Pico Blanco late (+Galerí­a y Videos)

He subido una y otra vez por el lomerí­o y he regresado a casa plagada de arañazos, de esos que los periodistas llamamos historias.

Compartir

La vida cafetalera de los pobladores de Pico Blanco está arraigada hasta en los más pequeños.
La vida cafetalera de los pobladores de Pico Blanco está arraigada hasta en los más pequeños. (Foto: Dayana Darias Álvarez)
Dayana Darias Valdés
7658
15 Enero 2021

Cuando la montaña os llega al corazón, todo viene de ella y os lleva a ella.

Franz Schrader

Pico Blanco es, sin duda, el lugar más impresionante en el que alguna vez he estado. Se encuentra en el municipio de Manicaragua y se llega por Jibacoa, por un camino (des)hecho para valientes.   Es quizás la montaña que más me ha costado escalar. He subido una y otra vez por el lomerí­o y he regresado a casa plagada de arañazos, de esos que los periodistas llamamos historias.

Casi a la altura de las nubes, el Escambray me pareció un lugar mucho más bonito. Julio nos esperaba, habí­a hecho todas las advertencias correspondientes y, aun así­, Pico Blanco, con sus perfectas tortuosidades, se me dibuja indescriptible.

Julio, el delegado

A sus 29 años, Julio Valladares es el delegado de Pico Blanco, pero no nació allí­. Julio viví­a en Manicaragua, entre risas nos contó que conoció a su mujer, Kirenia, y fue ella quien lo subió a las lomas de Pico Blanco. Por eso, a partir de ahora, cuando alguien me diga que se ha enamorado, le voy a preguntar si habla de un lugar o de una persona. En la voz de Julio cuesta distinguir cuándo se refiere a Kirenia o al lomerí­o.

Nos abrió las puertas de su casa, hizo de guí­a, cocinero, asistente de producción y amigo. Julio es como una de esas elevaciones rebeldes que crece en medio de la maleza y, acostumbrado a la luz, busca inquieto reparar los caminos que llevan a Pico Blanco. Porque Julio se sueña en esas lomas, y se declara «feliz ».

Mucho más que un delegado, Julio, hombre hecho al campo, autoproclamado corresponsal de Radio Rebelde en el corazón del Escambray, caminero, padre de una niña pequeña, narrador empedernido, tiene una que otra pena, de esas que aquí­ abajo le decimos «guajirá ». Conocerlo me hizo pensar en aquella frase de Chantal Maudit, porque Julio ha perseguido la felicidad y la montaña ha respondido a su búsqueda.

 La primera persona a la que Julio nos llevó a conocer fue Ricardo Turiño (Tongo), por aquello de Tongo le dio a Borondongo, Boronodongo le dio a Bernabé…

Tongo, el historiador

A Tongo lo encontramos cerca del hospital de Pico Blanco; se acercó a saludar: «Ya sabí­a que hoy vení­an periodistas ».

Bastón en mano, y esquivando tropezones de piedras, dijo: gracias. En menos de dos minutos ya se habí­a emocionado. Tongo quiere tanto a Pico Blanco que vernos allí­ le hizo pensar que todaví­a vale la pena defender un montón de cosas. Tongo aseguró aquello y nos invitó a contar la historia del lugar en décimas.

 Pico Blanco, tierra mí­a,

donde mis pasos primeros

enrumbé por los senderos

de tu abrupta geografí­a.

Admiro la gallardí­a

de tus montañas umbrosas

y esas formas caprichosas

semejan glúteos torneados,

y los senos bien formados

de tus mujeres hermosas.

 

Benedicta, la cafetalera

A Benedicta Corcho también la encontré por el camino, hablamos un rato sobre su dí­a a dí­a y ella propuso la primera colada de la mañana. A fuego lento, y mientras la leña se consumí­a, empezamos a conversar. «Yo soy una mujer sola » no paraba de repetir. Ella, cafetalera y «mujer hasta las trancas » anda sin miedos.

Salimos sobre las 7:00 a.  m. de su casa camino al cafetal. Se baja la lomita, se cruza el rí­o, se vuelve a subir y a bajar, y se cruza el mismo rí­o repetidas veces. Agarra camino y en lo que mis pies contaron tres kilómetros aproximadamente, ella, jabuco al hombro, empezaba a recoger los granos del café arábico, que es su favorito.

 Los niños, que solo son niños

Tengo que reconocer que no esperaba que en Pico Blanco hubiera muchos niños. La comunidad tiene solo 197 habitantes y se trata, en su mayorí­a, de personas de avanzada edad. Pero los niños fueron, desde el minuto uno, hilo conductor de nuestra visita. El primero que conocí­ se llama íngel Gabriel. Acompañaba a Julio, el delegado y, niño al fin, se enamoró intuitivamente de nuestro equipamiento de cámaras.

Con algo de confianza empezó a hacer sus propias fotos y se sonreí­a a sí­ mismo. Su mamá es de Pico Blanco, pero él vive y estudia en Santa Clara. Le pregunté dónde le gustaba más, y el muy pí­caro solo respondió:

Yo nunca voy a dejar de venir a estas lomas.

La visita a la escuela rural Camilo Cienfuegos fue uno de los momentos de mayor felicidad, ellos uniformados, ellos sonrientes, algunos con más reservas que otros, de chascarrillos y abrazos. Los pequeños se me prendieron como guisasos en los cordones de los zapatos. En Pico Blanco los niños son otro Escambray para explorar.

