
Todos lo saludan a su llegada al barrio, después de un largo día de atender a sus pacientes. Los vecinos lo respetan y admiran, y saben que las puertas de su casa siempre están abiertas para quien necesite ayuda.
Javier Alejandro Sosa Hernández es un joven graduado de la carrera de Medicina en la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara. «A mí me gustaba mucho lo militar, pero como tengo problemas en la cadera y no podía estar mucho tiempo en firme ni de pie, decidí optar por la Medicina, que también era algo que me apasionaba. En mi familia yo soy el primer médico que se gradúa », confiesa a Vanguardia.
Ocho meses después de concluir la carrera, Javier es uno de los médicos del cuerpo de guardia del Hospital Militar Manuel Fajardo, en Villa Clara. «Después de graduado pasé un curso de ocho semanas en el policlínico Chiqui Gómez. De ahí, fui a trabajar a un consultorio en el reparto Sakenaf, hasta que me llamaron para incorporarme al hospital militar. En este último estuve durante un mes y ahora estoy rotando por los dos lugares, cuatro semanas en el consultorio y cuatro en el hospital. Cuando estoy rotando por el hospital, soy el epidemiólogo del cuerpo de guardia. Yo le hago la encuesta epidemiológica a todos los pacientes que llegan. He tenido días de hasta 30 y 40 ingresos ».
La labor de este joven de 25 años trasciende por el peligro que conlleva trabajar directamente en la zona roja del hospital. «Las condiciones de trabajo son buenas. Tenemos todos los equipos y la ropa necesaria. Cada vez que atendemos a un paciente tenemos que quitarnos la ropa, desecharla, bañarnos, y volver a vestirnos con bata, guantes y mascarillas limpias », afirma.
«Yo entro un día, trabajo esas 24 horas y después estoy 48 horas en aislamiento. Así desempeño mi labor durante dos semanas. Luego de ese período de tiempo, vamos a descansar durante una semana a un centro de aislamiento, con muy buenas condiciones. Al quinto día de estar ahí nos hacen un PCR y si damos negativo, al séptimo podemos trasladarnos a nuestra casa durante otra semana más ».

Para Javier Alejandro Sosa Hernández cada día de trabajo supone un reto, en el cual lo principal es cuidar de los demás y de sí mismo. Varias son las experiencias que ha vivido como epidemiólogo del hospital militar. «Una de las últimas vivencias que tuve en mi guardia fue el ingreso que hice a dos embarazadas que venían de Cienfuegos en estado grave, directo a terapia. A una le practicaron una cesárea urgente, y ella y su bebé ya están fuera de peligro. La otra embarazada aún estaba grave cuando salí del hospital para el centro de aislamiento ».
La sencillez y los deseos de ayudar a los demás son principios que se manifiestan en su día a día. Al respecto, Javier revela a Vanguardia: «Me gusta trabajar en el hospital militar porque sé que estoy ayudando a personas que lo necesitan. Si pudiera seguiría ahí, porque me gusta más estar en la zona roja que en el consultorio. Sin demeritar el trabajo en este último, siento que soy más útil en el hospital ».