
Con apenas cinco años, Lorena Puentes Arencibia llegó hasta una sala de Terapia Intensiva, víctima de la COVID-19. Ningún familiar irresponsable le llevó la enfermedad a casa ni se contagió mientras jugaba sin nasobuco en una calle de Mataguá. Estaba ingresada y protegida, mientras sus doctores trataban la leucemia linfoide aguda que le diagnosticaron el pasado 26 de noviembre.
«No me podía meter en la cabeza cómo nos enfermamos allí, porque estábamos en un lugar donde todos nos protegemos. Fíjese si es así, que solo la niña y yo fuimos positivas. De no haber sido de esa manera, medio hospital hubiera caído detrás de nosotras », cuenta nerviosa Yaremys Arencibia Vizcaíno, quien nos recibió con humildad en su casa para narrarnos en detalles la lucha de «la bella Lorena » contra dos enfermedades temibles.
«En el írea 4 la niña debutó con una neumonía, llegó a ponerse crítica y buscaron a los médicos intensivistas del “Infantilâ€. Nosotros no pensamos en ningún momento en la COVID-19. Días atrás Lorena había presentado fiebre y síntomas de catarro, que fueron tratados con salbutamol, porque ella es asmática. Yo tuve dolor de cabeza y diarreas, pero como estaba nerviosa por la enfermedad de base de la niña, no les di importancia.
«Por la situación de la pandemia, nos hicieron un PCR el 11 de enero, y a las doce de la noche ya sabían que estábamos positivas. Esperaron al amanecer para no asustarme, mientras preparaban el traslado para el Hospital Militar el día 12, bien temprano.
«Los médicos formaron un buen equipo para atender a la niña. Lucharon, lucharon y lucharon sin cerrar sus ojitos, porque la batalla estuvo dura. Me decían: “Mamá, tiene que descansar, usted también es pacienteâ€; pero los veía, oía sus maneras de hablar y me ponía muy nerviosa. Pasé siete días sin dormir.
«No es una cosa que uno ve por el televisor, lo viví. Nada más que se presentó la complicación del corazón, se reunieron con especialistas de La Habana para encontrar un medicamento efectivo. A los tres días, cuando el cardiólogo vio que el corazón le latía bien, yo vi la emoción de él, y me emocioné más. En todo momento nos sentimos bien atendidas y queridas. No conocíamos los rostros detrás de los trajes, pero cuando terminaban sus seis horas de trabajo, se quedaban en el pasillo y supimos quiénes eran. Hacían todo para sacarle una sonrisa, la complacían hasta con lo que quería comer. Doctores, enfermeros, pantristas, auxiliares de limpieza, todo el mundo se ocupó de la “misión Lorena†».

¿Y cómo se portó durante esa etapa tan difícil?
Muy bien, siempre tranquilita. Los médicos dicen que, a pesar de lo que veníamos sufriendo 50 días atrás, es una niña espectacular, más guerrera que yo.
Jorge Puentes Solís, el papá de Lorena, no contrajo la enfermedad, aunque sí vivió desde casa todos los desvelos. Tampoco le alcanzan las palabras para agradecer a los profesionales de los hospitales Comandante Manuel Fajardo Rivero y José Luis Miranda la posibilidad de volver a abrazar a su hija.
Cuando la pequeña y su mamá se vieron libres del nuevo coronavirus, regresaron a «la casita », como le dice cariñosamente Yaremys al írea 4. Los especialistas que atienden a Lorena les concedieron unos días en el ambiente hogareño. Mientras se recupera, disfruta del calor de los suyos, para retomar, más fortalecida, la quimioterapia.
Sin soltar un instante la mano de su hija, la madre no se cansa de dar gracias a todos los partícipes en este milagro de la medicina cubana. Saborea la intimidad familiar, se repone poco a poco de la depresión y el estrés, y mira con esperanza el horizonte cercano, confiada en los pronósticos positivos y la efectividad de los tratamientos para vencer también la leucemia.
«Me siento con fuerzas para seguir adelante. Estoy contenta, junto a mi esposo, que está enfermo también; con mi otro niño, que llevaba dos meses sin verlo y nunca antes me había separado de él. Después de presenciar el trabajo tan bonito, el esfuerzo tan grande y esmerado que hicieron con la niña mía, creo que voy a vencer esta y todas las que vengan ».