La retaguardia segura de Playa Girón

Otro Girón, quizás menos conocido, pero no menos importante, fue el de la retaguardia.

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Ataque a Playa Girón
(Foto: Tomada de Internet).
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
3810
16 Abril 2017

La batalla de Girón tuvo varios frentes. El decisivo fue en las blancas arenas de esa porción insular, donde los imperialistas sufrieron en menos de 72 horas su primera gran derrota en América Latina.

Sin embargo hubo otros Girones: el diplomático: librado por Raúl Roa, el Canciller de la Dignidad; el deportivo: cuando el equipo Cuba de pelota ganó el Mundial que por esos dí­as se efectuaba en Costa Rica; el de la alfabetización: campaña contra la ignorancia que nunca se detuvo, y también el que se libraba contra el bandidismo.

Y otro Girón, quizás menos conocido, pero no menos importante: el de la retaguardia. O sea, los miles de hombres y mujeres que agrupados en las Milicias Nacionales Revolucionarias y los Comités de Defensa de la Revolución cogieron presos, de manera preventiva, a cuanta persona desafecta al proceso revolucionario pudiera servirle a los planes del imperalismo yanqui.

A   los bien llamados quintacolumnistas que existen en cualquier Revolución, y que pueden constituir caldo de cultivo idóneo para la contrarrevolución interna si no se les neutraliza.

En el primer parte emitido por el Comandante en Jefe, al amanecer del dí­a 17 de abril de 1961, Fidel ordenaba: «Al Ejército Rebelde, a las milicias (…) aumentar la vigilancia y proceder sin contemplaciones contra los que sean sorprendidos cometiendo o tratando de cometer actos de sabotaje, tiroteos o atentados.

«A los Comités de Defensa de la Revolución redoblar su actividad de vigilancia, descubrimiento y denuncia de los contrarrevolucionarios y sus actividades ».

Pasados 56 años de aquellos hechos, Vanguardia entrevistó a dos de los hombres que aseguraron la retaguardia de la Revolución en los dí­as de Girón. Ambos, por pura casualidad, tienen el mismo nombre y ambos, por convicción, una linda historia de entrega y trabajo incondicionales al servicio del pueblo.

Son Octavio Expósito Hernández (Cabaiguán, 28 de febrero de 1939) y Octavio Daniel Silverio Robaina (Cumanayagua, 26 de octubre de 1937). El primero se sumó a la Columna 8 del Che en Cabaiguán y participó en las liberaciones de Placetas y Santa Clara para después del triunfo del 1ro de Enero dedicarse, desde 1967 y hasta 2004, al ejercicio del periodismo en Vanguardia y la AIN.

Octavio Expósito Hernández (Cabaiguán, 28 de febrero de 1939). (Foto: Francisnet Dí­az Rondón).
Octavio Daniel Silverio Robaina (Cumanayagua, 26 de octubre de 1937). (Foto: Del autor).

Mientras el otro Octavio aún trabaja en el Comité Provincial del Partido como especialista en Atención a la Población. Participó en la lucha clandestina y colaboró de cerca con Arnaldo Milián desde 1961. Durante 12 años consecutivos se desempeñó como secretario del Partido en el municipio de Manicaragua.

Para Octavio Expósito la misión de coger presos a los desafectos fue bien importante. Entonces era jefe de un pelotón de infanterí­a de las Milicias: «Andaba en un jeep del Banco, donde trabajaba. Éramos cuatro y nos dieron la orden de capturar aquellas personas y traerlas para una escogida de tabaco. Nos movimos entre los barrios de Neiva y Santa Lucia y en total fueron como 15 los que cogimos presos.

«Nos dieron un listado con los nombres y direcciones. Tocábamos en las casas y, si estaban, ahí­ mismo lo capturábamos y conducí­amos al lugar indicado. Nadie se reviró y solo empleamos la persuasión. No podí­amos regresar sin ellos, así­ que la orden habí­a que cumplirla y localizarlos en donde estuvieran.

«Nuestra tarea aseguró que la contrarrevolución fuera neutralizada. Evitamos que esa gente se alzara y formaran lí­os. Después de la derrota mercenaria esas personas regresaron a sus hogares ».

Octavio Silverio estaba entonces en la Limpia del Escambray. La noche del 16 para el 17 de abril de 1961 durmió en el Nicho. Se le dio la orden de movilizar a las milicias campesinas de la zona:

«Pensé entonces que irí­a para Girón. Pero en Camanayagua la orden fue otra. Coger presos a los desafectos de la Revolución. Éramos tres, y mientras uno tocaba la puerta los otros dos se apostaban por los costados de la casa para evitar que se escaparan.

«Nos pidieron cuidado con uno de apellido Tartabul. Su familia era revolucionaria, pero él fue “engatusado” por los terratenientes de la zona. Era un hombre guapo, pero se nos entregó sin ofrecer resistencia. Luego se alzó y murió en una emboscada miliciana.

«Pasé esos tres dí­as movilizado. Los prisioneros los trasladábamos a un lugar conocido como La Campanita, a unos tres kilómetros de Cumanayagua. Ese fue mi Girón » ·

La labor de ambos Octavios, como las de miles de cubanos más, fue bien importante. El enemigo perdí­a con esa medida de previsión a sus aliados potenciales y quintacolumnistas.

El propio Fidel al valorar esta medida afirmó: «El valor sobró en todos los hombres. (…) Junto con la acción de las fuerzas militares actuaron también los Comités de Defensa de la Revolución. Se impuso la necesidad de arrestar a todos los sospechosos, se impuso la necesidad de arrestar a todas aquellas personas que por alguna causa o por otra pudieran ser activos, o pudieran actuar o moverse para ayudar a la contrarrevolución. (…) El paí­s, situado ante una coyuntura de peligro, ante una agresión como esta, tiene que tomar todas las medidas para defenderse ».

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