
No quiero aferrarme a la simpleza de las mil y una cosas que nos hacen mujer. La Biología no está invitada para la ocasión que celebra el día en que unas obreras textiles se «pusieron » los pantalones y salieran a las calles de Nueva York a reclamar igualdad de derechos laborales que los hombres. Lo más triste es que un siglo después, las mujeres insistamos en que el camino es tan largo que los pasos dados aún no recorren ni la mitad. La mujer sigue teniendo una jornada laboral de 24 horas. El trabajo y la casa continúan siendo, por designación divina, «cuestiones » de ellas. En algún momento y sin contar con nosotras ajustaron el guion a su conveniencia y nos otorgaron esas obligaciones excluyentes.
De chicas la «educación » en casa te convida a siempre cruzar las piernas, aunque no tengas ganas; a no entretenerte con carritos, aunque no tengas opciones; a no jugar con los varones, porque tú naciste para oler a agua de violetas y lucir vestidos largos los domingos. De adolescente, te dicen que el sexo es casi una creación diabólica, mientras al chico lo convidan a traer más novias, porque una no es suficiente.
Si lees demasiado, «es que la niña nos ha salido mojigata »; si sales de fiesta con las amigas, «ten cuidado que ya los vecinos comentan ». De joven te predisponen ante todo lo que no esté socialmente «adecuado », como si la sociedad fuera ejemplo siempre de algo. Si tienes 20, «debes pensar en casarte », si te vas a casar, «no puede ser con cualquiera ». Si estás casada, tienes que pensar en multiplicarte una, dos, tres veces, hasta saciar el sacrosanto apetito reproductivo de tu familia. Pero si a los 30 no te has casado, estás destinada a la soledad absoluta, aunque de soledad no tengas ni el nombre.
A las mujeres nos han impuesto patrones que no pedimos, cosas que el conformismo ha convidado a nombrar como: «Si no las hago yo, no las hace nadie ». Y como un estribillo lo repites una y otra vez, porque nunca te has revelado ante esa imagen raída, de la que limpia, friega y cocina.
Una conocida periodista diría una vez que las mujeres cargamos con demasiadas funciones y órganos sobrevaluados. La virginidad, la menopausia, la menstruación, los ovarios y claro, el embarazo. Y por si eso no bastara, «no te salgas del molde ». Las mujeres arrastramos muchas cadenas ajenas, sin aparente derecho a réplica. Todo es apariencia chicas. Ni antes, ni ahora.
En los tiempos en los cuales los porqués abundan, habría que reformular la pregunta. Y como aquellas que salieron el 8 de marzo de 1857, decir: Mujer, ¿por qué no?