
Sin aspavientos desmedidos en las reparaciones industriales, el último de los ingenios villaclareños que se incluirá en la venidera zafra el «Ifraín Alfonso Liriano », en Ranchuelo, marcha entre los punteros en labores de reparaciones fabriles que ejecutan los homólogos cubanos.
Allí no creen en milagros. Planifican las estrategias de trabajo, con similares estrecheces que otros en los aseguramientos de insumos, y tienen el propósito de hacer pruebas y ejercicios de arrancada de los equipos en diciembre próximo. La molida de caña comenzará en los primeros días de enero.
Justo eso reclaman dentro del ingenio: mayores volúmenes entregas agrícolas para elevar los aportes de azúcar. Todo tiene un límite ante los discretos aportes de las plantaciones. Será la eficiencia industrial, de acuerdo con la calidad de las reparaciones y las disminuciones de tiempo perdido por interrupciones imprevistas, la palabra diaria, así dicen los operarios.
El programa de contienda sitúa en diciembre a los centrales Carlos Baliño (Santo Domingo), José María Pérez (Camajuaní), Heriberto Duquesne (Remedios), Quintín Bandera (Corralillo) y Héctor Rodríguez (Sagua la Grande), y en la retaguardia, la entidad de Ranchuelo.

En el interior de la fábrica, y con medidas higiénico-sanitarias para contener brotes de la COVID-19, Pedro Montenegro Abreu, el director, intercambia puntos de vista con especialistas y mecánicos de las diferentes áreas. Trae apuntes entre manos, y supervisa las tareas de la jornada.
Molinos de primera
Las inversiones al cierre de octubre concluyeron al 75 % de realización. Hay áreas terminadas, como el basculador, sitio en el cual faltan por instalar 80 metros de cadenas. Están por llegar. También tienen reparados los molinos.
La generación de vapor, precisa, hizo pruebas hidráulicas en tres calderas, y remodelan una cuarta inversión mayor, prevista terminarla más adelante para garantizar eficiencia industrial en contiendas futuras. Esa área, apunta, siempre constituye uno de los lados flacos del ingenio, pero «al concluir la elevación se elevará en 20 toneladas, hasta llegar a 35, la generación y se conseguirá mayor efectividad en las operaciones fabriles », acotó.
También en la planta de tratamiento de agua despliegan acciones para disminuir entradas de residuales contaminantes. En julio-agosto, a pesar de constituir meses de contagios reiterados por el SARS-CoV-2, repararon los equipos de generación eléctrica y dos de los molinos, y en el tercero de esos equipos laboran en la actualidad. En la fábrica «no hay áreas con problemas, y todo se ataja en tiempo con medios propios y de otros componentes mecánicos que arriban, según solicitudes, de otras provincias », añadió Montenegro Abreu.

En el taller de mantenimiento, con tornos y otros dispositivos que triplican la edad del trabajador más longevo del ingenio, hacen malabares para rectificar y recuperar piezas imprescindibles en la industria. Allí, como en otros sitios, impera un universo juvenil que, entre especialistas y operarios, revitalizan la fábrica. Así contó Gerardo Quirón Cervantes, soldador. Él, junto a otros ayudantes, acondicionaba el «relleno » de masas bagaceras de los molinos del ingenio. Similar acción desplegaba Michel Calderín, sin horario para el trabajo, en la adecuación de coronas, una actividad que requiere pericias en las reparaciones.
Los bisoños operarios, desde hace dos años, «constituyen el corazón que empuja las adecuaciones técnicas del ingenio. Ellos son decisivos en tiempos de zafra para disminuir tiempos perdidos por roturas imprevistas », ponderó Montenegro Abreu. Precisó que el 95 % de los materiales requeridos para las inversiones están depositados en las instalaciones del central. Todo saldrá en tiempo, según las propuestas planificadas.
Los mantenimientos en los centros de acopio, acotó, están al 93 %, y restan detalles en soldaduras y colocación de planchas de acero. Ahora rediseñan las cuchillas en Tarapaca con el propósito de recibir de manera simultánea el tiro de caña corta y larga, según los envíos desde las plantaciones.

En la industria, y sus diferentes áreas, así como en aquellos lugares que forman parte del engranaje azucarero, «no hay tiempo para equivocaciones », dijo Montenegro Abreu.
Sin embargo… ¿hay puntos débiles?, pregunto. Montenegro Abreu responde de manera enfática:
«Por supuesto. Uno no compete directamente a la Empresa Agroindustrial Azucarera Ifraín Alfonso. Reside en las líneas férreas, con poco mantenimiento antes de comenzar la cosecha. Bastantes interrupciones asumimos el pasado año por descarrilamientos y pésimo estado de las vías. Eso constituye una limitación », precisó.
¿Y la caña?...
El aseguramiento de materia prima al basculador, a pesar de los precios de compra a los productores, representa un freno para incrementar los volúmenes de azúcar. La solvencia de caña por campaña y los rendimientos agrícolas son discretos. En Ranchuelo reclaman un vuelco. En 2020, después de cuatro años sin satisfacer los compromisos productivos, lograron 24 851 toneladas métricas de crudo. En la pasada contienda redujeron esa cifra, casi similar a la que programan en la venidera zafra.

Ahí está el «costado flaco » del ingenio. Sin crecimientos «espectaculares » de un año a otro en las entregas de caña y fabricación de azúcar. Los rangos se mueven con discreción en una entidad que en épocas «floridas » logró unas 56 000 toneladas de crudo. Llegar a esa cifra demanda alrededor de 300 000 t de caña. «Es una cantidad de materia prima que ahora no tenemos en los campos. Estamos obligados a redoblar esfuerzos agrícolas aunque carezcamos de insumos para desarrollar las plantaciones. También en la industria necesitamos mayor eficiencia », apuntó.
En unos 105 días de zafra del 5 de enero al 9 de abril, «moleremos unas 185 000 toneladas de caña, y el propósito será, por rendimiento industrial, llegar a las 18 400 t, volumen casi similar a la anterior contienda », aclaró Montenegro Abreu.
Al mirar hacia el futuro, por supuesto, estará la contención de los decrecimientos, con mayor producción cañera y rendimientos agrícolas. Una vía posible reside en la disminución de mermas en las plantaciones, y pasos sistemáticos en los volúmenes de siembra y atenciones culturales al cultivo, no contemplados antes como única fijeza «esperanzadora » para apuntalar la hechura azucarera del territorio.