Venturas de Chango

Jorge Mariano Castro Concepción, Chango, residente en Levisa, Remedios, se erige desde su finca entre los mayores caficultores cubanos. La experiencia culmina ciclos industriales y su comercialización directa con el cliente.

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Jorge Mariano Castro Concepción, Chango, durante la conversación en parte del fomento cafetalero de la finca.
Jorge Mariano Castro Concepción, Chango, durante la conversación en parte del fomento cafetalero de la finca. (Foto: Luis Machado Ordetx)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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17 Mayo 2025

«[…] la dicha no está en el oro ni en la opulencia,
sino en la brisa que acaricia el rostro…»
Cervantes

Durante cinco décadas sus tierras estuvieron abandonadas, hasta que Chango se «encaprichó» en cambiar la fisonomía del recinto y devolverle el esplendor del pasado.

Joven el muchacho no creyó en «cabellos ensortijados» de tupido monte. Tampoco en las cuestas que impidieran un paso triunfal. Algunos pensaron que cierta locura, quijotesca, se le había apoderado. Venció, en parte, escollos de todo tipo y, ahí, machete en mano, ahora emerge presto al recibimiento de otros hijos.

La entonces finca que fomentó Gerardo Casarés, el emigrante y emprendedor de Islas Canarias, corona los tiempos de antes. Dice Chango que el agricultor, ubicado en las faldas de la loma Caraballo, fue uno de los mayores caficultores de la región. Desde Levisa, en Remedios, envió por año el grano oro hacia una torrefactora en Meneses y también lo exportó directamente desde el puerto Caibarién hacia el extranjero.

Algún incrédulo escuchará con suspicacia lo que se cuenta sobre ese emprendedor del pasado, pero Chango lo tiene estudiado y hasta conserva datos históricos que atestiguan esos acontecimientos. Ahora él devuelve la mirada al presente y sigue como en un limbo que entremezcla sueño y realidad hasta convertirlo todo en hecho probable…

Levisa es un asentamiento rural que apenas rebasa las 250 casas y tiene unos mil habitantes. Está en las cercanías de General Carrillo, consejo popular al cual pertenece. La pertinaz sequía de estos tiempos advierte una perenne polvareda, solo amainada cuando llegamos a lo que antes fue una esplendorosa finca. Allí, en la finca «Capricho», por sus huellas botánicas abundaron cafetos, árboles frutales y madera preciosa.

Después de décadas de desánimo agrícola Jorge Mariano Castro Concepción, usufructuario de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) 20 de Diciembre, devuelve otras riquezas paisajísticas al lugar.

Al hombre lo apodan Chango, porque esa fue la primera palabra que pronunció en su infancia. Tiene 37 años y en su empeño por transformar el entorno productivo lo acompañan campesinos oriundos de Gaspar, en Ciego de Ávila, ya aplatanados en Levisa y otros amigos residentes en la zona.

Chango muestra el café tostado.
Café tostado, 100 % de pureza, listo para el molinado mecánico. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Sin mucho conocimiento práctico, y tampoco asesoramiento técnico, emprendió el cultivo cafetalero a partir de consejos de viejos cosecheros de la comunidad. Antes solo se aventuró a realizar recolecciones de cerezas en predios de otros campesinos, y aprendió de variedades, marcos de plantación, labores agroecológicas, arrope, coberturas vivas, barreras o tranques para evitar la erosión de los suelos y siembras de otros cultivos asociados que intercaló en los campos.

Recientemente culminó el acopio de unas 10 000 latas de cerezas, del tipo Robusta y Arábico, variedad última que llama con el genérico apodo de criollo, aunque por lo que dijo se emparienta con frutos de Catimor, por el tamaño del grano. Reitera que «en la actualidad tengo unas 5400 posturas de siembras a sol —Robusta—, y otras 6000 en producción, entre las cuales abundan la segunda con plantas de fruto grande y rojo, de amplia parición y agradable sabor.

«Soy un intruso en la caficultura, y aquí aprendí a abrir hoyos profundos donde hecho materia orgánica, con hojas secas, para efectuar las siembras. Estoy plantando senderos de coco con posturas traídas desde Baracoa, y al igual hago con el cacao. Hasta cafetos injertados ya tengo en los campos para evitar plagas y enfermedades y tener mayores rendimientos. Ya usted ve, aprendo todos los días y disfrutamos del trabajo que hacemos en el campo, machete en mano, echando para adelante en inversión de dinero y tiempo. Eso hasta en la familia me trajo dificultades, pero humildes tenemos ahora cierta holgura económica».

