Difícilmente el italiano Carlo Ponzi pudo imaginar que su figura sería tan ida y traída en la Cuba del 2021. Este delincuente se llenó los bolsillos en la década de los 20 con el arbitraje legítimo de cupones de respuesta internacionales para sellos postales. El dinero que las familias pobres depositaban en él nunca fue reinvertido, y les pagaba con el efectivo de los nuevos inversionistas. La promesa de un 50 % de intereses fue suficiente para que nadie se detuviera a investigar.
Esta no fue la primera estafa piramidal de la historia, aunque sí la más popular. Baldomera Larra era conocida como «la madre de los pobres », por los favores que hacía a las gentes humildes con préstamos que llegaban hasta a un 30 % de ganancia mensual. Amortizaba a los de arriba con el capital que ponían los de abajo. Mientras, sus bolsillos engordaban hasta que su estafa fue descubierta y ella terminó en la cárcel.
El cubano que por fatalismo geográfico o atraso tecnológico siempre llega después a las tendencias descubrió muy tarde el «dulce » engaño de las estafas piramidales, también conocidos como esquemas Ponzi. Ciento cuarenta y cinco años después que Larra estableciera las sencillas reglas de su timo y 100 desde que Ponzi acaparara titulares en la prensa de la época, en Cuba apareció «la bola », un juego sencillo y que supuestamente permite ganar miles desde la comodidad del hogar.

«íšnete a mi bola, la más rápida de toda Santa Clara. Entras con 500 y recoges 4000 al final. Solo tienes que invitar a tus amigos ». Mensajes como este invadieron todas las redes. Los más osados firmaban con su nombre y apellido en Facebook y Telegram. Los más prudentes lo compartían en sus estados de WhatsApp con sus conocidos. Pocos quedaron fuera de la furia inversionista o por lo menos de la tentación.
Enseguida llegaron las anécdotas de quienes recogían su dinero a los dos días. Después, las de los conflictos por la demora en los pagos. Y casi al finalizar solo se oían las historias de quienes perdieron su dinero porque nadie más quiso entrar.
Es que para cobrar el dinero de este juego hay que ingresar entre los primeros. Luego resulta casi imposible, matemáticamente hablando. Partiendo de una bola original de solo 15 personas que complete diez ciclos de división, tendríamos 16 376 «inversores », de los cuales solo 1023 habrían ganado su dinero. Más de 15 000 personas perderían su peculio. A diferencia de las víctimas de Larra y Ponzi, gran parte de los cubanos conocían el terreno donde pisaban y que las posibilidades de tener un «happy end » con su inversión resultaban cada vez menores.
Entonces, ¿por qué depositar su capital en esta estafa? Las respuestas pueden ser tan variadas como la subjetividad y las condiciones socioeconómicas de cada individuo.
Entrar o no entrar, esa es la cuestión
Lizo siempre se ha considerado escéptica a todos estos juegos o negocios de alto riesgo. Aunque la idea de ganar dinero fácil resulta tentadora para todos o casi todos, para no pecar con una generalización, ella prefiere mantenerse al margen. Sin embargo, esta vez no fue así.
«Quería arriesgarme, ya que nunca hago este tipo de cosas, pero claro que sabía lo que era, conozco el esquema piramidal Ponzi. Terminé una bola y entré en otra pequeña. La grande quedó a la mitad y la pequeña la cobré completa. Recuperé la inversión y un poco más. Lo hice porque sabía que estaba al principio ». Para el Dr. C. Isaac Irán Cabrera Ruiz, profesor de Psicología de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas (UCLV), la participación en estos juegos, aun conociendo los riesgos, se debe en cierta medida a una percepción sesgada del peligro.
«Saben o imaginan que es un fraude, mas tienden a infravalorar la inseguridad personal y a sobrevalorar la ajena, sin tener razones válidas para ello. El optimismo ilusorio se manifiesta en personas que tienen conciencia del peligro, pero creen que la posibilidad de ser timado acecha a los demás. Para ellos el riesgo existe, lo aceptan, aunque no la posibilidad de la estafa, la cual se percibe como poco probable ».
Esta, obviamente, no constituye la única razón de la alta afluencia en la bola. Para nadie resulta un secreto la complicada situación que atraviesa el país, en medio de una pandemia y un ordenamiento que han puesto de cabeza la economía familiar y nacional. Ante esta perspectiva prima la necesidad de conseguir dinero por casi cualquier medio.
A esto se le suma el aumento de las nuevas tecnologías principal canal de difusión de la estafa, las casi heroicas historias sobre los primeros inversores y todo el efectivo que se embolsaron, además de que las invitaciones a participar en su mayoría provienen de personas cercanas.
«La gente prefiere decir que sí a quienes conocen y le resultan simpáticos. También tienden a ser recíprocos ante la solicitud de alguien que previamente les hizo un favor o concesión, realidad común en esta red de vínculos. Asimismo, que las fuentes de influencias sean familiares y amigos repercute también en la baja percepción de riesgo », argumenta el profesor Isaac.
