Manos para el acero

Julia Labrada Portillo será condecorada este 1.o de Mayo como Heroí­na del Trabajo de la República de Cuba.

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Julia Labrada Portillo, cabillera de Sagua la Grande, Heroína del Trabajo.
Julia Labrada Portillo demuestra su destreza picando y moldeando el alambrón, labor que realiza en Unidad Empresarial de Base (UEB) Gran Panel Sandino. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Osmaira González Consuegra
Osmaira González Consuegra
@oglezc
2323
29 Abril 2017

Julia Labrada Portillo, una mujer de pueblo que decidió echar raí­ces en Sagua la Grande, donde nació hace 74 años. Ahora labora como cabillera en la Unidad Empresarial de Base (UEB) Gran Panel Sandino, de ese municipio y está propuesta para recibir el tí­tulo honorí­fico de Heroí­na del Trabajo de la República de Cuba.

 

 
Manos de Julia Labrada, cabillera de Sagua la Grande, Heroí­na del Trabajo,
Manos de Julia Labrada, cabillera de Sagua la Grande.
(Fotos: Ramón Barreras Valdés)

Con manos fuertes como el acero, Julia es también buena cocinera, la labor hogareña que más le fascina, sobre todo cuando se trata de hacer congrí­ y carne de puerco.

Nunca deja de ponerse su colorido pañuelo. A veces alrededor del cuello, otras en la cabeza. A esta mujer le agrada sonreí­r porque, como dice, es un bálsamo para la salud.

Ni con la pérdida de su hijo mayor flaqueó: «El golpe fue duro. Él era deportista y no supo hacer bien el desentrenamiento », recuerda mientras dice que «en la vida hay que aprender a echar p'alante ». Y ahora que vive con su nieto Jesús, le inculca el amor al trabajo, la honestidad, el sentido del sacrificio... valores aprendidos por ella en el transcurso de su vida.

De su infancia no guarda gratos momentos, pues fue la etapa más difí­cil de su existencia: tuvo que dejar los estudios para ponerse a trabajar en una casa como empleada doméstica y así­ ayudar a su mamá. El noveno grado lo alcanzó gracias a la campaña por la superación que se hizo tras el triunfo de la Revolución.      

Con destreza, Julia moldea los trozos de alambrón hasta convertirlos en aros de columna. Cada dí­a hace alrededor de 120, hasta completar las tres o cuatro mesas de cabillas. Junto a su compañero Wilber Suárez Rodrí­guez comparte cada faena. Es una de las pocas mujeres que realizan esta labor en el paí­s.  

Julia Labrada, Heroí­na del Trabajo.
Julia siempre lleva un pañuelo colorido. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

¿Cómo es un dí­a de trabajo en la vida de Julia?  

Me levanto a las cinco de la mañana. Adelanto algo de los quehaceres de la casa y salgo a esperar la carreta que me trae al trabajo. Enseguida que llego empiezo a picar alambrón y a moldearlo. Permanezco aquí­ hasta las cinco de la tarde o más si hace falta.

¿No la cansan tantas horas de pie?

¡De eso nada! A ratos camino, como ves este es un lugar espacioso. Solo somos dos y nos llevamos como hermanos. Lo que me cansarí­a serí­a estar sentada.

Condecoraciones otorgadas a Julia por el Sindicato de Trabajadores de la Construcción

Diploma por la Obra de la Vida.

Medalla Armando Mestre por 25                              años de labor en el sector.

Medalla Jesús Menéndez.

Medalla Lázaro Peña de I, II y III grado.

Vanguardia Nacional por más de                                17 años.

¿Por eso no ha querido jubilarse?

No tengo mucho que hacer en la casa y sí­ demasiado que agradecerle a esta Revolución. Si no fuera por ella mis hijos no hubieran estudiado. El televisor que tengo me lo regaló Fidel. Con el Comandante en Jefe coincidí­ varias veces: en las tribunas abiertas, en la inauguración de la textilera. Lo recuerdo siempre. Por eso asistí­ al tributo que se le hizo cuando falleció. Estuve por la zona de Santo Domingo.

¿Con cuáles otros dirigentes de la Revolución ha estado?  

Imagí­nate, cada vez que he recibido una condecoración ha estado alguno de ellos. Pero a la que más recuerdo es a Vilma Espí­n. Gracias al llamado que ella nos hizo en 1974 para que nos incorporáramos al trabajo de la construcción, estoy aquí­. No lo dudé, aunque los hombres me miraban con recelo porque yo era muy flaquita, pesaba   entonces 105 libras, parecí­a un fideí­to, pero me impuse. Hasta me eligieron como secretaria del sindicato, cargo que ocupo hasta hoy.

¿Cómo logró imponerse?

Con en el ejemplo. Eran tiempos duros. Mis hijos chiquitos, pero mi esposo, ya fallecido, me ayudaba mucho. En esa época era la región de Sagua la Grande y tení­a que recoger el dinero de la cotización en Corralillo, Lutgardita y otras zonas alejadas. Aprendí­ a coger botella y subirme al primer transporte que me paraba. Siempre cumplí­ a tiempo con la entrega del dinero. Habí­a que llevarlo a Santa Clara.

Julia Labrada, Heroí­na del Trabajo.
A sus 74 años, Julia afirma que aún tiene fuerzas para seguir doblando acero. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

 

¿Cuántas construcciones han pasado por las manos de Julia?

Trabajé en la construcción del Memorial del Che, especí­ficamente donde está la llama eterna. También soy fundadora de la Cruz Roja, y no te puedo enumerar lugar por lugar porque son muchos en los que he trabajado como miembro de esa organización humanitaria.

También ha dedicado su tiempo a acciones solidarias…

Si hablamos de solidaridad, mi mayor aporte fue durante los años de lucha por el regreso de los Cinco Héroes. Aquí­ en Sagua funcionó un Comité de Solidaridad coordinado por la Federación de Mujeres Cubanas y el dí­a 5 de cada mes realizábamos una actividad. Eso era ley. Después tuve la oportunidad de conversar con Antonio Guerrero y se tiró fotos conmigo. Conocí­ a René y a Olguita, su esposa, y a Fernando. Eso me hizo muy feliz, porque luché por su liberación.

Ahora Julia trata de cumplir con una encomienda dada por el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, a quien también le dio un abrazo durante una de sus visitas al municipio.

«Tengo las manos fuertes y sin callos », dice sonriente y dispuesta a seguir moldeando el acero.

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