Ajustar el cinto frente a adversidad

Ante las pérdidas de cosechas y cultivos destinados a disminuir las importaciones de alimentos y aumentar los renglones destinados al mercado foráneo, la hora actual obliga a reforzar los esfuerzos de los agropecuarios.

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Inundaciones en los sembrados
(Foto: Carlos Rodríguez Torres)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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12 Noviembre 2020

Un oreo de los campos permitirá a los agropecuarios villaclareños ajustar más el cinto para resarcir los daños que dejaron las lluvias de los últimos dí­as. No hay otra forma para olvidar lo ocurrido en unas 3000 hectáreas de cultivos que, antes en fomento, ahora permanecen bajo encharcamiento de las aguas en unidades productoras del sector.

Muchos de esos alimentos, previstos al cierre de año, ya no estarán en las mesas de todos. Sin embargo, en los cosecheros está la voluntad de retomar, con maquinaria o tracción animal, la preparación de los suelos y, semilla en mano, asumir la propagación de otras siembras.

Las viandas, en lo fundamental la socorrida yuca como alimento humano y animal, así­ como los cotizados granos de frijol, maí­z y arroz, y volúmenes considerables de plantí­os de tomate, constituyen los principales focos de afectaciones.      

Son producciones que, de una manera u otra, ya no estarán en la mesa de todos y que perdidas tampoco contribuirán a la obligada sustitución de importaciones en un escenario económico cada vez más difí­cil para el paí­s.

Las hortalizas, no tan frescas por las ausencias reiteradas y los abultados precios, también recibieron estragos en huertos y organopónicos de una provincia en la cual casi todos los municipios acogieron persistentes lluvias y mellas en sus cosechas.

Cultivos perdidos por inundaciones
(Foto: Tomada de la edición digital del periódico Escambray)

Mucha tierra en fases de preparación para recibir simientes se perdió. Habrá que gastar más combustible que no estaba en los cálculos. En cambio no se podrán los pies en polvorosa como algunos puedan pensar. Ahora se trata de afincarlos más, aunque sea en el fango que se seca, con la llegada de jornadas soleadas. Ahora se trata de recuperar el tiempo y el espacio perdido. No hay otra forma para asumir los retos.

Es el ánimo que impulsa a los vegueros que perdieron unos 6 800 000 canteros con simientes de tabaco, un renglón que, en noviembre, tiene su perí­odo óptimo de siembra entre los villaclareños y que contribuye a engrosar dinero a las arcas del paí­s por su cotización en el mercado foráneo.

No muy detrás de los cosecheros de la solanácea andan los caficultores de la serraní­a. Allí­ el desafí­o resulta  más apremiante porque el grano maduro, antes de las lluvias, se estimó en unas 7500 latas, aunque algunos partes agrí­colas sitúan las cifras en volúmenes superiores. Eso no importa. Lo definitorio constituye el sentido de pertenencia de los agrí­colas de Manicaragua, que, con movilizaciones sistemáticas y observando las medidas higiénico-sanitarias contra la COVID-19, están dispuestos a no perder entre el fango un fruto hecho que tiende a gotear y abrirse camino hacia la tierra.

Tal como las benditas o malditas lluvias, según el caso, los golpes de las temperaturas tienden a aumentar los picos de maduración en las plantaciones, y granos que se escurran, fundamentalmente los arábicos destinados a la exportación, sustentan pérdidas económicas para cubanos que, en condiciones apremiantes, no permitirán que eso suceda.

Dí­as atrás al palpitar el ánimo de los serranos para enfrentar las “zancadillas” de la naturaleza, Pedro Blanco Méndez, director general de la Agroforestal de Jibacoa, habló con entusiasmo de llegar al compromiso pactado con el comercio foráneo y el consumo nacional. Eso, a pesar de las posibles mermas, está próximo al cumplimiento, y en los volúmenes que quedan en las plantaciones, antes del cierre de diciembre, ya se piensa en todo lo que se acopiará con el fomento y la producción de otras áreas agrí­colas para el año entrante.

En similar encrucijada también están los azucareros, que vieron cómo las plantaciones en desarrollo permanecí­an anegadas en agua, y mucha tierra en preparación también se perdió. No obstante, en ese sector, de igual forma, acometen acciones laborales para resarcir  las mermas, y no permitir que por falta de caña decrezca más una tradición que representa cultura y también agranda al paí­s.

Ahora el tiempo, sin mirar amilanado hacia atrás, impone redoblar esfuerzos y apretar más el cinto con el propósito de seguir adelante.  

             

 

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