Este 30 de noviembre cientos de profesores se vistieron de gala y colmaron el histórico teatro universitario. Varios invitados se sumaron a la celebración en la casa de Marta Abreu y del Che, no solo para soplar las 68 velitas, sino también para homenajear a un amigo que todos conocen como José Luis, el Gallego.
Con el título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Técnicas, el Consejo de Dirección de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas (UCLV) honró al hijo adoptivo de la casa de altos estudios, por la amplia trayectoria académica, el impacto alcanzado en la gestión de la ciencia y la investigación, el amor por la Educación Superior y el compromiso con la Revolución cubana.

Durante el acto solemne de investidura, las manos inquietas delataron la inteligencia avasalladora de una mente incapaz de permanecer ociosa y la sincera modestia de quien considera excesivos tales halagos. Quizá por eso resultó tan difícil escucharlo hablar de sí mismo.
Un hombre sencillo
José Luis García Cuevas nació en Asturias, España. Vino a Cuba a los cuatro años y vivió junto a su familia en Jagí¼ey Grande, Matanzas. Culminados los estudios de bachiller, ganó una beca para estudiar en la antigua República Democrática Alemana.
Cuentan que aquel ingeniero electrónico recién graduado llegó a la UCLV en diciembre de 1970, con una mochila al hombro. Otros, tan jóvenes como él, lo recibieron en la antigua Facultad de Tecnología y no tardaron en admirar su sólida preparación, la humildad de su carácter, y el empeño puesto en la docencia y la investigación.

Los antiguos alumnos, colegas y amigos que colaboraron con el Dr. C íngel Manuel Rubio González para redactar las palabras de elogio destacan en José Luis la inteligencia siempre puesta en función del bien común, la voluntad para convertir aspiraciones en realidades, la firmeza ideológica con que defiende el proyecto social cubano y la modestia que acompaña su talento.
Nadie se sorprendió al verlo asumir responsabilidades como vicedecano y decano de la facultad, vicerrector de Investigación y Posgrado, rector de la Universidad, viceministro de Educación Superior y asesor de dicho ministerio.
«Un caballero de la dirección »
Así sintetiza el profesor Rubio González las dotes de liderazgo de García Cuevas. A los 43 años se convirtió en la máxima autoridad universitaria, y aunque se considera solo un profesor que ocupó el cargo de rector, quienes pasaron por la UCLV entre 1990 y 1996 recuerdan con beneplácito su labor.
Durante los años más recios del período especial, cuando pedalear se volvió deporte obligatorio, eludió los privilegios, y todos lo vieron viajar en bicicleta hasta la Universidad, con su esposa detrás.
Tanto en su conversación como en las anécdotas sobresale la cultura científica, tecnológica, humanista, filosófica y literaria, que le permitió dialogar con profesionales de todas las áreas del saber, en el campus más interdisciplinario del país.
«Era común verlo hablar en los pasillos con cualquier profesor, trabajador o estudiante; en los patios de las casas de Las Antillas, polemizando sobre Martí o discutiendo de alta ciencia, emboscado en la maleza, como parte del equipo de caza deportiva de la Universidad », narra el colega y amigo Rubio González.

El carácter afable y cordial se revela en sus propias palabras, pues rechaza los discursos enrevesados o cientificistas, y en medio de cualquier explicación, intercala una frase de la jerga beisbolera o hace un chiste, «para que el auditorio no se duerma ».
Tuvo una visión utópica sobre el futuro científico de la Universidad, pero se aferró a los precedentes de los años 60, 70 y 80, para conformar una sólida red de centros de estudio y de investigación, incrementar la graduación de doctores cada año, obtener premios nacionales, y alcanzar un sitio respetable dentro de la Educación Superior cubana y latinoamericana.
Durante aquellos años nacieron el Instituto de Biotecnología de las Plantas y el Centro de Bioactivos Químicos. «Algún extranjero pasó por aquí y nos dijo: “Ustedes están locos. No tienen jabón para bañarse y están hablando de centros de investigación de alta tecnologíaâ€; pero lo hicimos, porque Fidel siempre jugó en grande », cuenta satisfecho.
La visión estratégica de la ciencia y los esfuerzos, para poner el quehacer investigativo e innovador en función de las demandas económicas y sociales del país, lo convirtieron en el primer coordinador del polo científico-productivo de Villa Clara.
Los amores de José Luis
Hace años que José Luis incorporó a su torrente sanguíneo la gestión del conocimiento, la actividad científica y la innovación tecnológica desde las universidades. A la interrogante sobre los retos actuales de la Educación Superior cubana no demora su criterio experto.

«En primer lugar, hay que dar respuesta a las demandas de potencial humano calificado, no solo en términos de número, sino también en los perfiles específicos. Necesitamos más matemáticos, más físicos, más filósofos, más ingenieros de todas las especialidades; porque lo que haga falta para el desarrollo nosotros tenemos que formarlo. Para ello debemos congeniar los intereses individuales, colectivos y de país, a partir de la formación vocacional.
«Otro reto es la unidad ciencia-innovación para obtener resultados pertinentes. Estamos obligados a lograrla de conjunto con los gobiernos territoriales y con el sistema empresarial, que gozan de mayor autonomía. La categoría de ciencia aplicable no aplicada tendrá que ir disminuyendo. La Universidad está muy bien preparada y existe una coyuntura muy favorable, lo que hay es que aprovecharla bien ».
Tan fuerte y perdurable como la relación con la ciencia ha sido el amor por su esposa. Apenas llegó a la UCLV sucumbió al encanto de Arelys Rivera. Ella le regaló sus amistades y le transmitió todas las vivencias que ignoraba de la década de los 60. La unión facilitó, además, su estrecha relación con el área administrativa.

Un colega ocurrente dijo que «José Luis, no solo sueña la ciencia, sino que la transmite genéticamente a su descendencia », pues la vida lo premió con dos científicos: Dra. C. Dagmar y Dr. C. Daniel García Rivera. Para orgullo del padre y de todos los cubanos, ambos forman parte del equipo que desarrolla el candidato vacunal Soberana, contra la COVID-19; ella es la directora de investigaciones del Instituto Finlay de Vacunas (IFV) y él, director del Laboratorio de Síntesis Química y Biomolecular de la Universidad de La Habana y BioCubaFarma.
«A los líderes científicos de entonces y de ahora »
Han pasado 25 años desde que José Luis dejó la UCLV para ocupar responsabilidades en el Ministerio de Educación Superior, pero no perdió el contacto con la comunidad universitaria que lo acunó en brazos durante dos décadas.
A los profesores e investigadores más jóvenes los exhorta a desempeñar un papel de avanzada, sin temor a correr riesgos: «Hay que darle la pelota a la gente y decirle pichea, a ver qué pasa. Unos lo harán bien, otros lo harán regular, pero el reto es asumir el papel de protagonismo que hace falta. No se cruza el Rubicón de la ciencia para pescar en la otra orilla, sino para emprender algo grande ».

Cuando habla de Fidel y del Che se le nublan los ojos. «El compromiso es muy grande, porque fueron visionarios, gente fuera de toda escala; y a partir de ahora es un compromiso con Díaz-Canel, que también está fuera de serie. Sabemos, queremos y podemos hacerlo ».