Che, la marcha sostenida hacia Santa Clara

Los principales territorios villareños ante el asedio de las fuerzas rebeldes fueron liberados, y surgió la Operación Santa Clara en el camino de la victoria revolucionaria.

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Che Guevara conversa con combatientes durante la Batalla de Santa Clara.
Después de la rendición del Regimiento No.3 Leoncio Vidal, en Santa Clara, el jefe guerrillero conversa con combatientes. (Foto Perfecto Romero Ramírez)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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01 Enero 2018

Al caer Fomento, primer territorio villareño libre, quedó despejada la Operación Santa Clara, y la ruta ofensiva de todos los factores revolucionarios, como orientó el Che, por la región central. Fue el momento, además, de ejecutar de manera milimétrica la orden impartida por Fidel: «interceptar las carreteras y ví­as férreas, para impedir el cruce de tropas enemigas hacia Oriente ».   Con el derribo de puentes el aislamiento a ciudades y poblados alcanzó un carácter persistente.

Golpe por golpe, en su estrategia militar, el Che creyó en el trastorno inevitable del régimen de Batista. La prueba la obtuvo cuando de Santa Clara y Placetas no llegaron refuerzos a Fomento, y el teniente Reinaldo Pérez Valencia, jefe del cuartel, se rindió el 18 de diciembre y optó por incorporarse a la fuerza guerrillera. En lo adelante serí­an 13 dí­as de arremetidas hasta llegar a las puertas de la capital provincial.

Antes fue el asalto a Gí¼iní­a de Miranda, y después a Cabaiguán, Guayos, Sancti Spí­ritus, Placetas, Remedios y Caibarién. Son acciones repetidas por el este, la costa norte y el sur. Al mando de Camilo, la columna No. 2 Antonio Maceo, se apoderaba de los cuarteles de Meneses y Zulueta. Dos dí­as más tarde, el poblado de Yaguajay   recibí­a un fuerte hostigamiento.

Perfecto Romero Ramí­rez, ya con 82 años, recordó con precisión las imágenes que captó con la cámara Vesa Primera, empleada en dejar para la historia momentos sucesivos del derribo de los puentes sobre los rí­os Jatibonico, Las Calabazas, Tuinicú y Sagua la Chica, en lo fundamental.

«Constituyó mi primera experiencia como corresponsal de guerra. Desde la incorporación a la columna del Che, en Cabaiguán, aparecen algunas de las más sorprendentes instantáneas. Ahí­ se aprecian aspectos del corte de las estructuras metálicas. El operario de los equipos era de Guayos, y tení­a   experiencia en el empleo de mechas grandes para el oxicorte. Al rato caí­a la mole de hierro sobre las barrancas y el agua. El concepto del Che era eliminar el tránsito terrestre ».

Combatientes rebeldes cortan lí­nea de ferrocarril durante la Campaña de Las Villas.
El corte de lí­neas del ferrocarril y carreteras por las tropas rebeldes impidió la llegada de refuerzos de la tiraní­a a los territorios de Las Villas. (Foto: Perfecto Romero)

De Falcón usted tiene imágenes reveladoras,   ¿corresponden al puente ferroviario?

¡Sí­! Eso fue dí­as después de tumbar el ubicado en la Carretera Central, y el jefe del pelotón era Rogelio Acevedo González. En el anterior no intervine porque todaví­a no era un combatiente de la Sierra. Era de madrugada. Creo que eso fue el 22 de diciembre y vení­amos desde el Pedrero, en el Escambray.

Sin embargo, usted tiene la virtud de encontrar también a Camilo en Yaguajay. ¿Alguna historia interesante?

Las hay, cómo no. Al caer Cabaiguán el Che envió a Camilo morteros,   bazucas y fusiles 30, entre otros pertrechos bélicos. Todo lo llevó el capitán íngel Frí­as en un jeep en el cual iba junto al teniente Pérez Valencia, incorporado a la columna invasora. En realidad no sabí­a para qué lugar viajábamos.   Camilo abrazó a todos. Si mal no recuerdo, era el 24 de diciembre.

«Fue una experiencia única. Con mi cámara Vesa Primera, equipo grande que aún conservo, le digo al Comandante que vengo a tomar fotografí­as. La respuesta fue tajante: “Usted puede hacer lo que desee”. En realidad esa constituye la historia. Por eso hay testimonio gráfico de ambos jefes revolucionarios y sus respectivas tropas.

«De regreso voy a Cabaiguán y de ahí­ a Placetas. Era la noche del 27, y en una habitación del  hotel Las Tullerí­as encuentro al Che, junto al capitán Antonio Núñez Jiménez, con planos, preparando la ofensiva a Santa Clara y la ruta que va desde La Villita-La Caridad-Sabana Nueva-San Antonio-Callejón de las Casas-Universidad Central, caminos muy poco frecuentados por el enemigo.

¿Vio otros fotógrafos allí­?

