
Le dijeron: «Vas a ser papá », y dice que le entró un frío en el estómago y una sensación extraña recorrió su cuerpo. «En ese momento me quedé en blanco. Pero cuando la vi por primera vez conocí el amor verdadero ».
José Alberto Mollineda ha estado en los momentos más importantes de la corta edad de su niña. Recuerda cada detalle: el primer diente, sus primeras palabras, cuando comenzó el curso, cuando le pusieron la pañoleta…

«Nada es comparable con el amor de mi hija, con verla crecer, caminar, adquirir habilidades importantes para su futuro; enseñarla a ser una gran persona.
«No quiero perderme nada de ella, quiero estar ahí siempre, para ser su amigo, su protector…, aunque por cosas de la vida su mamá y yo nos hayamos separado. Ella sabe que soy incondicional y que puede contar conmigo para todo.
«Ser padre me cambió la vida, creo que soy mejor persona después de ello ».
«Papá, te amo »
En estos días, las redes sociales me dieron la oportunidad de conocer más historias emocionantes de hombres que, aunque jóvenes, han logrado asumir la paternidad con pasión. Alex Manuel tiene cuatro años y sabe cómo enamorar a su padre: dice, sin nadie enseñárselo, «Papá, te quiero mucho », y le da un beso.

Alexander Delgado León siente que se hincha de felicidad: «Fui papá con 22 años. Mi hijo para mí es lo más grande y valioso que tengo en la vida. Cuando supe que su madre estaba embarazada lo recibí con los brazos abiertos. Desde que estaba en su vientre le hablaba y le ponía música suave: él se movía mucho.
«Su mamá y yo estamos separados, pero nos emocionamos apenas llego a recogerlo para pasar el fin de semana conmigo. La alegría no la podemos controlar luego de varios días sin vernos. En el tiempo que pasamos juntos no nos cansamos de decirnos cuánto nos queremos ».
La sabiduría popular cubana ha insistido por muchos años que madre es una sola. Eso sucede porque en nuestro país, generalmente, el cuidado de las niñas y los niños recae en la figura femenina. Pero la máxima llega a ser injusta. No solemos reconocer a los hombres que asumen una paternidad afectiva, que protege y educa a costa de todo.

De este tema no se habla con la frecuencia e intensidad que merece, ni tampoco recibe toda la atención como prioridad social. Así lo consideran algunos especialistas, como Grisel Crespo, doctora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex). A juicio de la pediatra, tradicionalmente se habla de los padres a partir del reclamo de las mujeres sobre una mayor implicación de ellos en el cuidado y educación de los hijos.
Además, usualmente, su figura se relaciona con la de alguien ausente, que asume solo la manutención económica. El panorama familiar se complica aún más cuando esta paternidad toca a la puerta en edades tempranas. En muchos de esos casos, los jóvenes comienzan esta nueva etapa de su adultez precipitada con el pie izquierdo, relación marcada por la incomprensión de los mayores.
Yo soy el padre
Cuando Mario* supo que iba a ser papá, no imaginó el sufrimiento de su familia para poder estar con su hija. Quizás su juventud, 21 años, fuera excusa para que los parientes maternos de la bebé se rehusaran a los encuentros.
«Para poder ver a mi niña tuve que ir al Tribunal. Mis padres no podían visitarla, y a mí me dejaba solo una hora, tres días a la semana. Todo esto porque, supuestamente, queríamos quitarle la custodia.
«Cómo es lógico, no estaba de acuerdo con eso y tramitamos el divorcio por rebeldía. Yo necesitaba ver a mi hija todos los días y llevarla a mi casa los fines de semana. Después de unos meses, la sentencia vino a mi favor ».
La mala racha familiar de Mario continuó ensanchando la brecha de desavenencias. El joven debió seguir peleando por sus derechos con tal de no separarse de la vida sentimental de su pequeña.
«Cada vez que iba, decían que mi niña se estaba bañando, durmiendo y etcétera. Cuando cumplió dos años y pedí cambio en la sentencia, para que pudiera quedarse en mi casa, tuvimos que regresar a juicio. Nuestro caso llegó al tribunal supremo porque ella apelaba cada vez; alegaba mentiras sobre supuestos maltratos. Aun así, la verdad salió a flote y me concedieron la demanda.
«Mi hija es lo mejor que me ha pasado en la vida. Ella tiene delirio conmigo y con mis padres a pesar del poco tiempo que nos vemos ».
¿Qué le dijeras a tu niña si, dentro de unos años, pudiera leer este reportaje?
Que la amo con la vida, que es el regalo más grande que Dios me dio. Que sea honesta, que no se deje influenciar, que tome sus propias decisiones y que sea humilde. Que estudie y forje su futuro.
Los dos «hermanos »
La doctora Grisel Crespo en varias de las presentaciones del manual Padre desde el principio ha abordado la problemática de la paternidad en Cuba desde una visión diferente. Insiste en la necesidad de reflexionar sobre los miedos y los retos de este rol masculino.
«Recuerdo que cuando mi hijo nació, el custodio del materno no me dejaba entrar porque decía que era mentira que pudiera ser padre con esa edad. Que yo era un chiquillo ».
Así recuerda esa etapa Yordan Gómez Ramírez, quien tenía 16 años y estudiaba Electrónica cuando supo que traería un bebé al mundo.


