
Diez años atrás, el terreno donde hoy prospera la finca Los Cuetos era un campo de marabú. La vegetación lo cubría todo, impenetrable, desafiante. No había caminos, ni cultivos, ni señal alguna de vida organizada. Solo el reto de imaginar un futuro distinto y el coraje de una familia que decidió forjarlo con sus propias manos.
El primer desafío fue despejar el terreno, cortar el marabú y abrir espacio para construir. Piedra por piedra, levantaron la nave de los carneros, la vaquería, la casa familiar. «No teníamos nada, todo lo hicimos desde cero», explica Alfonso Cueto Ruiz, el propietario principal de la finca.
Hoy, la finca Los Cuetos, enclavada en las afueras del municipio de Santa Clara, en la demarcación de la CCS 21 de Septiembre, es un ejemplo de crecimiento sostenible y trabajo familiar. Más de 200 cabezas de ganado vacuno y una producción de leche que llega a los 100 litros diarios, además de contar con un rebaño de caprinos, cultivos para el autoconsumo y un sistema de producción que garantiza estabilidad.

Un compromiso que trasciende generaciones
«Nuestra finca abarca cuatro generaciones, desde mi padre hasta mis hijos y nietos pequeños. Nos hemos dedicado a trabajar la tierra y criar ganado con la convicción de que cada reto nos acerca más a la excelencia», explica Alfonso Cueto Ruiz.
El esfuerzo diario se traduce en resultados tangibles. «Actualmente, nuestro plan de producción de leche es de 85 litros diarios, pero hemos logrado elevarlo hasta los 95 e incluso 110 litros. Este crecimiento se debe al compromiso y la disciplina que todos mantenemos aquí».
Además de su ganado, la finca mantiene cultivos de yuca y boniato, lo que garantiza alimento tanto para el autoconsumo como para la comunidad.

Sin embargo, el camino ha estado lleno de desafíos. La genética del ganado es uno de los aspectos clave para asegurar una producción eficiente. «Cada finca tiene que adaptar su genética a sus condiciones. No es cuestión de decir que tal raza es mejor, sino de modelar el ganado de acuerdo con la realidad de cada finca para maximizar su producción».
El papel de la nueva generación en el desarrollo de la finca
Sus hijos, José Ernesto y José Félix Cueto Barreto, han heredado la pasión por el campo y el compromiso con la producción. Para José Ernesto, la vida allí es una vocación arraigada: «Me gusta casi todo, pero fundamentalmente tener los animales bien preparados y criar buenas vacas».

El trabajo en equipo es esencial para mantener el funcionamiento de la finca. «Vivimos aquí, acoplados los cuatro, sembrando y echando para alante», dice. «Mi papá es quien asiste a reuniones y proyectos, mientras nosotros nos quedamos aquí porque esto no se puede dejar solo».
José Félix, el mayor de los hijos, recuerda cómo la familia logró consolidar su hogar en estas tierras: «Hace diez años esto era un campo perdido, nadie creía en lo que decíamos. Al principio no teníamos casa ni agua. Pasamos meses viviendo en un encerado hasta que logramos levantar la finca».
Un legado de solidaridad y crecimiento
La finca no solo se sostiene a sí misma, sino que busca fortalecer su vínculo con la comunidad. «Hicimos donaciones a hogares de ancianos y casas de niños», añade José Félix.
Además, participan activamente en el proyecto Alas, lo que les ha permitido recibir capacitación y mejorar su producción. «Cada tres meses nos imparten cursos de superación», comenta Alfonso.
Sobre el transporte de la leche, cuentan con un sistema eficiente: «Entregamos todos los días a la tienda más cercana, con lo cual se ahorra combustible y se facilita la distribución», detalla José Félix.
La historia de Los Cuetos es una prueba del poder de la perseverancia y el trabajo en familia. Cuatro generaciones viviendo y produciendo en la misma finca, con el propósito firme de crecer y aportar. Con ello demuestran que el campo no es solo un espacio de producción, sino también de historia y comunidad.