En Placetas tengo en mente a uno de apellido Martí­nez que enviaba material para periódicos habaneros. Es entonces que insiste el Che en que haga revelados de mis rollos y no entregue las pelí­culas porque cada vez que aparecí­a un profesional del lente nos quedábamos sin nada.

Camino a...

Dispositivos rebeldes se concentran a partir del 28 de diciembre en los alrededores de la capital villareña. Unos 500 guerrilleros y el apoyo de la población civil tienen la disposición de hostigar al enemigo concentrado en diferentes puntos estratégicos de la ciudad.

Diosdado Vega Bring, combatiente de la columna invasora del Che.
Diosdado Vega Bring, después de la Batalla de Santa Clara permaneció varios meses en la reorganización militar y la reconstrucción de la provincia. (Foto del autor)

La batalla final comenzó cuando, destruido el puente sobre el rí­o Calabazas, entre Báez y Fomento, en la Carretera Central, se conquistó Cabaiguán, Guayos, Sancti Spí­ritus, Zulueta, Remedios, Placetas, Caibarién y Camajuaní­.    

Las tropas batistianas abandonaron Manicaragua, Cumanayagua, Camarones, Cruces y Santa Isabel de las Lajas. En tanto Cascajal era la posible única ví­a de auxilio.

En Corralillo localizo a Diosdado Vega Bring, de 79 años, oriundo del Piñal de Manzanillo, en Oriente. A finales de 1957 subió a la Sierra Maestra y se unió al Ejército Rebelde. Integró primero la columna No. 4 dirigida por el Che. El 31 de agosto de 1958, en carácter de invasor junto a otros guerrilleros, figuró en la No. 8 Ciro Redondo conducida por el Comandante Guevara. En los dí­as de largas caminatas desafió, junto a otros combatientes, las huellas que provocan ciclones, el enemigo, el hambre, los mosquitos, enfermedades y las constantes travesí­as en un único propósito: trasladar la guerra al llano.

«En ocasiones el Che me empleó de mensajero y en otras de combatiente. El jefe guerrillero era un hombre serio, y cuando daba una misión habí­a que cumplirla. Incluso precisaba de explicación del porqué ocurrí­an pormenores contrarios. Jamás me importó, como a otros, hacer las marchas casi siempre descalzo. Por vez primera usé zapatos con regularidad cuando llegamos al Escambray. Ahora, le digo, en la fatigosa expedición hubo momentos muy feos », señala Vega Bring.

¿Recuerda al menos el más angustioso?

En Camagí¼ey, a principios de septiembre, en el cruce de la trocha de Morón. Al esquivar a los guardias enemigos nos internamos en un cayito de mangle y por detrás habí­a una laguna en la cual decí­an que habí­a cocodrilos. Los soldados rodearon el lugar durante tres dí­as. De allí­ salimos con dificultad.

«En Cuatro Compañeros también caí­mos en una emboscada. Nosotros retrocedimos como una legua. El Che dijo que una guerrilla puede hacer maravillas por la Revolución. Así­ pasó cuando a finales de octubre llegamos a Caballete de Casas, se levantó el campamento de reserva y la escuela de reclutas í‘ico López, perteneciente a nuestra Columna, y su comandancia en Manaca Ranzola. Entonces comenzó a cambiar el espí­ritu de unidad entre las fuerzas revolucionarias.

«De grados militares nada. No pregunte. En la invasión siempre fui soldado. Al llegar a Las Villas éramos un “ejército en sombras”, como dijo el Che, pero disciplinados y aguerridos. Imagine que las primeras lecciones de educación las recibí­ en la Sierra Maestra y luego en Minas del Frí­o. De ahí­ salí­ sin ser un analfabeto ».

En los últimos dí­as de diciembre el ejército batistiano, en franca desmoralización, abandonó Ranchuelo, Cruces y Esperanza. El contacto con Sagua la Grande fue cortado. El 27 de diciembre hay enfrentamientos en Santo Domingo, y los militares se rinden. También en esos dí­as son liberados Manacas, Mordazo, Cascajal y Rodrigo, poblados con relativa significación.

Al enemigo poner pies en polvorosa en Camajuaní­, ya Santa Clara estaba a la vista. El «Che habí­a calculado al menos un mes, o quizás más, para ocupar la ciudad », recordó años atrás Oscar Fernández Mell. Todo estaba previsto para el asedio final.

Durante la Batalla de...

¿De Santa Clara?, pues participé con las fuerzas que ocupó la Loma del Capiro hasta que cayó el tren blindado. A pesar de los bombardeos de la aviación y la resistencia enemiga, habí­a un pueblo dispuesto a morir. Son instantes en los cuales miembros del Directorio Revolucionario 13 de Marzo avanzan desde Manicaragua-Mataguá, por la parte sur de la ciudad », advierte.

En combate

 

José Rafael Hung Oropesa, integrante del Pelotón Suicida de la columna invasora del Che.
José Rafael (Chino) Hung Oropesa (en Placetas), miembro del pelotón Suicida de la columna No. 8 Ciro Redondo dirigida por el Che. (Foto del autor).