embargo, la crianza del primero fue la más difícil,
debido a su condición de adolescente (Foto: Cortesía del entrevistado)
«Primero, no lo acepté: soy sincero. Pasé una tarde entera llorando porque no quería dejar mis estudios. Ella tenía demasiado tiempo de embarazo, diez semanas, y no se había dado cuenta porque menstruó los primeros dos meses.
«Luego de varios días consternado acepté la idea. Para continuar en la escuela comencé a trabajar en el municipio de Encrucijada como elaborador de embutidos de cerdo. Así, ayudaba a costear ese embarazo ».
A pesar de haber asumido los riesgos de una paternidad adolescente, 20 años después Yordan no se arrepiente de sus decisiones. El orgullo por su «niño grande » puede leerse entre líneas.
«Mi hijo es mi amigo, mi brazo derecho, mi fuente de inspiración. Si lo tengo cerca, todo fluye positivo.
«Él conmigo es muy abierto. Le he dado confianza para eso. Me habla de sus cosas, asuntos que quizás otros hijos no cuenten a sus padres. Lo crié sobre la base del respeto. Le enseñé buenos modales y acciones; a querer a la familia y a formarse como un hombre de bien ».
«Amar es el milagro »
Cuando él supo que nené nacería no le importaron los 16 años de ella. Dicen que sintió una explosión en su pecho y corrió, literalmente, por un campo bonito para demostrar su alegría. Sin embargo, poco tiempo después, mamá y nené, por razones familiares, marcharon a otro país.
Con 21 años a papá le tocó quedarse y esperar por ellos. Un año y tres meses hubieran sido una eternidad para esa joven familia si mamá no hubiera viajado varias veces a Cuba.
Solo su familia sabe los sacrificios para comprar los costosos boletos. De La Habana a Santa Clara un trillo largo, muy largo, pero nené encima de papá, durmiendo las noches infinitas que estaba sin él, cada vez.
Hay padres que son como madres abnegadas. Que hacen soberbios moños a las niñas cada día antes de ir a la escuela y van, orondos, con su pasarela matutina de peinados despeinados y a medio hacer. Yo los conozco.
Hay padres que persiguen a los hijos hasta el final de sus días. «Pero, ¡papá! ». Y ellos continúan haciéndolo todo por sus viejos retoños: para que no les falten el pan, ni la presencia ni el amor.
Pero hay «padres » que no estuvieron ni cerca de serlo. La vida es así, terca.
Conozco hombres, padres en potencia, que dieran cualquier cosa por tener aquí y ahora un ser pequeño a quien darle lo mejor de sí. Y la casualidad o la causalidad les han robado la oportunidad de estar completos.
Me dicen que no se conforman.
Me revelan que quizás, algún día, el milagro sea el camino. Si esos hombres pudieran vivir la experiencia de la paternidad, muchos hijos tuvieran padres con mayúscula. Y lo que es mejor: multiplicaríamos los niños felices.
* Preferimos guardar la identidad del entrevistado por cuestiones de privacidad familiar