Tendría que andar los lugares que no sé, y que dudo alcanzar a recorrer. Superar los límites del territorio villaclareño, que hoy es solo un fragmento del inmenso retrato de Las Villas (integrada por las actuales provincias de Villa Clara, Sancti Spíritus y Cienfuegos) que tantas veces firmó Manuel de Feria García con su cámara analógica.
Aun así, estaría lejos de enfocar toda su vida. Es que la geografía era mi casa cuando ya él andaba por Berlín fotografiando la esperanza entre aquellos que, desde todas partes del mundo, llegaron para participar en el X Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.
Debería mi lente tener una profundidad capaz de captar el valor de los nuestros en la lejana Angola. Pero no bastaría: necesitaría, además, el valor para disparar mi cámara en medio del fuego de la guerra; esa que él si conoció en sus funciones como corresponsal de la revista Verde Olivo.
Me tocaría ir a Haití, a donde partió en el 2000, como si no le pesaran los años, para graficar la misión médica cubana en la hermana isla caribeña.
Esa vez sí lo vi regresar y escuché las anécdotas de la tierra caribeña que ante su cámara expuso heridas profundas y tan dolorosas como las que anteriormente constató en una contienda.
Ya entonces estábamos emparentados en una familia: el periódico Vanguardia, de la cual era maestro. Como luego lo sería de de la carrera de Periodismo, iniciada en el curso 2001-2002 en la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas, cuando, a título de su experiencia inigualable de fotorreportero, la academia le abrió sus puertas en calidad de profesor invitado.
Así, de Feria, Manolo, y para mí, de «F », se convirtió, también, en el profe de futuros periodistas de Camagí¼ey, Ciego de ívila y de las tres provincias que antes fueron Las Villas, aquella porción del centro de Cuba que por los años 70 escudriñó con la óptica del periodismo, aunque ya labores anteriores lo habían llevado por muchas de sus carreteras y caminos.
De qué central azucarero no sabría la historia y detalles productivos, qué industria no habría visitado, cuántos trayectorias de huracanes trazó con negativos y, después, con imágines digitales…
Había que hacer equipo con él en una cobertura para conocer, aunque sea, retazos de esa historia, imposible de abarcar en tan solo unos kilómetros de viaje.
Recuerdo un día que salimos hacia Sagua la Grande, en un trabajo que, al parecer, sería breve, y nos permitiría regresar a tiempo para el homenaje adelantado a los hombres del periódico por el Día de los Padres, y que en su caso, también devenía celebración por su cumpleaños, el 17 de junio. Pero la noticia obligaba a seguir, y apenas dije hacia dónde, ya estaba dando indicaciones de la ruta hacia Caguaguas, porque ese mediodía el trabajo sería su fiesta.
¿Cuántos cumplía? No lo sé, como nunca calculé en los muchos junios más en que los vi llegar en su bicicleta aun cuando tenía carro, para responder a un llamado urgente, no solo como fotógrafo, porque Manolo era el electricista gracias al cual se hizo la luz varias veces en la editora; el mecánico y chapistero que revivía el maltrecho parque de transporte disponible… Sin contar las contingencias electrodomésticas y tantas otras en que auxilió a sus compañeros.
Y entre tantos y disímiles reclamos, no pocas madres o padres de Vanguardia acudieron a sus cálculos para predecir el sexo de sus futuros hijos.
Así era Manolo, el Ingeniero como le decíamos; de Feria, el fotógrafo que había testimoniado con su cámara decenas de recorridos y visitas de personalidades por nuestra provincia, incluidas las de Fidel. Y precisamente, las honras fúnebres al líder de la Revolución Cubana en Villa Clara, fueron una de sus últimas labores como fotorreportero, cuando el 30 de noviembre de 2016 cubrió el paso del cortejo fúnebre por el municipio de Ranchuelo, el único por el que la caravana transitó dos veces en la ida y regreso desde la sureña provincia de Cienfuegos.
Llegó el retiro oficial, aunque siguió siendo parte de Vanguardia, activo participante en los jurados de los concursos de la Unión de Periodistas de Cuba... No faltaron sus llamadas de felicitación en fechas significativas ni la preocupación por cada uno, aun cuando se entregó como maestro de obra en la construcción del hogar de unos de sus tres hijos, y a pesar del duro golpe que significó la pérdida de una de sus nietas.
Por eso, ante la noticia de su enfermedad, este sábado tomé el teléfono para conocer de su estado de salud y el de su esposa Teresita. Y aunque tratándose de él, saberlo en cama era motivo suficiente para preocuparse, confié…, hasta que este domingo 22 de agosto la COVID-19 reveló otra instantánea de dolor.
¡Qué triste compromiso impone la muerte! Por más que intente, mis ideas no logran el encuadre, la composición y la iluminación precisos. Son solo flashazos de memoria que jamás serán la imagen exacta de Manuel de Feria García. Por suerte, nos quedan su obra y el recuerdo colectivo de una vida, como el retrato más perfecto de Manolo, el fotógrafo, el Ingeniero, el colega, el amigo.