En vísperas de un aciago viaje a las alturas del Escambray, en febrero de 1958, Ramón Pando Ferrer se dirigió a un pequeño establecimiento ubicado en la carretera de Sagua, próximo a la intercepción con la carretera de Maleza. Se trataba de un quiosco para la venta de dulces y refrescos, propiedad de Fermín Pérez Sánchez.
El local, en realidad, constituía un centro de conspiración contra el gobierno, visitado a menudo por Pando, quien fungía como coordinador del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, en Las Villas.

De manos de Fermín recibió un pasaje de ómnibus con destino a Sancti Spíritus. Allí conversaron un rato, y de madrugada, al despedirse del amigo le entregó una gran bandera del Movimiento 26 de Julio con el ruego de que se quedara con ella, si él no regresaba de la misión a la que partía. « ¡Cuídala! », añadió desde la puerta.
Horas más tarde, en suelo espirituano recibió a los hombres del Directorio recién desembarcados del vapor Scapade, en territorio agramontino, que bajo el mando de Foure Chomón transitaban hacia las montañas con el fin de abrir un nuevo frente guerrillero. Después de cumplir su encomienda junto a esas fuerzas, retornaba al llano con otros compañeros entre ellos, Clodomira Acosta Ferrales, la mítica mensajera de la Sierra Maestra, cuando fueron sorprendidos por una emboscada del ejército.

En la dispersión, el villareño cayó en poder de los soldados, quienes le infringieron crueles torturas y finalmente hicieron desaparecer el cadáver, de manera que jamás sus restos pudieron recibir el piadoso consuelo de una ofrenda floral.
Había nacido Pando en el poblado de Manajanabo, perteneciente al municipio de Santa Clara, durante una fecha muy marcada en el acontecer histórico nacional: 12 de agosto de 1933, el día de la estrepitosa caída del dictador Gerardo Machado, a causa de la desbordada rebeldía popular.
En medio de la espantosa situación económica que abatía con particular saña sobre los sectores más vulnerables, los padres determinaron trasladarse a la capital provincial con la esperanza de encontrarle a la vida perspectivas más halagí¼eñas que permitieran ofrecerle al hijo la mejor educación posible.
Al correr de los años el joven devino valeroso luchador contra otro dictador, Fulgencio Batista, que desconociendo anhelos e intereses del pueblo se adueñó del poder mediante el fatídico golpe de Estado, el 10 de marzo de 1952.
En el contacto con la escuela, sus compañeros de estudio, con la realidad misma, absorbió él provechosamente las ideas que nutrieron su pensamiento revolucionario, puesto de manifiesto a lo largo de una trayectoria iniciada en la vieja Escuela de Comercio, en la que asumió por votación general la presidencia de la Asociación de Alumnos. Honrando esa responsabilidad encabezó exitosamente una sonada campaña destinada a lograr del gobierno la construcción de un nuevo edificio docente el actual más decoroso y funcional que al anterior plantel.
Su ingreso en la Universidad Central para estudiar Ciencias Económicas amplió considerablemente la proyección de sus inquietudes políticas, y conjuntamente con otros compañeros impulsó la creación del Comité Gestor Pro FEU, que en una de sus proclamas iniciales reiteraba la voluntad de pelea del estudiantado villareño frente al oprobioso régimen de turno.
Desdichadamente, Pando no sobrevivió a los primeros avatares que siguieron al surgimiento del nuevo frente de combate. Al dejar su vida quién sabe en qué ignotos parajes, demostró fidelidad a la causa rebelde y a su generación, a la cual legó el ejemplo de una fecunda existencia.
Tal como había dispuesto aquella madrugada de febrero, el estandarte rojinegro quedó en manos confiables. Fermín, consecuente con su compromiso, encargó a Marta Pedraza, su esposa, lo ocultara en lugar seguro, previendo alguna probable irrupción policial. En el interior del colchón permaneció intocable hasta el Primero de Enero de 1959. A partir de entonces flameó libre al viento en la ventana del hogar los días de patrióticas conmemoraciones.
Hace años Marta, entonces septuagenaria ya fallecido el esposo sintió la necesidad de traspasar su responsabilidad a otro digno receptor. Por ello decidió hacer depositario del simbólico emblema al Instituto de Economía de Santa Clara, ¿dónde mejor?, como un homenaje al joven luchador que tanto bregó a favor esa enseñanza, y un honor para el centro, que en aquella ocasión recibió la enseña bicolor.