Fidel, su tocaya y un regalo especial

La estelar atleta cubana no solo tuvo en Fidel a un gran seguidor de su carrera deportiva, sino, además, un apoyo esencial en el momento más difícil de su vida.

Compartir

Fidel Castro Ruz condecora a la atleta Ana Fidelia Quirós.
El Comandante en Jefe condecora a la Tormenta del Caribe. (Foto: Tomada de Cubadebate)
Osvaldo Rojas Garay
Osvaldo Rojas Garay
155
12 Agosto 2025

Hace algún tiempo escribí que si un deportista tuvo el honor de considerarse amigo de Fidel, fue el legendario pugilista Teófilo Stevenson Lawrence. Sin embargo, entre las féminas, pienso que el líder histórico de la Revolución cubana sentía una admiración especial por Ana Fidelia Quirós, a quien varias veces, cuando esta lucía un peinado diferente, le decía: «Tocaya, tú siempre me cambias la bola».

No es casualidad, la propia exatleta, nacida el 26 de julio de 1963 y no el 23 de marzo de 1963 como aparece en varias fuentes, me confesó que su mamá le puso Fidelia como segundo nombre por Fidel.

La primera vez que la oriunda de Palma Soriano lo vio personalmente fue en la recepción ofrecida a la delegación cubana durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe de La Habana 1982.

Ana Fidelia Quirós, campeona mundial en Goteborg 1995.
Ana Fidelia Quirós, la  campeona mundial de los 800 metros en Goteborg 1995. (Foto: Tomada de Internet)

Cuatro años más tarde, en el II Torneo Iberoamericano de Atletismo escenificado en el estadio Pedro Marrero, en la jornada inaugural, el 27 de septiembre de 1986, en presencia del Comandante, Ana Fidelia fijó una nueva marca en la vuelta al óvalo al cronometrar 50.78 segundos.
Fidel le preguntó a Alberto Juantorena quién era la chica que corría su distancia y había vencido con tanta facilidad. A Ana Fidelia nadie le comentó nada y ella partió al siguiente día hacia la Ciudad Héroe.

La localizaron en su tierra indómita porque Fidel quería hablar con ella, pero problemas de transporte le impidieron retornar a la capital. Luego de ese frustrado encuentro, Ana Fidelia pudo compartir en muchas ocasiones con el Comandante, entre 1987 y 1991; incluso, en marzo de 1990 integró la delegación que acompañó al dignatario cubano a la toma de posesión del presidente brasileño Fernando Alfonso Collor de Mello

El 5 de agosto de 1991, en los históricos Juegos Panamericanos de La Habana, la estelar corredora se impuso en los 400 metros planos con récord nacional de 49.61 segundos. Fidel tuvo a su cargo la premiación y Ana Fidelia le colocó el metal dorado en el cuello; pero el Comandante en Jefe esperó que la campeona se cambiara de ropa para devolverle la medalla que ella le había regalado en el podio. «Este oro es tuyo, no me lo gané yo», expresó el mandatario, y luego afirmó: «Vine a disfrutar de cómo corrías y me has hecho sentir orgulloso de ser cubano».

El 22 de enero de 1993 ocurrió un suceso que pudo haber tenido un desenlace fatal, pues la destacada atleta sufrió un accidente casero que le provocó quemaduras en más del 38 % de su cuerpo y estuvo al borde de la muerte.

Fue trasladada hacia el hospital Calixto García y de allí al «Hermanos Ameijeiras». Me contó la estelar corredora, en junio de 2007, que Fidel llegó antes que su mamá al mencionado hospital, donde fue ingresada.

Él le dijo: «¿Qué quieres que le digamos a tu mamá?», pero ella le pidió que no la mandaran a buscar, que estaba bien y que volvería a correr de nuevo, sin tener conciencia verdaderamente de la gravedad de su estado de salud por las quemaduras sufridas, que le costaron la pérdida de su embarazo, con siete meses.

Ana Fidelia Quirós ovacionada en los Juegos Centroamericanos de Ponce, en 1993.
En noviembre de 1993, diez meses después del accidente doméstico, Ana Fidelia Quirós era ovacionda en los Juegos Centroamericanos de Ponce. (Foto: Tomada de Internet)

Fidel le explicó que de todas formas había que avisarle a su mamá, que era mejor así, antes de que se enterara por la prensa, la radio o la televisión.

Tan atento estuvo el presidente cubano al restablecimiento de la corredora santiaguera, que, según la familia de la excepcional atleta, hizo más de 20 visitas al hospital, incluso cuando ya no estaba en Terapia Intensiva.

A pesar de la difícil situación que enfrentaba, Ana Fidelia nunca renunció a participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1993, y aunque no pudo situarse en lo más alto del podio, conquistó la medalla de plata en los 800 metros planos, solo aventajada por la surinamesa Letitia Vriesde.

Al regreso de Puerto Rico, Fidel recibió a la delegación cubana que, con 227 medallas de oro, se ratificó como la gran potencia deportiva del área. En la bienvenida, según relató años después la Tormenta del Caribe, vivió un momento muy conmovedor cuando el líder de la Revolución cubana, en un acto efectuado en la Sala Universal de las FAR, la condecoró con la Medalla de la Dignidad.

«Parece que él al verme le dio mucha tristeza por las condiciones en que yo competí, me dio un abrazo y cuando yo me fui para mi asiento que me giro vi cómo por su rostro corrían lágrimas, y ese es el momento que yo guardo con más cariño, ver que él lloró por mí», refirió al colega Joel García en un artículo publicado en Cubadebate el 29 de noviembre de 2017.

Poco tiempo después, en el Campeonato Mundial de Atletismo celebrado en Gotemburgo, Suecia, Ana Fidelia tuvo la oportunidad de reciprocar los desvelos del presidente cubano, al conseguir la medalla de oro en la prueba de 800 metros planos, justamente el 13 de agosto de 1995, un hermoso regalo en el día del cumpleaños 69 de nuestro máximo líder.

Ana Fidelia Quirós con sus hijos, junto a Fidel Castro.
Ana Fidelia Quirós con sus hijos y su mamá en un encuentro con Fidel Castro. (Foto: Tomada de Internet)

La Quirós, contra la mayoría de los pronósticos, entró primera en la meta, perseguida por la surinamesa Letitia Vriesde y la británica Kelly Holmes.

Un mes más tarde, el 13 de septiembre de 1995, Fidel le impuso la Orden al Mérito Deportivo, y en sus palabras de elogio expresó: «Para salvar a Ana Fidelia Quirós se juntaron dos cosas: un milagro de la ciencia y la técnica con un milagro de la voluntad humana. [...] No me viene a la mente ningún otro ejemplo igual a la decisión, la voluntad y la consagración de Ana Fidelia de regresar a las pistas y volver a obtener los laureles que obtuvo».

Transcurridos dos años, en Atenas 1997, Grecia, la Tormenta del Caribe retuvo la corona planetaria, y con ello se convirtió en bicampeona del orbe, pero la presea de Gotemburgo tuvo una connotación especial, tal como ella mismo expresara: «La vida me dio la dicha de agradecer y congratular a nuestro querido Comandante el día de su cumpleaños con la medalla de oro para mi país, para él y para mí; me siento más que orgullosa de haberle hecho ese regalo en agradecimiento a todo el apoyo que recibí de él en el momento difícil de mi vida».

Comentar