

Tiene solo 31 años de edad, y, quizá, ningún médico en Cuba ha estado más tiempo enfrentando a la COVID-19 que el galeno cienfueguero Yoan Pérez Ojeda, pues estaba de guardia en el hospital militar Comandante Manuel Fajardo Rivero, en Villa Clara, la noche del 11 de marzo de 2020 cuando trajeron al primer cubano contagiado con la enfermedad y a su esposa.
De entonces hacia acá, todos los días de la semana el joven capitán médico está en la primera línea de trabajo contra el terrible flagelo.
Quiso ser biólogo marino, pero finalmente optó por la Medicina. Los primeros dos años de la carrera los cursó en la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos y los restantes cuatro en La Habana. Se graduó de médico militar en el año 2013 y cumplió su servicio social en el campamento del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) que radica en el Escambray.
Desde agosto del 2014 trabaja en el Hospital Militar santaclareño. Allí hizo los tres años de residencia y se graduó de especialista en Medicina Interna. Actualmente se desempeña como jefe de los Servicios Internos del referido centro hospitalario.
No cree ser diferente a los demás, y en realidad no lo es, pues es un joven modesto y sencillo como cualquiera, pero lo que hace lo convierte en uno de esos héroes anónimos, de los muchos que hay en Cuba, y cuya historia merece ser contada.
Yoan, dicen que nunca descansas y te pasas trabajando los siete días a la semana. ¿Es cierto, que no rotas cada 15 días?
Como jefe de grupo tengo un trabajo diferente, pues permanezco trabajando ocho horas todos los días, de domingo a domingo. Ya vamos por la rotación 26; o sea, 26 grupos de trabajo. Cada vez que cambia una rotación lleva un nuevo proceder, pero yo me mantengo. Son nueve médicos en mí sala: seis especialistas de Medicina General Integral (MGI) y tres de Pediatría. Ahora mismo atendemos allí a niños, embarazadas y a personal de Salud sospechosos a la COVID-19.
Si vas por 26 rotaciones, entonces, ¿cuántos PCR te han hecho?
-Uf, ya ni me acuerdo, son tantos. Cada vez que cambia un grupo me hago PCR, también otros tantos con las pesquisas hospitalarias. Veinte, treinta, más. Realmente he perdido la cuenta. Sin contar los test de antígeno y las tiras rápidas.

¿Todos negativos?
Sí, todos han sido negativos. Nunca me he enfermado.
¿Cuáles son los protocolos de seguridad que sigues?
Los habituales y establecidos: uso obligatorio del nasobuco (uno, para desplazarme hacia el hospital y luego otros dos en la sala). Al entrar al servicio, la obligación de la vestimenta básica: bata, dos pares de guantes (de latex, cuando vas a examinar, o de nailon desechable), y las botas. Están también las normas de protección relacionadas con cómo ponerte y quitarte esa vestimenta cada día. Son procedimientos de rutina, pero que no pueden llevarte a cometer equivocaciones.
¿A qué hora empiezas a trabajar?
La guagua de nosotros llega entre 7:05 y 7:10 de la mañana. Participo en la reunión del Consejo de Dirección y de ahí a mi sala hasta por la tarde, en que regreso. Son ocho horas diarias.
Dices que regresas, ¿a dónde, pues eres de Cienfuegos?
A un centro de aislamiento. Yo desde el 11 de marzo de 2020 descanso en un centro de aislamiento Ahora mismo estoy en La Loma, y soy allí el huésped más antiguo. Llevo unos tres meses, mientras el resto de mis colegas lo hacen solo por 15 días. Creo que he establecido récord de permanencia también en el Rivierita y en Villa la Granjita. Realmente, yo no me alojo en los centros de aislamiento, sino que vivo en ellos.
Y , ¿cuándo vas a la casa?
Solamente en los períodos de vacaciones establecidos; o sea, dos veces al año. El año pasado estuve 15 días en junio y otros 15 en diciembre y primeros días de enero.

