
Los largos pasillos del edificio central de la Universidad de Ciencias Médicas villaclareña permanecen en silencio, se extraña el ir y venir de estudiantes y profesores en ese tránsito habitual hacia las aulas, los laboratorios, la biblioteca, o quizás en una consulta repentina ante determinada duda sobre el universo del conocimiento.
Todo ha cambiado desde que un virus detestable irrumpió, en marzo del pasado año, e impuso una educación a distancia y la incorporación de aquellos educandos que no cursaban años terminales a las necesarias pesquisas en las comunidades del territorio.

Un escenario diferente del que la Dra. Ivette Molina Linares, rectora de la institución, recuerda. Al concluir el primer brote epidémico se pensaba en un retorno a la normalidad con la continuidad del curso académico. No existían contratiempos hasta que un segundo golpe propiciado por el SARS-CoV-2 retomó las pesquisas. Así un día y otro, en tanto la propia marcha de los acontecimientos ha transformado el objeto social que convirtió un centro docente en unidad totalmente asistencial.
«Un perfil nuevo pero en ciclo completo iniciado con las pesquisas para luego incorporar los vacunatorios, con las dosis de Abdala y Soberana Plus a determinados grupos de riesgo; los locales de aislamiento y ahora tres hospitales de campaña en Santa Clara y uno en Sagua la Grande », precisa la titular.
En un momento de esta última etapa el centro de estudios médicos superiores acogió contactos de casos positivos a la COVID-19 y la misión era observarlos en su evolución, pero de pronto se vieron inmersos en un hospital de campaña para adultos ya portadores del virus y de niños con idéntico diagnóstico, a quienes se les garantiza la atención médica, de enfermería y el seguimiento diario, entre otras tantas funciones.
«Nuestra Universidad pasó de recibir sospechosos a positivos, por lo que hubo niños que al cambiar su estado permanecieron en la institución, al igual que una parte de los adultos ».
Hablar de cifras resulta complejo ante un panorama cambiante en apenas horas, pero si bien el silencio permanece en los pasillos del área central no ocurre lo mismo en las instalaciones ubicadas pasando la Circunvalación, donde se concentran los bloques del hospital de campaña, el puesto de mando y todo lo que garantiza la logística.
«De inicio, habilitamos 124 camas para quienes han manifestado positividad en la edad pediátrica, y pretendemos disponer de otras 114 en los hospitales existentes en la instalación ».
Al repasar cada jornada ¿cuál ha sido el reto mayor emprendido por la Universidad?
El de ofrecer asistencia a los pacientes con nuestros propios profesores, médicos, personal de enfermería, tecnólogos y el resto del personal imprescindible. No hemos recurrido a ninguna fuerza externa. Los galenos que pasan visita son de nuestra Universidad; los enfermeros, laboratoristas, las brigadas de autoservicio, de limpieza y que garantizan otras labores están integradas por estudiantes nuestros, y hace unos días incorporamos más de un centenar de médicos que recién terminaron sus estudios.
De investigadores a estadísticos
Tairy Gómez Hernández es máster en Ciencias Químicas y labora en la Unidad de Investigaciones Biomédicas. Ella forma parte de un equipo que ha tenido que dedicarse por completo al mundo de los números.
Otra faceta en su vida bajo un universo diferente, y explica: «Si bien manejamos datos en nuestros estudios experimentales, el ritmo de trabajo difiere por completo ».

