
Aunque es un bar, ahora nadie mezcla las onzas requeridas de ron Carta Blanca con la cucharadita de azúcar, el jugo limón o el hielo picadito que pone el toque final a la refrescante bebida que le da nombre: daiquirí, porque este centro gastronómico ubicado en pleno Boulevard santaclareño, en la actualidad, muestra un nuevo rostro.

Confieso que no soy muy amante de los chícharos, pero hace pocos días pasé por el establecimiento y me sorprendió el olor que llegaba a la acera. Pregunté a quienes aguardaban para adquirir sus productos y casi al unísono me dijeron: «Cuando pruebe el que cocinan aquí su opinión va a cambiar ».
Luego volví, compré mi ración, y ahora mi paladar no quiere distanciarse de la unidad perteneciente a la Empresa Municipal de Restaurantes y Recreación.
Busqué a Anay Rodríguez Rodríguez, su administradora, e inquirí por si existía algún secreto para su elaboración.
«No hay ninguno, cumplir lo que establecen las artes culinarias y realizarlas con amor a partir de la dedicación que ponen los trabajadores. Confeccionamos el menú con lo mismo que posee el resto de los establecimientos. A veces, a la hora de sazonar vienen los dolores de cabeza, pero entonces hay que crecerse y buscar alternativas. «Simplemente nuestros cocineros les entregan todo a su cocina y a su trabajo, y lo hacen a fin de mantener su prestigio profesional, y para que la población se sienta a gusto y reciba un producto de calidad ».
Este potaje se ha convertido en el plato de referencia del Daiquirí en tiempos de pandemia, que obligan a cambiar el sistema de trabajo.
Y en este camino Anay subraya que brindan el servicio de lunes a sábados, a partir de las 10:00 a. m. hasta que se agoten las raciones preparadas, ya que el domingo lo destinan a labores de higienización general.
«Ofertamos, también, el arroz combinado con pollo, empellas u otro tipo de subproducto, además de croquetas y embutidos, en dependencia de los suministros que nos llegan.
«Existen los contratos de compra a los proveedores de la minindustria, que incluyen mermelada, vinagre, vino seco, puré de tomate, zumo de limón, que también vendemos en pomos sellados o a granel siempre que existan disponibilidades ».

¿Cómo oscilan los precios?
Vinagre y vino seco, 30.00 pesos el litro; jugo de limón, 35.00 pesos el envase grande y 15.00 el más pequeño, puré de tomate condimentado a 30.00 pesos el kilogramo, en tanto las mermelada se vende a 20.00 cada kilogramo, el dulce de fruta bomba, a 30.00 (kg) y si desea la cubeta sellada de cuatro kilogramos, a 120.00 pesos.
Muchos de estos recursos eran utilizados en la elaboración de las comidas para nuestro reservado, que admite unas 12 personas. Con la llegada de la enfermedad se buscó una lista de precios oficiales y se venden por kilogramos o por unidades.
¿Alguna complicidad con las adulteraciones?
El día que detectemos que a un producto le falte un mínimo de calidad, ese no sale a la calle. Somos reacios al llamado «bautizo » ni que en el caso de los potajes resulte un aguacero, porque al cliente hay que respetarlo. La calidad es la razón de ser. Mantenemos la condición de Vanguardia Nacional por cuarto año consecutivo, luchamos por tenerla siempre, y ahora comenzamos los primeros pasos para emprender el Perfeccionamiento Empresarial.
Un colectivo sin malos presagios
Para nadie es secreto que ese rinconcito acogedor, situado al lado del restaurante El Gobernador, permaneció cerrado por dos años debido a una remodelación capital. Los días finales de diciembre trajo la reapertura, aunque la llegada de la inesperada pandemia obligó a cerrar el pasado 11 de marzo.
Apenas dos meses y unos días en funciones; pero si algo tienen los integrantes del colectivo de Anay es que ninguno habla de mala suerte, por lo que al calor de estos tiempos readaptaron sus funciones.
«Emprendimos este servicio completamente diferente al del bar. Parte de nuestros integrantes se reubicaron en otras unidades, vinculados al Sistema de Atención a la Familia (SAF) para la entrega de los productos a los ancianos en sus domicilios, y otros laborando en la cocina de los centros en los que fueron reubicados ».

También nuestra carpa habilitada en el Sandino tuvo que cerrar para evitar la aglomeración de personas y la proliferación del SARS-CoV-2.
«Nos adaptamos a cualquier tarea, gracias a una fuerza laboral predominantemente joven, cuyas edades oscilan entre los 25 y los 40 años, que también alterna con el uso de hornos de carbón cuando no tenemos disponibilidades de gas, o se aplican otros métodos para cumplir nuestra misión.
Así encamina sus pasos el establecimiento ubicado en pleno Boulevard de la capital provincial. Ansiosos de retomar a sus funciones tradicionales, que llegarán. Mientras tanto prosiguen esta etapa con El Daiquirí útil, agradecido y, sobre todo, diferente.