
La pelota cubana ha vuelto a vivir una de esas jornadas que se fijan más en la memoria por lo que revelan que por lo que celebran. En Tainan, Taiwán, el equipo sub-12 participa en la VIII edición de la Copa Mundial de Béisbol, organizada por la WBSC, única cita global para jugadores menores de 12 años.
Cuba accedió al torneo tras conquistar el tercer lugar en el Panamericano de las Américas, en octubre de 2024, y forma parte del exigente grupo A junto a Japón, México, Australia, Alemania y los anfitriones de China Taipéi.
Hasta ahora, el camino ha sido: tres derrotas consecutivas —3-6 ante China Taipéi, 0-4 frente a Japón y 0-3 contra México— han dejado al equipo sin opciones de avanzar a la Súper Ronda. Trece entradas sin anotar y errores defensivos que pesaron más que el talento individual marcaron el cierre parcial de una actuación que, aunque dolorosa, deja lecciones urgentes.
Pero el marcador no basta. La ausencia de fogueo internacional, la desventaja logística frente a potencias como Japón, China Taipéi y México, y la presión de abrir el torneo contra rivales de alto calibre, no hicieron más que desnudar el frágil andamiaje que sostiene a nuestros talentos más jóvenes.
Los abridores Denis Zamora y Yan Carlos Ramírez ofrecieron actuaciones loables, sosteniendo el duelo en sus respectivas salidas, como faros en medio de una ofensiva apagada y de una defensa que ha dejado varios sinsabores.
Cuba pasó de anotar tres carreras en su debut ante China Taipéi a encadenar dos partidos sin pisar el home. Los únicos destellos ofensivos vinieron de Maykol Lluch, Alex N. Gómez y Yeison Pentón, mientras los errores —como el de Alex Noelvis Gómez ante México— se convirtieron en sentencia precoz.
Aunque ya sin opciones de clasificación, al equipo cubano le restan dos partidos en la fase de grupos, ante Australia y Alemania; rivales que tampoco han logrado victorias. Estos encuentros, más allá del resultado, pueden ofrecer espacio para el aprendizaje y la dignidad competitiva que todo equipo merece.