España se quedó a 11 metros del sueño

En la final de la Eurocopa Femenina, España mostró superioridad táctica y emocional, aunque Inglaterra se impuso desde los 11 pasos. 

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Penalti de Salma Paralluelo que se marcha fuera. (Foto: Tomada de Getty Images)
Anisbel Luis Reyes
Anisbel Luis Reyes
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29 Julio 2025

La Euro femenina 2025 terminó con Inglaterra levantando el trofeo en el St. Jakob-Park, en Basilea, Suiza. Pero el relato que quedará en la memoria no es el de las campeonas, sino el de las que jugaron mejor y perdieron. España dominó el juego, la posesión, las emociones. Inglaterra ganó en los penaltis. El fútbol, otra vez, fue cruel.

El gol de Mariona Caldentey fue un poema aéreo: salto exacto, cabezazo quirúrgico, silencio suizo roto por el grito español. Luego vino Russo, con un cabezazo menos lírico y más salvaje. Uno a uno. Juego abierto. Pero mientras España tejía filigrana al borde del área, Inglaterra remaba con el reloj como brújula.

En la prórroga, España mantuvo la pelota como si fuese un talismán. Aitana, Salma, Patri: toque corto, pausa, ritmo, intuición. Parecía cuestión de tiempo. Pero el tiempo no quiso. Y los penales llegaron como sentencia.

Hampton, la arquera inglesa, fue el giro inesperado del guion. Atajó dos penales con reflejos sobrenaturales y declaró después: «No tengo percepción de profundidad, así que ser portera no tiene mucho sentido. Pero simplemente funciona» (BBC Sport). Ese «funciona» fue un puñal para España.

Aitana Bonmatí, con los ojos rotos de tristeza, pidió perdón. «Pedir perdón por mi penalti, creo que hemos hecho un buen partido, pero a veces no es suficiente» (Relevo). Montse Tomé, como máxima representante de la roja, estoica, pero con el dolor a flor de piel, expresó: «Hemos conseguido de nuevo hacernos con el balón, pero no hemos logrado la victoria» (Marca).

Del lado rojo brillaron Aitana —a pesar de su error—, Mariona, Salma, Patri y Vicky López, que con 18 años mostró descaro y elegancia. Hampton fue la figura blanca, Chloe Kelly, como en 2022, volvió a ser decisiva, y para asegurar el futuro, Michelle Agyemang, con 19 años y golazos previos, puso su nombre en la agenda.

España perdió, pero no hay dudas de que jugó como campeona. Lo dijo Irene Paredes con voz firme: «Merecíamos más, pero esto no va de merecer, va de marcar» (El País). Y aun sin marcar más goles, España dejó huella. Llegó a Basilea como favorita indiscutible: invicta, goleadora, dominante. Inglaterra, en cambio, avanzó con paso angosto, sobreviviendo a prórrogas, penales y momentos de duda. Pero en la final, resistió. Y desde los 11 pasos, golpeó.

Lo que se levantó en el St. Jakob-Park no fue un trofeo rojo, sino una bandera: la del fútbol que emociona. España tejió una identidad con cada pase, cada mirada, cada gesto de coraje bajo presión. Su derrota no fue fracaso, sino testimonio. De una generación que no se esconde. De jugadoras que ya no compiten por reconocimiento, sino por legado. Porque hay partidos que no se ganan en el marcador, sino en la memoria colectiva. Y este de La Roja femenina, en Basilea, fue uno de ellos.

 

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