Desde muy joven vivió Agripino Cruz Jiménez con la honra de haber custodiado durante largos meses los restos mortales del maestro Conrado Benítez García, asesinado por los bandidos en el Escambray el 5 de enero de 1961, hace 60 años.

Como el joven matancero, Agripino también abrazó desde temprano la noble profesión de enseñar y, de hecho, el mismo día que se cometía el crimen en la montañosa región de San Ambrosio, él se encontraba impartiendo clases en la escuela rural que atendía en Zaza del Medio. Instruía al prójimo, y dotarlo de conocimientos e ideas constituyó hasta el último aliento el sentido primordial de su existencia.
Así sucedió durante la Campaña Nacional de Alfabetización, capacitando a los brigadistas, o dirigiendo, en 1964, la Cátedra de Geografía en la Escuela Formadora de Maestros Primarios, en Topes de Collantes. A la vez, pertenecía a la Brigada de Maestros de Vanguardia Frank País.
Precisamente, ese año dicha agrupación celebró una reunión nacional presidida por Fidel, y entre los acuerdos estuvo el de encomendar a los profesores y estudiantes de Topes la construcción de un sitio monumentario donde mismo murió Conrado, junto al campesino Heliodoro Rodríguez (Erineo), también ultimado allí aquel fatídico día. Sería un modo de homenajear permanentemente la memoria de ambas víctimas.
Mucho enalteció a Agripino la decisión de sus compañeros, porque personalmente admiraba al colega yumurino por haber sido consecuente con su magisterio en el inhóspito escenario donde rindió su labor docente, y, además, por el valor mostrado ante los captores. Al morir solo tenía 18 años y figuraba entre los primeros maestros voluntarios graduados en plena Sierra Maestra.
La respuesta del plantel ante la tarea asignada no se hizo esperar. Aceptada como un gran honor, pronto quedó conformado un destacamento. El día señalado sus integrantes partieron, con picos y palas, en camiones hacia su objetivo. También fusiles, porque aún el bandidismo asolaba aquellos parajes. Acompañaban al grupo la madre y la hermana del maestro mártir.
Durante la accidentada travesía se ordenó una breve parada en la escuela donde trabajó Conrado. Reinaban allí la desolación y la tristeza. En el interior se conservaba todavía un viejo pupitre, una mesa de trabajo y una figura metálica del globo terráqueo.

Después de un pesado silencio, con visible pena en los semblantes, prosiguió el viaje. Más adelante, por lo abrupto del terreno continuaron a pie, hasta arribar a una hondonada, húmeda y boscosa, donde una rústica cruz de madera marcaba el lugar del enterramiento.
En un relato titulado Los huesos del maestro, Agripino fallecido en enero de 2005 describió el ambiente sobrecogedor que permeaba aquellos parajes y detalló el estado en que se encontraban los occisos cuando se abrió la fosa. El cráneo de Conrado explicaba era alargado, y en la boca, de dientes grandes y finos, faltaba una pieza; en tanto, el cráneo del campesino lucía más corto y blanco.
Las medias del maestro, de nailon, se conservaban en buen estado, con todos los huesitos de los pies en su interior, y los zapatos, de color caoba y suela de goma, estaban combados hacia arriba por el efecto del calor y la humedad.

Había una hebilla metálica, fragmentos de un cinto, de una soga y de alambres de púas.
Contó el pedagogo que algunos días después del delicado trabajo de identificación y cotejo de los huesos, según iban extrayéndose, todavía creía escuchar a sus compañeros precisando los correspondientes a uno u otro de los finados: «Este es del maestro; este del campesino… del maestro… ».
A Topes, tras horas de aciaga faena, regresó el personal, no solo con una gran carga emocional, sino también con dos pequeñas cajas grises conteniendo los preciados restos, los cuales fueron llevados al segundo piso del Edificio I del plantel y depositados justamente en el cuarto que ocupaba Agripino.
«Bajo mi cuidado me reveló en cierta ocasión permanecieron allí esas reliquias, hasta tanto se dispusiera su traslado a la nueva morada que se construía en un claro del monte ».
A esa montañosa porción de tierra aluden estos versos de Nicolás Guillén:
En la sagrada tumba
donde el viento pasa
los lirios dan su aroma
mariposas de sueño hallan su casa.
La muerte de Conrado no resultó estéril. Su ejemplo se expandió por las brigadas que, bajo su nombre, convirtieron a Cuba en Territorio Libre de Analfabetismo. El 22 de diciembre de 1961, cuando procedió Fidel a tal proclamación, fue un día radiante para Agripino. De ese modo, el sueño de ambos maestros devino tangible realidad.