
Tan rápido como el SARS-CoV-2, cuando se replica de una célula a otra, han mutado los roles asumidos por personas e instituciones de Villa Clara, para cerrarle el paso al intruso más letal que ha conocido esta provincia.


Desde el pasado 5 de julio, la escuela especial Fructuoso Rodríguez, de Santa Clara, retomó su movimiento, ahora como hospital de campaña para niños sospechosos a la COVID-19. Los docentes y el personal de servicios de esta y otras instituciones educativas de la ciudad trastocan sus rutinas con labores de limpieza, ropería, organización y entrega de alimentos.
Trapeador en mano, ataviada con guantes, botas de goma y nasobucos, la maestra de Lengua de Señas, Dunierky Valdés Castro, hace brillar los pasillos. Con una coraza más sólida, la instructora de arte, Rosely Estrada Vicens, se interna en zona roja para limpiar las salas. El disfraz sanitario y la discapacidad auditiva no les impiden transmitir gestos de alivio y esperanza a quienes aguardan la buena noticia y el pronto regreso a casa.
«Le dije a mi colectivo de trabajadores: “Vamos a enfrentar una tarea que no sabemos cómo seráâ€, y no recibí ni un “pero†de ellos. Hacemos todo para apoyar a las familias que llegan sufriendo, y luego se van muy agradecidas. Hemos fortalecido los valores humanos y ahora estamos mejor preparados para seguir tratando a nuestros niños con más ternura, con más amor », cuenta Marisel Carpio Jiménez, capitana de este buque enrumbado hacia la vida.
Como timonel de la atención médica se desempeña el Dr. José Carlos Hernández Moret, un joven de 28 años que vive en Santo Domingo y sueña con ser cirujano. Bajo sus órdenes laboran los profesionales que atienden a los pequeños ingresados en 18 cunas y 28 camas, en turnos de 24 horas de trabajo por 48 de descanso.


«La mayoría somos jóvenes, incluso, estudiamos juntos. Sabemos el riesgo que implica trabajar aquí, pero nos sobreponemos al temor cada vez que haga falta entrar a la zona roja. Nos impulsa el amor a la profesión y la conciencia de que el país lo necesita ».
Luego de una noche de guardia, la Dra. Marta Violeta Berrío Bolaños no oculta el cansancio, ni la disposición de reponer fuerzas para regresar dentro de dos días. Aunque prestó sus servicios en Venezuela, Brasil y Bolivia, ninguna misión le parece más importante que socorrer al pueblo de Santa Clara, tan suyo como el de Manacas, en el municipio de Santo Domingo.
«Este centro estaba diseñado para niños mayores de un año, pero, debido a la compleja situación epidemiológica, los hemos recibido más pequeños. Ocupamos una posición intermedia, pues, según el resultado del test rápido o del PCR, los enviamos de regreso a su comunidad o a un centro de atención secundaria, si lo requieren ».
Las licenciadas en Enfermería Seila Iglesias Mesa y Magalis Otaño Sureda también se enorgullecen de las recientes jornadas de vigilia. Sienten sobre sus hombros la responsabilidad de preservar las sonrisas inocentes, se sobresaltan si ven llegar a familiares o conocidos, y se emocionan con las muestras de gratitud de madres y padres asustados.
Otro paraje transformado durante el enfrentamiento a la pandemia se extiende en la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara (UCMVC). En los edificios, antes inundados de uniformes, pasos apurados, dudas de último minuto y tensiones previas al examen, se vive otra dinámica desde la instalación de tres hospitales de campaña, con capacidad para casi 400 infantes sospechosos y positivos a la COVID-19.

Al principio, los estudiantes de todas las especialidades de las Ciencias Médicas que no cursaban años terminales se internaron en sus comunidades mediante la pesquisa sanitaria. Hoy, muchos continúan las visitas casa a casa y ayudan en los vacunatorios, mientras otros cooperan en labores de desinfección, ropería y entrega de alimentos y paquetes a los pacientes, en la residencia estudiantil de la institución académica.
Yohandis Hernández Morales es uno de los jóvenes villaclareños que estrenó el título de Doctor en Medicina e hizo su primera guardia bajo las condiciones que impone el nuevo coronavirus. Hace apenas un mes que lidia con la responsabilidad del ejercicio profesional, y la ve crecer cientos de veces, al estrenarse con niños de todas las edades.
«Desde aquí tratamos de hacer lo mejor con las condiciones que tenemos, porque estamos en campaña. Muy a menudo los padres se desesperan, debido a la situación en la que se ven, e intentamos ponernos en su piel. Siempre se muestran muy agradecidos cuando les hablamos honestamente », relató.
Para la Dra. Leydi Alfonso Arboláez, especialista de Segundo Grado en Medicina General Integral y profesora en la UCMVC, la pandemia trasladó el escenario docente e introdujo nuevos contenidos.


«A los recién graduados tuvimos que enseñarles a protegerse y a trabajar en condiciones atípicas. Es normal que los pacientes se alteren, porque esta enfermedad altera a todos y resulta más difícil controlar a los niños que a los adultos; pero tenemos que hacerles la vida más fácil y tratarlos con cariño.
«Vivimos una experiencia muy bonita. Tenemos estudiantes de varios años en labores de limpieza, por ejemplo; porque lo primero que se le enseña a un médico no es a diagnosticar, sino a ser humano. En la responsabilidad para con el pueblo consiste la razón de ser de nuestro personal de Salud », expuso.
En la familia encuentra la Dra. Alfonso Arboláez una retaguardia segura: desde el café recién hecho cuando llega a casa, hasta la certeza de que todos se protegen. Educa a su hija menor estudiante de 4. º año de Medicina con el ejemplo, y se enorgullece al saberla todos los días en un vacunatorio.
La crudeza del actual rebrote de SARS-CoV-2 también impuso un cambio radical en la dinámica del hotel Brisas del Capiro, de Santa Clara. Con capacidad para atender a más de 100 pacientes contagiados con la enfermedad, en el sitio, concebido para la alegría y el esparcimiento de las familias, se han colado varias veces la gravedad y la muerte.

Cuando las manos no dan abasto y los cuerpos de tantos valientes anónimos desfallecen, toda ayuda coloca en un grado superior a la grandeza humana. Por eso, Seidel Triana Martín y Elvis Cárdenas Muñoz volvieron a vestir con tanto orgullo sus uniformes de enfermeros.
El primero, cuadro del Comité Municipal del Partido en la capital villaclareña, siempre mantuvo el vínculo con la sala de Terapia Intensiva del Hospital Pediátrico José Luis Miranda. El segundo, funcionario de la Dirección Provincial de los Comités de Defensa de la Revolución, desempolvó los saberes y habilidades profesionales luego de casi 20 años fuera del sector de la Salud. Ambos movidos por las ganas de ayudar y dispuestos a permanecer en la zona roja todo el tiempo que sea necesario.
No alcanzan las palabras ni los lentes para captar todos los instantes y rostros heroicos. Cada día miles de villaclareños se lanzan al ruedo, dispuestos a hacer malabares para arrebatarle las almas a la muerte. Sin más promesa que entregarlo todo en beneficio de los otros, sin «más fortuna que una ovación ».