Cristian siempre me miró con demasiada seriedad; aun así­, se le escapó una sonrisa a medio camino. El dí­a antes de regresar estábamos filmando la entrevista de Julio, yo sostení­a el micrófono, y corriendo descalzo vino y me abrazó. Estoy convencida de que el abrazo de un niño será la solución, cuando en nuestras montañas quede poco más que lo áspero de la tierra.

Poco a  poco y en sus voces fui hilando las historias:

Yo soy la nieta de Benedicta.

El arriero es mi papá.

Yo vivo allá atrás, cuando cruzas el rí­o, en las Brisas.

Los niños son el mejor mapa de Pico Blanco, los niños y el verde están por todos lados.

 Los viejos, la otra historia

Hay un proverbio tibetano que dice: «Quien ha escuchado alguna vez la voz de las montañas nunca la podrá olvidar ». Así­ se dibujó Tongo. Comenzó hablando de Obdulio Morales, el primer mártir del Escambray. Obdulio es en Pico Blanco lo que el aire a la montaña. Yo, que estudié en una escuela que lleva su nombre, no tení­a idea de su magnitud.

Allí­ se encuentra la tarja de Obdulio, un homenaje a su valentí­a y consagración a la lucha contra bandidos. Tongo, que se sabe esta y todas las historias de memoria, explicó que cada 12 de septiembre se realizan caminatas y excursiones desde el poblado de Jibacoa para llegar al lugar donde se rinde tributo a Obdulio.

Los abuelos se iban acercando   a la conversación y Julio señalaba:

Mira, otro «potrico ».

Los potricos son los viejos, los combatientes. Aquellos que alguna vez le siguieron los pasos al Caballo de Mayaguara, Gustavo Castellón. De él se dice que fue quien más bandidos mandó al otro lado. Y bueno, lo de potricos les viene por herencia a muchos mayores en Pico Blanco.

Rogelio Couto (Yeyo) bajó la loma cuando nos vio. Traí­a una bandera con más de un agujero y colores opacos: «Es vieja, nos dijo, del primer 26 de Julio. Es para ustedes ».

Cuando vas a buscar historias al Escambray, piensas que podrás contarlas todas, que escribirás mucho, y que al final será divertido y simple, pero no. De Pico Blanco traje poco, la verdad, siento que fue más lo que dejé por aquellas lomas. A más de una montaña le prometí­ volver. Regresé con el miedo de no poder cumplir mi promesa, con la risa de Julio como eco, con unas décimas de Tongo, con el gusto, el olor y el tacto del café de Benedicta; el abrazo de un niño que me quiso por nada y la herencia de Yeyo, que solo es un hombre amarrado a la bandera.

Amarrado

Érase un hombre amarrado a la bandera

y yo con miedo.

Érase un hombre al sol,

y yo mirando,

yo muriendo a dos palmos de su piel,

temblando por la tela y por lo rojo.

Porque aquel hombre amarrado era mi abuelo,

y era su sangre

y su machete la herejí­a.

Era mi fe, y a solo un palmo de su mano,

yo fui la nada.

y era un veintiséis,

casi a la izquierda,

casi sin vida.

Érase un hombre amarrado a la bandera,

y yo sintiendo,

y yo con poco,

y él era un hombre,

y ya.

La montaña

Las impresiones de Pico Blanco, y el objetivo inicial de realizar una serie audiovisual me hicieron volver a lo más alto del Escambray acompañada por mis amigos de Rural Media Cuba y 4 Caminos Producciones. No  hubo mejor lugar en mi agenda periodí­stica para festejar el dí­a internacional de la montaña.

Hacer visible, a partir de historias de vida, la cotidianidad de quienes contribuyen con su quehacer diario al cumplimiento de algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la agenda 20-30 de las Naciones Unidas.  

Historias de Pico Blanco tiene el sello del artista audiovisual de 4 Caminos Producciones, Lorenzo Carlos Rodrí­guez Machado: «Estamos muy contentos con el resultado, y nos hace mucho más felices celebrar el Dí­a Internacional de la Montaña con quienes dan vida al proyecto. Desde aquí­ arriba el mundo se percibe de una forma mucho más bonita; por eso la serie trasciende lo estético, porque lo que le da verdadero valor son las personas de aquí­ ».

Jóvenes de la Federación Estudiantil Universitaria y la Asociación Hermanos Saí­z proyectaron artes y saberes sobre los pobladores de la localidad como parte, además, de la festividad por el Dí­a Internacional de los Derechos Humanos.

A modo de acampada, con la luz de la luna y una fogata se realizaron también actividades sociocomunitarias dedicadas a los más pequeños. Javiel Fernández Pérez, coordinador general de Rural Media, explicó: «Se trata de un proyecto sin fines de lucro que no hubiésemos podido hacer sin el amparo de instituciones y organismos. Historias de Pico Blanco hubiese sido imposible sin el acompañamiento de 4 Caminos Producciones, el abrazo del Comité Provincial del PCC en Villa Clara, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños en Villa Clara, la Unión de Periodistas de Cuba y la Empresa Agroforestal Jibacoa ».

En la cima del Escambray, la montaña sigue latiendo al son de su gente, de los grandes cafetales, de los más viejos que esbozan la sonrisa del tiempo, y de sus niños, que traen la frescura y la diversidad prestos a celebrar y reforzar nuestra identidad nacional.

Comentar