Bárbara Mariño, profesora de Sociología de la UCLV, considera que en la actualidad la sociedad cubana se enfrenta a un desafío que escapa al control estatal tradicional, pues las redes sociales son en extremo difíciles de monitorear.
«A esto debemos sumarle un aumento de los esquemas de desigualdad social, la precariedad, el incremento de mecanismos económicos informales producto de cierta dolarización de la economía, que genera a su vez tendencias a una economía sumergida donde los esquemas piramidales y estafas van en aumento », agrega.
Con esta opinión coincide el profesor Isaac, para quien estos juegos se presentan como antídoto a la escasez, como la oportunidad única que resolverá los problemas económicos de la familia. «Asimismo, los procesos de influencia realizan validaciones sociales en las relaciones interpersonales, incorporándose de manera acrítica las prácticas o ideas que personas similares a nosotros hacen o tienen ».
El Papi estudia una ingeniería en la UCLV y conocía bien qué era una estafa piramidal. Después de días de indecisión, y de repetirse una y otra vez que no caería en la tentación, entró en una bola de 500 para 4000.
«Al principio estaba contento porque avanzaba muy rápido y pensaba que sí ganaría, pero cada vez que “pica†es más y más difícil moverse a la posición de cobrar », relata.
Al final no pudo más con la presión y la incertidumbre, y vendió su posición. «Así me salí y hasta el día de hoy a la persona que se la traspasé sigue estancada donde me había quedado. Recuperé los mismos 500 con los que entré, pero no mi tiempo y megas », se lamenta.
Casos como el de él abundan. Personas que, ante la inseguridad, no conciliaban el sueño, se sentían temerosas o frustradas. Muchas no pudieron salirse a tiempo y perdieron su dinero.
«A partir de estudios de situaciones similares es posible plantear que estos sujetos deben experimentar malestares psicológicos, principalmente, asociados a estados emocionales y al comportamiento. Podrían sentir miedo, tristeza, preocupación y culpa, todos vinculados a la pérdida, a las consecuencias legales y a la afectación a la familia que pueden conducir a la depresión. También pueden sentir vergí¼enza, insomnio, pérdida de apetito, idea fija, cólera y ataques de ira contra otras personas o sí mismos. Desde el punto de vista de las relaciones interpersonales, puede crear rupturas y distanciamiento en los vínculos familiares y de amistad », explica el Dr. Cabrera.
Hasta ahora, cuando casi todos dan las bolas por desaparecidas, aquellos que perdieron su dinero pueden dividirse en dos grandes grupos: los que no se sienten estafados, pues sabían a qué se enfrentaban, y quienes sí lo hacen e, incluso, denunciaron los hechos ante las autoridades.
Al margen de la ley
Damián perdió 9000 pesos. Se decidió por una apuesta mayor y entró en dos bolas de 4500 para recoger 36 000. «Yo sabía que las posibilidades eran 50 y 50, pero quería hacer dinero como todo el mundo. Si la Policía no se hubiera metido, las bolas no se habrían caído y yo sí cobraba ».
Aunque el diseño de las estafas piramidales propicia que en cierto período de tiempo caigan por su propio peso, la creencia popular señala a la intervención de las fuerzas del orden como principal factor para que muchas bolas se estancaran.
Según el teniente coronel Carlos Alberto Morales López, segundo jefe de la PNR en Villa Clara, en la provincia se han hecho, en 2021, 18 denuncias, por las que se procesan 20 personas.
Estas acusaciones se han tramitado según lo establecido por el Código Penal en el artículo 219, inciso 1, relacionado con la participación en juegos ilícitos, con sanciones de hasta ocho años de privación de libertad, dependiendo de la gravedad de los sucesos.
«Las últimas tendencias que hemos visto y que hemos analizado de conjunto con la Fiscalía, son casos que se apegan más a la estafa que a los juegos prohibidos. Entonces estaríamos hablando del artículo 334 del Código Penal y las sanciones serían mayores », explicó el teniente coronel.
Subjetividades y sentimientos aparte, debido a la bola se desataron un no despreciable número de hechos violentos. Relatos al respecto no escasean, algunos inflados, hasta que corren ríos de sangre. Entonces, que el Minint haya tomado partido no puede ser menos que su responsabilidad con la ciudadanía.
Esta no ha sido la primera oleada de la bola. De seguro tampoco será la última. Mañana puede aparecer bajo otro nombre y otro rostro, pero los resultados serán siempre los mismos desde los tiempos de Larra y Ponzi: una estafa piramidal en la que tu dinero proviene del de la pérdida de otros. Que la desmemoria social y colectiva no borre esta sencilla cuenta de humanidad de nuestras mentes. Mucho menos olvidemos, legalidades a un lado, que en este juego tenemos mayores probabilidades de ser estafados que de salir airosos.