Chango se atraganta las palabras. Algunas lágrimas llegan a la comisura de los labios y se limpia el salado sabor de las gotas. Es honesto en su testimonio, y prosigue con su historia: «Dos años atrás ni ropa teníamos que ponernos y a veces salíamos a las andanzas hogareñas con idéntico tipo de zapatos. No me apena decirlo…

«Desde el día que solicité la tierra y concedieron el certifico no paro de trabajar, y de sentir el olor de las flores y frutas que abundan en el campo. Esta cosecha que terminé es la cuarta en mi historia de agricultor. Dispongo de 17 hectáreas de cafetos en producción, y de similar superficie en fomento, y en esta última quiero llegar a otras 9,84 ha para cerrar las dos caballerías. Ese es el sueño familiar desde mayo del pasado año cuando dispuse del área en fomento.

«¡Ah!..., ¿por qué me incluyo como usufructuario vinculado a esa UBPC ganadera?, sé que usted lo duda. Fue la primera entidad agropecuaria que tendió la mano en la zona. Ganaderos al fin, y no es espíritu altruista, no tienen solvencia económica y los ingresos que obtengo en la finca también ayuda a todos los miembros del colectivo. Aquí, como en cualquier parte, siempre lo digo, sin Dios no hay nada para lograr algo bonito. Antes decían que estaba loco porque todo era trabajo y trabajo hasta que aparecieron los hermanos Yoelvis y Orelvito, y también Israel, padre e hijo, y vamos para el campo desde que amanece hasta que llega la noche».

Soñar el future

Chango dice que en el «Capricho» también hubo vegas de tabaco, pero no, lo de él está en el cafetal y los frutales. Tal vez en algunas hortalizas. Reafirma que todo hombre con «sueño en grande alguna grandeza tendrá», así le comentaba un amigo ya fallecido. En ocasiones por la burocracia en «papeleos he tenido deseos de abandonarlo todo, pero que va, aquí estoy. Con el apoyo del Gobierno y la Agricultura en Remedios ya inscribí las labores agroindustriales del café en un Proyecto de Desarrollo Local, y recibí la aprobación, al igual que otros 15 con intención productiva que funcionan en el municipio.

Proceso de envasado del café.
Envasado de café, única actividad manual que asumen en la industria. (Foto: Luis Machado Ordetx)

«Aquí sueño el futuro. Una casa para un finquero, con cría de animales para vincular las producciones a la comunidad, y cerrar ciclos en todas las cosechas. Del café, y esta fue la cuarta recolección en la finca, se obtuvieron unas 50 toneladas. Con equipos artesanales, ideados en la casa, se despulpa la cereza y también realizamos el tueste y liga de las variedades arábicas y robustas. Después el grano, molinado o tostado, lo comercializamos en ferias dominicales de Remedios, Vueltas, Placetas y Camajuaní. Todo sale bajo la marca Chango Café.

«Los formatos, tostado o molido, según los clientes, son de 3,3 onzas, media libra y un kilogramo. Los módicos: 3,3 onzas cuesta 140 pesos, media libra a 480, y 450 a entidades estatales. En todos los sitios que expendemos el producto dispone de aceptación popular.

«Lo mío está aquí: apostar por mi país. No pienso parar. El camino está abierto para producir, incluso hortalizas, y hacer carbón vegetal con las maderas que extraemos de la limpieza de la finca cafetalera, y beneficiar todos los residuos del coco que, más allá de su masa y agua, tiene otros componentes que son aprovechables. También incorporar fuerza de trabajo a las labores industriales. Siempre tengo gusto en sumar a las mujeres, por el grado de organización y dedicación. ¡Ya usted las ve aquí cómo trabajan! Ellas son como la sazón de la cocina. El hombre está para la fuerza bruta, y el campo», detalla en tanto se sonríe.

—¿Qué falta?... Hago la pregunta a Chango, quien completa con exquisita coherencia una conversación fluida en precisión de datos y términos.

—Nada, seguir soñando con los ojos abiertos, y cerrar ciclo en todas las producciones. Eso lo aprendí con el café en la siembra, atenciones fitosanitarias, regulación de sombra, cosecha, despulpe, tueste y envase, y que los rendimientos agrícolas se incrementen. También disponer de los conocimientos técnicos, especializados en todos los cultivos, y apostar por mi país. Aquí está mi futuro, y lo digo con propiedad porque salí de un seno muy humilde, pobre, y desde el cual la familia y quienes me acompañan viven de todo lo que produce la finca. Dios me ayuda en todo, y doy uso a tierras antes perdidas en montes.

«Hay que ser agradecido, y eso se inculca desde la familia. Un día tendremos maquinaria moderna para la minindustria, riego de agua por goteo a las plantaciones, y mayores conocimientos técnico y de dirección del negocio. Hasta en una yunta de bueyes pensamos para seguir en lo pequeño y lo grande que un día mostrará a todos la marca Café Caraballo, honor que hará a Cuba y a esa loma que sirvió de asiento a patriotas de otros tiempos, y que desde el presente lo diminuto también puede hacernos inmensos a cada instante», declaró.

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