Un ejercicio extendido durante 24 horas y descanso por otras 72 que exige bastante rigurosidad con los pormenores de los nuevos ingresos, de quienes reciben el egreso, el registro de los acompañantes de los niños hospitalizados y otros detalles que garantizan la funcionabilidad de un hospital.
La graduada de Química en la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas está acostumbrada a renovarse en función de nuevas tareas en medio de la responsabilidad de ser madre, cuidar a los hijos y ancianos en casa, y replantearse toda la organización hogareña para cumplir con su responsabilidad.
Por su parte, Josley Córdova Pereira es un especialista de Estadística que tiene bajo su accionar el control y veracidad de cada cifra, y ayudar a los muchachos en la recopilación de todos los datos hasta que cae la noche y realizan el resumen.
Pero su función no concluye aquí. Luego debe dejarlos en la base de datos de la Dirección Provincial de Salud Pública, asegurando aquellos confirmados durante el día y los que se mantienen como sospechosos.
«Un trabajo diario que desde el inicio de la pandemia se inscribe de sol a sol; mas detrás de estas cifras hay un grupo de personas que estaremos hasta que haga falta », afirma quien se desempeña como jefe del Departamento de Estadística del policlínico Chiqui Gómez, en Santa Clara.
Del diarismo en el aula al hospital de campaña
La vida le sorprendió a Laura Machín Reyes, la estudiante de quinto año de Medicina que vio interrumpido su curso académico. Nunca imaginó que se emprendiera una contingencia de este tipo porque nadie está preparado para ello.
«De pronto se suspendió el diarismo en el aula y nos fuimos a las pesquisas. Luego, a los centros de aislamiento y, en la actualidad, en los hospitales de campaña como personal de apoyo ».

¿Has sentido temor?
Bastante. Es algo lógico entre los humanos, máxime cuando comenzamos a vivir. Soy asmática y diabética, y velo por mi familia, pero no obviamos las normas contenidas en los protocolos, al tiempo que resulta estimulante ver a tantos estudiantes incorporados de manera voluntaria.
Laura considera que pese al cansancio que aparece al final del día, queda la satisfacción de sentirse útil junto al resto de sus compañeros a partir de 14 jornadas de trabajo, luego cinco días de aislamiento en otras áreas del propio hospital con la realización del correspondiente PCR antes de proceder al descanso.
Quien laboró en uno de los centros que acogen a niños positivos y ahora está al frente de sus colegas en la unidad habilitada en el edificio 7, sin dejar de trabajar en otras áreas, considera que la disciplina es la palabra de orden para contrarrestar la pandemia, «porque es triste ver tantos pequeños afectados por el virus ».
Juntos por la vida
Cuando se haga la historia de la COVID-19, habrá que darles un sitio preferencial a los estudiantes de Ciencias Médicas. Si se le pregunta a la Dra. Ivette Molina cómo catalogaría el aporte del estudiantado, lo resume, categóricamente, con una palabra: heroico.
«Creo dice que nunca antes se había ejercido un papel tan protagónico como el de nuestros estudiantes en una situación de contingencia en que los retos son mayores cada día. Hay que ver cómo se desenvuelven, cómo vencen el miedo a contagiarse y manifiestan la alegría por haberlos tenido en cuenta ».
¿En el caso de los trabajadores?
Tuvimos la respuesta esperada, aun cuando existen muchas problemáticas personales, de limitaciones, de enfermedades que hacen a las personas vulnerables; pero están presentes. Tenemos científicos convertidos en estadísticos, los puestos de mando del transporte son asumidos por profesores nuestros. Se cumple una guardia físico-administrativa todas las noches para lograr la disciplina y que no existan quejas en la atención al paciente; todo puede lograrse con la unidad y el deseo de hacerlo bien, de otra manera es imposible.
Han pasado 16 meses de plena pandemia. ¿Cómo logran vencer el agotamiento?
Dormimos muy poco y agotados estamos, aunque hemos creado condiciones a nuestro personal, tanto de descanso como de alimentación, y siempre que alguien tenga determinada problemática contamos con sustitutos para que puedan trasladarse a su casa.
Imaginemos que llegue el fin de esta pesadilla. ¿Qué experiencia quedaría para todo el equipo de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara?
La gran satisfacción de un deber cumplido. Ha sido una de las tareas más difíciles entre todas las vividas, pero siempre nos quedará aquello de que contribuimos a una obra en que entregamos todo a favor de la vida.