«De entonces acá trabajo de domingo a domingo, aunque he estado horas en casa, pues el hospital me ha dado facilidades para ir la ida por la vuelta, lo cual agradezco mucho. Allá tengo lo que más quiero en la vida: mis padres, un hermano y mi pequeño príncipe. Tiene dos años y medio y se llama Yoan Alejandro Pérez Irsula. Casualmente estuve el viernes pasado y jugué un rato con él.
¿Cuántos pacientes han transitado por tu sala?
-Incontables. Mi sala ha pasado por todas las categorías. Yo he atendido a pacientes positivos, a extranjeros (franceses, británicos, hindúes, rusos), y a casos persistentes de la COVID-19; o sea, aquellos pacientes cuyo PCR sigue dando positivo después del día 14. A partir de entonces se les aplica el PCR en días alternos. El récord de persistencia lo tiene una espirituana que estuvo 34 días siendo positiva, hasta que finalmente logró rebasar la enfermedad.
-Y ¿por cuántos protocolos de enfrentamiento a la COVID-19 has pasado en estos 12 meses y dos semanas?
Vamos por el protocolo 1.6. Cada uno perfecciona al anterior: ajusta y agrega. El actual mantiene mucho del anterior, pero ha mejorado mucho el organigrama y minimiza los riegos. Para mí es el más eficaz de los protocolos empleados hasta ahora, el que mejor ha clasificado a los pacientes y ha «aterrizado » el tratamiento a seguir en cada caso.
Yoan, háblame de los miedos.
¡ ¿Miedo!? El miedo siempre está. Es constante. Claro, al llevar tanto tiempo tengo una mayor percepción del peligro, pero miedo siempre hay. Es un virus y puede estar en cualquier parte. Tal vez, no tanto miedo como lo sentiría un novato, pues he aprendido cómo vestirme, cómo quitarme la ropa, etcétera. Ya esos miedos los he perdido, aunque sin confiarme.

Pero, ¿cómo los enfrentaste?
Estudié mucho, me preparé mucho, y aunque al inicio no había experiencia, siempre me documenté para poder enfrentarlo mejor. Vi vídeos didácticos de cómo vestirnos, cómo desvestirnos, cómo usar el nasobuco. Los artículos los leo a diario, también me ha ayudado mucho la comunicación permanente con nuestros centros científicos y recibir los protocolos de actuación. Contamos, además, en el propio Hospital Militar y en la provincia con profesores de mucha experiencia. Todo eso nos prepara para enfrentar nuestros miedos y para trabajar con profesionalidad y entrega.
También influye la voluntad, ¿no crees?
Cierto. Al final, estar alejado de mi familia, enfrentar los riesgos, el poco descanso, todo lo he hecho por conciencia, por ayudar a los demás. Yo me formé en este hospital y es mi manera de reciprocar lo que he recibido. Me satisface lo hecho y en todo ha estado presente mi compromiso como médico y como revolucionario.
¿Momentos duros?
Unos cuantos. Al tener mi sala variaciones en los pacientes y tratamientos he pasado por momentos difíciles, incluida la barrera del idioma; en particular, con unos indios que solo hablaban dialectos de aquel país y tuvimos que comunicarnos por señas. Con los rusos contamos con la suerte de tener un traductor y los franceses hablaban algo de inglés.
«Nos ha golpeado, igualmente, no disponer de todos los recursos idóneos, aunque gracias a esas limitaciones es que se han logrado variantes de tratamientos terapéuticos muy efectivos ».
¿Alguna vez te has sentido preocupado por creer estar contagiado con el virus?
Varias veces. La vorágine de trabajo ha sido muy grande y estoy propenso a cometer errores, pues humanamente eso es posible. Me he sentido cansado, con dolores de cabeza y me asaltan dudas: ¿será o no será? También ha influido el agotamiento, la «sofoquina » del trabajo, como le digo yo.
«Realmente todo ha sido producto del estrés, que puede dar todos esos síntomas. Por suerte, tengo el respaldo de mucha gente: mi mamá, que me ha ayudado mucho, sobre todo con mi hijo, disponer de las facilidades de Internet, y no ha faltado nunca el calor humano, tan indispensable en mi profesión. Jamás me he deprimido, pues siempre he estado consciente de lo que hago y el equipo de Psicología del hospital también nos ayuda mucho.

¿íštil?
En cada momento. He aprendido mucho en estos casi 13 meses y seguiré aprendiendo, pues, es una enfermedad nueva en el mundo. He tenido la suerte y la dicha de trabajar con un colectivo muy unido y profesional y con un equipo de dirección que me ha dado toda la ayuda que he necesitado.
«Ha sido un reto enorme que creo haber cumplido ».