
Farfullan unos. Otros salen disparados. Algunos optan por adquirir lo que necesitan en «establecimientos » de tipo hogareño que existen en algunos barrios y que, de manera contradictoria, se sitúan entre la utopía posible y su opuesto, la distopía. Son denominados boutiques, y allí uno encuentra desde lo más necesario para la ocasión hasta la selecta mercancía agrícola. Nadie sabe de qué forma aparecen los surtidos, pero todos conocen de trasfondos en reventa y especulación a precios ya conocidos.

Sin ciencia ficción, en territorios de lo real maravilloso las historias están a diario. Se atenúan un poco los fines de semana del primer mes del año. En ese período ocurren, barrio adentro, ventas adecuadas a las condiciones actuales. Al menos, con organización y disciplina, hubo un coto momentáneo a los desabastecimientos de las tarimas y llegaron surtidos, según las cosechas de estación, de viandas y hortalizas. Poco a poco la vista tiende a ajustarse, aunque…
Tal situación de desabastecimientos sistemáticos, al estilo de antes, tenderá a prorrogarse por un tiempo, principalmente en las viandas ausentes. Todo se deriva de las afectaciones que sufrieron los plantíos en los últimos meses del pasado año, originadas por la falta de insumos para el fomento de las siembras. También, los estragos naturales de lluvias y vientos, muy perceptibles en la temporada ciclónica, hicieron acto de presencia con marcada saña.
No queda otra opción que asumir mayores áreas de cultivo para asegurar alimentos dirigidos a 123 mercados y puntos de venta existentes en la provincia, así como al consumo social. Por supuesto, todo circula por la sustitución de importaciones y abrir rutas a la exportación.
Otros vínculos de comercialización directa se instrumentan en algunos lugares y los asumirá el sector privado. Ojalá no suceda, como en otros tiempos, cuando las placitas fueron atendidas por cooperativas de producción agropecuaria, y de crédito y servicios, y luego surgieron los desabastecimientos al consumidor y los productos desaparecieron de la noche a la mañana.
Con el proceso de ordenamiento monetario y cambiario, los precios de los alimentos agropecuarios, al igual que otros, se dispararon en una tendencia alcista en expendios privados, donde predomina ganar y ganar dinero.

Las resoluciones emitidas por el Ministerio de Finanzas y Precios son claras. Más allá de aquellos renglones declarados centralizados para el país, los productos tienen cuantías máximas sujetas a contratos entre las entidades estatales acopiadoras y los cosecheros, y varían según la comercialización minorista (venta a la población), la calidad de los surtidos, los costos y precios de sus similares en los mercados, y la estacionalidad de las recolecciones.
El Consejo de Gobierno en Villa Clara, en coordinación con los consejos de la Administración municipales, trazó acciones de regulación y control de precios topes de venta de productos agropecuarios comercializados en todas las instancias (mercados, trabajadores por cuenta propia, de oferta y demanda, y carretilleros), muchas veces violados. Para nadie es secreto que en el informal ante tarimas vacías en placitas, y a «río revuelto, ganancia de pescadores » abundan la reventa y la especulación.
La Ley y el orden
En los municipios, la «barra » de precios es hacia abajo, inferior a lo dispuesto por el Gobierno en la provincia. Todos los de índole agropecuaria quedaron establecidos, con excepción de los ahumados (incluyen embutidos derivados del cerdo), que aún permanecen en estudio de aprobación. No pueden violarse. De ahí la ley y el orden establecidos. Sin embargo en la denominada boutique, así como en carretilleros, usted con reiteración aprecia como si nada ocurriera, y habrá que abolir, no sé cuándo, el dañino laisser faire, laisser passer, que se sustenta, en lo especulativo, en el axioma de lo tomas o lo llevas.
Ejemplos sobran y contradicen lo normado por el Gobierno y los municipios. Cierto que escasean los productos agropecuarios en los mercados estatales, mientras en los «establecimientos » privados están, pero a qué precio; hecho que demanda una minuciosa observación.

Solo hay que salir a la calle para contemplarlos más allá de cualquier subterfugio o ardid del vendedor. Tomate, calabaza y malanga, en algunos casos, la libra rebasa los 15.00 pesos. No hablemos de la carne de cerdo, el jamón y otros derivados que rondan los $70.00. Hasta el ají cachucha y el cilantro se dispararon. Abusivos, dirán unos, y es verdad. Otros alegarán que se incrementaron los salarios y las pensiones, pero no cabe otra alternativa que mayor control para ubicar un freno a la mente economicista de ganar y ganar a costa del bolsillo del consumidor y de las carencias estatales.
Reiterados esfuerzos se desencadenan en polos productivos y fincas de cosecheros individuales asociados a diferentes formas de gestión agropecuarias para devolver los alimentos a las acostumbradas tarimas, ahora vacías. No es solo la insatisfacción del consumidor lo visto en las últimas semanas, así como la subida de precios en los mercados estatales y la escalada informal-especulativa de revendedores que en ocasiones carecen de licencia para realizar operaciones comerciales lo que flota en el ambiente luego del inicio de la Tarea Ordenamiento en el país.
Días atrás José Luis Valladares, jefe del Departamento de Comercialización del Ministerio de la Agricultura en Villa Clara, aclaró que los cosecheros responden de manera afirmativa para garantizar suministros de alimentos. No es todo lo que se necesita el pueblo, pero la comercialización comienza a readecuarse según las nuevas exigencias de precios.
No obstante, precisó, algunos productores de viandas (plátano, yuca y boniato) plantearon criterios discordantes con los precios de venta centralizados por el país, y sustentaron que representan cultivos con sistemáticas atenciones culturales, inversiones y costos muy por encima de la cuantía de compra fijada. Todo requiere revisión y, por supuesto, nada resultará estático en el decurso.
Arrancamos un año complejo. La subida de los costos también pasa, incluso, por las afectaciones de fenómenos meteorológicos, ataques de plagas y enfermedades a los cultivos, el pago de fuerza de trabajo y hasta por la COVID-19; todo lleva una «readecuación del trabajo que implementa sistemas, ratificados según contratos y envíos por territorios, para abastecer mercados y placitas », dijo Ulises Coello Valdivia, director provincial de Acopio.

Será esa otra vía un mecanismo más para contener desvíos de la producción contratada. Con reiteración esa mercancía, por fallas estatales, va hacia vendedores legales y clandestinos, únicos poseedores de un tipo de «tarima » sin respeto al dinero ajeno. Estamos en un período que, por falta de cosecha en los campos, obliga a concentrar los alimentos en venta los fines de semana. Esa será la ruta que seguiremos en adelante hasta que aparezcan mejores tiempos y cosechas.
El tópico precio tendrá que pasar, además, por la fiscalización del programa de autoabastecimiento municipal y las propuestas de distribución de viandas, hortalizas, granos y frutales, así como de proteína animal por mes, según habitantes, y la calidad de las ofertas. No muy al margen quedarán los productos agrícolas empaquetados y las conservas; a veces, con precios disparados por contar con valores agregados.
No queda otra alternativa que labrar más la tierra, cosechar con celeridad y eficiencia para evitar pérdidas en campos, y abastecer las tarimas estatales y aquellas que ocupan los sectores campesino y cooperativo, convertidas en tabla de salvación para contener ciertos subterfugios especulativos que medran a costa del bolsillo ajeno. Habrá que poner luz a todo lo que se necesita cambiar en el terreno de precios, donde persisten reiteradas violaciones. Como dijo Martí: «Pensar es abrir surcos », y allí se requiere también mudar el soplo de aires ilegales que persisten con reiteración.