Pasos cortos también hacen camino

¿Para quiénes y por qué trabajamos? Pensar en ellos aclara toda duda: los que saben querer ya están aprendiendo a valorarlo.

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Niños en el desfile por el Primero de Mayo
(Foto: Ramón Barreras).
Liena María Nieves
Liena Marí­a Nieves
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01 Mayo 2017

Al más chiquito de la escuela le gustarí­a ser doctor. Los conoce desde que nació, incluso, le han llegado a decir, medio en broma, medio en serio, que él es más hijo de la gente de Nefro así­ les dice su mamá a los médicos y enfermeras del servicio de Nefrologí­a que de sus propios padres.

Heinny habla con la «seriedad » de quien ya cumplió nueve, pero si se le mide en cuartas, de la cabeza a los pies no sobrepasa las cinco. De todas maneras quiere ser doctor, y aunque arrastre la bata que le prestó un vecino, y de camino a la plaza muchos le hayan provocado señalándole que «a ese médico le queda grande el estetoscopio y ni empinando la nariz podrí­a ver al paciente en la camilla », ni se ofende ni le importa demasiado. Lo suyo es llegar lo más rápido posible para que su tí­o, el enfermero, logre «colarlo » en la primera fila del bloque de Salud.

«Mijo, ¡avanza!, que si me pongo atrás no me ven, y yo soy una de las “iniciativas” del Infantil ».

Por cuestiones obvias, a Heinny le resultó muy fácil salí­rseme del «radar ». Antes de las siete de la mañana, en el circuito que rodea la Plaza Ernesto Guevara, de Santa Clara, miles de personas buscan sus ubicaciones, encuentran al amigo que solo ven de vez en vez, hablan del calor que no perdona amaneceres ni desfiles y llevan, bien asida entre sus dedos, la mano querida de algún pequeño.

Para Mayli Pompa Orozco, de cuatro años, es su primera vez. Faltan diez minutos para que comience el acto y cuando le pregunto si está contenta me dice que sí­ con la cabeza. «Contenta y llena. Me comí­ mi merienda y la de mi papá ».  

Marianela y Miguel íngel no la dejaron este año al cuidado de la abuela, «porque ya tiene un poco más de fundamento y ve el desfile como una fiesta. ¡El trabajo que nos dio anoche para que se durmiera! No hubo forma de hacerle entender que no hay uniformes de Etecsa para niñas chiquitas, pero para el año que viene sí­ se lo mando a hacer. Se ha portado de maravilla ».

Y así­ van pasando. Algunos, dormidos en su coche. Otros, incansables, avanzando a saltos, «revueltos » y eufóricos por la experiencia del madrugón, la multitud y los sonidos bajo el cielo limpio del primer amanecer de mayo su primer amanecer de mayo.  

Solo mirarlos rejuvenece nuestras nociones sobre la esperanza y nos devuelve al Martí­ eterno. ¿Para quiénes y por qué trabajamos? Pensar en ellos aclara toda duda: los que saben querer ya están aprendiendo a valorarlo.

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