
No basta con ganar el último partido cuando ya se ha perdido el rumbo. La selección cubana femenina de voleibol se despidió de la Copa Panamericana Colima 2025 con un 3-0 ante Costa Rica, resultado que maquilla una campaña marcada por la inconsistencia, la falta de cierre en partidos clave y una sensación persistente de que el equipo juega a ratos, pero no compite de verdad.
Contra Perú, el debut fue prometedor pero insuficiente: derrota 2-3, con parciales de 25-22, 21-25, 25-21, 20-25 y 12-15. Cuba mostró empuje, aunque no supo cerrar. Frente a Puerto Rico, el guion se repitió: otro 2-3, esta vez con sets de 25-23, 22-25, 25-19, 20-25 y 10-15. Dos partidos que pudieron ser victorias, pero terminaron en frustración.
México, anfitrión y rival directo, fue el espejo más duro. Las cubanas ganaron el primer set con autoridad (25-21), pero luego se diluyeron,1-3, con parciales de 21-25, 18-25 y 19-25. ¿Falta de físico? ¿Desconexión táctica? ¿Presión emocional? Las respuestas no están en la tabla de posiciones, sino en el proceso que se vive puertas adentro.
Derizett Madan, Yanisleidis Sánchez, Ivi May Vila y Laura Suárez mostraron capacidad ofensiva, pero el equipo no logra articular una defensa sólida ni una lectura estratégica que le permita cerrar partidos. Hay talento, sí, aunque también hay urgencia.
En ese contexto, la incorporación del brasileño Luizomar de Moura como nuevo director técnico representa más que un cambio de nombre: es una apuesta por la evolución. Moura, de 59 años, llega con un palmarés que incluye títulos mundiales juveniles (2005, 2007), el Mundial cadetes de 2009 y el campeonato mundial de clubes en 2011 con el Osasco. Su experiencia en ligas competitivas y su visión moderna del juego podrían ser el punto de inflexión que Cuba necesita.
El proyecto, respaldado por la FIVB, incluye no solo su dirección técnica, sino también mejoras en infraestructura, participación en eventos de fogueo y formación de entrenadores cubanos. Es un plan a cuatro años que busca reconstruir desde la base, con sostenibilidad y visión estratégica.
Porque si algo ha demostrado el voleibol contemporáneo es que la evolución no espera. Y Cuba, con toda su historia gloriosa, no puede seguir viviendo del recuerdo. Formar parte de la élite exige adaptarse, invertir en formación, abrirse a nuevas metodologías y entender que el talento necesita guía, estructura y visión.
La Copa Panamericana deja a Cuba fuera de los cuartos de final. Pero también deja una oportunidad: la de mirar hacia adelante con honestidad, sin nostalgia paralizante. Porque si el objetivo es volver a competir en serio, no basta con ganarle a Costa Rica. Hay que volver a creer. Y para eso, hace falta mucho más que una victoria tardía. Hace falta un proyecto, y, quizás, por primera vez en años lo hay.