Un reporte de prensa del sábado 10 de octubre de 1959 publicado por Noticias de Hoy recalca que el Che asiste al teatro del Tercer Distrito Militar Leoncio Vidal, en Santa Clara, y al recordar ese acontecimiento patriótico, resaltó el deber de «escudriñar en estas fechas para de ellas recoger todo lo que de positivo tienen ». Con tal espí­ritu encuentro en Placetas a José Rafael (Chino) Hung Oropesa, miembro del Pelotón Suicida dirigido por el capitán Roberto (Vaquerito) Rodrí­guez Fernández en la batalla última contra la tiraní­a batistiana.  

El testimoniante no gusta de conceder entrevistas porque cada cual cuenta la historia a su manera. Él tiene un enfoque particular de los hechos desde que se vinculó a la gestación del Pelotón, luego de servir de mensajero con la jefatura del Che ubicada en el ingenio Santa Isabel, en momentos previos a la liberación de Fomento.

Hung Oropesa tiene ahora 80 años y conserva una memoria prodigiosa. Es holguinero de nacimiento, y sin familia cercana, llegó a territorio villareño como aprendiz de bodeguero en una instalación propiedad de un emigrante chino, coterráneo del progenitor.

De joven se vinculó al M-26-7, y en el cerco a Fomento sirvió de guí­a-práctico en el asalto a la estación de radio. Era el 15 de diciembre, y allí­ conoció al Vaquerito y otros miembros de la Columna del Che. Entonces Manuel Hernández Osorio le encomienda ir al central azucarero para llevar a unos soldados detenidos. El Chino Hung ajusta al cinto una pistola calibre 32 incautada en tiempos de la clandestinidad. El arma carece de aguja y balas. Es inservible para disparar en caso de emergencia.

En la jefatura rebelde, ¿qué pasó?

Pregunto quién es el Comandante Guevara, así­ a secas, y dicen unos rebeldes que el jefe está allá. Entonces me acerco y digo: «Oiga, ¿usted es el Che? ». Enseguida responde ».

Sí­, y tu quién eres.

Soy de la clandestinidad y guí­a de pelotón, y vine aquí­ a traer estos policí­as presos. Son esos que están allí­.

¿Y esa pistola al cinto?, indagó el Che.

Bueno, es el arma que tengo. No se envió para la Sierra porque es defectuosa y no sirve.

¿Cómo te arriesgaste a traer esos prisioneros con esa pistola y sin municiones?

Fue una orden; pero, Comandante, ellos no lo sabí­an.

«El Che, como muchos dicen, inspiraba respeto y era una persona difí­cil de hablar. Le digo que quiero incorporarme a la columna, con la tropa de Manuel. Enseguida acotó: “Pero tú eres de la clandestinidad y tienes que ir para la escuela de Caballete de Casas, porque las armas están difí­ciles”. Insisto: "Bueno, y si consigo un fusil aquí­". No dejó terminar la explicación: “Lo entregas, y cuando bajes al llano se te dará un arma”.

«iUff…! Todo está difí­cil, pensé. Se acaba la guerra y no me empato con un fusil. Nos despedimos y regresé al pelotón. Hice el cuento y el Vaquerito,  que escuchaba la historia, acotó: “Si te quedas conmigo no tienes que ir a Caballete de Casas porque yo escojo mis hombres y el Che lo aprobará”. De inmediato  aclaro: Pues me quedo contigo.  Rodrí­guez Fernández aclara:  â€œPero lo mí­o es arranca pescuezo”. Añado rápido, a mi qué me importa; quiero pelear y ser útil. Era la edad; sin miedos a los riesgos. De esa manera ingresé en el estrenado Pelotón Suicida e hice el número 12 de la escuadra. Ya de Fomento salimos como Pelotón en formación militar para misiones riesgosas. De ahí­ fuimos a   Cabaiguán, Placetas, Remedios, Caibarién y Santa Clara.

«Éramos una fuerza especial, de acciones difí­ciles, en la vanguardia.

El fin de año permanecemos en plena lucha hasta que viene la rendición de la estación de policí­a de Santa Clara. Después recogemos armas y hacemos prisioneros », aclara el Chino Hung.

Los comandantes del Ejército Rebelde Erneto Che Guevara y Armando Acosta Cordero en el acto de recordación al Vaquerito, diciembre de 1959.
Che, junto al Comandante Armando Acosta Cordero, durante la Semana de la Liberación, en diciembre de 1959, en acto de recordación al Vaquerito, jefe del Pelotón Suicida. (Foto: Ricardo Bernal Mora)

Hay cientos de historias; todas verificables, insisto a Hung Oropesa, y el hombre queda en meditación.

Al amanecer del siguiente dí­a ya Batista ha huido. Hay una tregua pactada. Antes del mediodí­a del 1.o de enero, en el Regimiento Leoncio Vidal deponen armas. A pesar del ametrallamiento a la ciudad, la euforia del pueblo era indescriptible. Santa Clara es libre, y otra historia se sostiene sobre la marcha rebelde.

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