionarias y desempeñó diversas responsabilidades hasta su fallecimiento, por enfermedad, el 14 de junio de 2005. Tení­a casi 80 años de edad.

La coincidencia quiso que la luctuosa fecha coincidiera con el natalicio de su querido jefe, Ernesto Guevara, simbolismo mayor que une al santaclareño Pablo Rivalta Pérez a la epopeya revolucionaria del hombre cuyos  restos reposan en la ciudad que lo viera nacer.  

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